Son las diez y media de la mañana. El sol azota con fuerza en el peor día de la cuarta ola de calor del verano, una jornada en la que los mercurios amenazan con dispararse hasta los 36 grados en la costa. Sin duda, el mar llama a darse un refrescante chapuzón y más cuando no hay rastro de las temidas carabelas portuguesas, las indiscutibles protagonistas del presente verano donostiarra.
Rober lleva desde las 7.00 horas recorriendo las aguas de la bahía de La Concha a bordo del barco que cada día, desde el 1 de junio hasta el 30 de septiembre, limpia el mar. Es también el encargado de retirar los ejemplares de carabela portuguesa que este verano están sembrando el miedo entre los bañistas. “¿Hay medusas?”, le gritan desde embarcaciones de recreo que salen a navegar. También los integrantes de los cursillos de vela o piragua y deportistas a bordo de sus tablas de paddle surf. “Ni una”, devuelve el grito para tranquilidad de sus interlocutores.
El comportamiento de estas falsas medusas (se trata en realidad de un cnidario hidrozoo colonial que, al igual que las medusas, posee células urticantes, llamadas nematocitos, que contienen una neurotoxina que provoca un intenso dolor) es bastante caprichoso. Es el viento, junto a las mareas y las corrientes, el principal encargado de arrastrarlas hacia la orilla, ya que no nadan, simplemente flotan. “Lo que hemos observado es que cuando más aparecen son en momentos en los que está subiendo la marea y sopla el viento del noroeste”, explica el concejal de Mantenimiento y Servicios Urbanos del Ayuntamiento de Donostia, Carlos García.
Así, mientras la víspera se produjeron varias picaduras en las playas donostiarras, ya no queda rastro de estos ejemplares que han dejado jornadas de intenso trabajo para los dos operarios de FCC encargados de limpiar las aguas. El pasado 10 de agosto, se recogieron medio centenar de carabelas portuguesas en la bahía y otras tantas en aguas de La Zurriola; un mes antes, el 13 de julio, sacaron más de 40 en Ondarreta y La Concha; el 11 de julio, se produjeron siete picaduras en La Zurriola.
Carabelas portuguesas: tentáculos de hasta 20 metros
Las carabelas portuguesas son muy sencillas de ver flotando en la superficie. Su abultada vela y sus colores violeta destacan en el agua, pero el gran problema radica en los largos tentáculos. Rober, que las ha manipulado de cerca, confirma: “Aquí hemos recogido muchas con tentáculos de más de diez metros e incluso de 20”.
De hecho, para sacarlas del agua se utilizan salabardos manuales, ya que los tentáculos se enganchan en la maquinaria de las redes, pudiendo llegar a inutilizarlas. Después se apilan en cajas para, al llegar a tierra, tirarlas a la basura. Y es que una vez comienzan a secarse, además de morirse, desprenden un fuerte y desagradable olor.
El barco de FCC patrulla cada día las aguas de la bahía entre las 7.00 y las 20.00 horas y la colaboración del resto de embarcaciones de la zona es fundamental para detectar estos ejemplares y evitar que lleguen a la costa. “Muchas veces se ven a simple vista, pero otras son las motoras que van a la isla las que nos avisan de que están entrando; o personas que vienen de fuera que alertan de que se están acercando. Entonces vamos y las sacamos”, apunta este trabajador, que recuerda que su cometido no es solo dar caza a las medusas sino limpiar el mar.
Sin embargo, no siempre se pueden coger. “A veces las corrientes las empujan a zonas de rocas donde no puede entrar el barco y, al final, al paso de las horas, acaban llegando a la orilla”, apunta el responsable del área de playas.
Recogida de basura: un mar de plástico
Cada verano, se sacan de aguas donostiarras cientos de toneladas de basura. En un “98 o 99%” son plásticos, principalmente envases, y el 1% restante, ramas que va arrastrando la marea. Se trata de restos que se echan al agua desde otras embarcaciones, o de la propia gente que está en la playa y que, al no utilizar las papeleras, van y vienen con las corrientes. También residuos que llegan de mar abierto.
Mientras tanto, otros 22 trabajadores retiran de la orilla y de la arena el resto de porquería que queda tras un día de playa.
Pero no es la única labor que hacen. Nada más salir a la bahía, a primera hora de la mañana, se encargan de limpiar con agua a presión los gabarrones que más tarde harán las delicias de los bañistas. “Las gaviotas los utilizan para dormir y, claro, por la mañana están llenos de cacas”, explican. Lo mismo ocurre con la zona del embarcadero de la isla.
La verdad es que el trabajo luce. La bahía muestra una imagen de postal que hace las delicias de donostiarras y visitantes, a pesar de que en ocasiones las carabelas portuguesas consiguen saltar todas las barreras y llegar a la orilla, provocando molestias entre los bañistas.