- Insiste Rafael Urcelay en que la pandemia ha puesto en apuros a muchos comercios y que en su caso ha podido sacar a flote el negocio gracias al apoyo de los vecinos del pueblo. Ubicada en la calle Santikutz de Legazpi, la zapatería Urcelay nació en la bodega de un bar, allá por los años 40. Fue el padre de Rafael quien comenzó a hacer pequeñas reparaciones de calzado en un rincón del bar, hasta que en los 50 el bar cerró para dar paso a la zapatería.

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Curioso el inicio de la zapatería. ¿Cómo surgió el negocio?

-La zapatería nació en lo que era el bar Urcelay, cuando uno de los hijos de los dueños, que era mi padre, se puso a hacer arreglos en la bodega. Corría el año 1943, y dos años después, mi padre comenzaba a fabricar sus primeras zapatillas de casa y zapatos de señora. En realidad, él quería ser ebanista, pero terminó siendo zapatero, igual que me ha pasado a mí. En los años 50, el bar terminó cerrando y se convirtió así en la zapatería que conocemos hoy en día.

¿La gente sigue llevando los zapatos a arreglar, o ahora preferimos comprar unos nuevos?

-Es cierto que antes hacía más arreglos: tacones, suelas, etc. Suelo decir que la vida del zapato se puede alargar mucho si lo cuidas bien. El problema es que en el caso del calzado de calidad mediocre no suele compensar repararlo. Y te digo más, arreglar un buen zapato o uno malo suele costar igual, pero en el segundo caso debería ser más caro porque para los materiales sintéticos tenemos que utilizar diferentes colas y suele costar acertar. Antes había más jamón de Jabugo; ahora, en el calzado es más habitual el jamón de York, que llena la tripa igual, pero no es lo mismo. La pelea de los fabricantes es ofrecer calidad a buen precio.

Además de arreglos, ¿qué tipo de zapatos venden?

-Al ser una zapatería de pueblo, ofrecemos una amplia variedad: caballero, señora, niños, etc. Trabajamos con anchos especiales y hormas amplias. Cuando viene Charo ya sé que ella necesita un modelo con empeine. Me conozco el pie de mis clientes y ya sé qué calzado les encaja mejor.

¿Cómo le ha afectado la pandemia a su negocio?

-La pandemia ha sido lluvia sobre mojado, todos los problemas que ya tenía el pequeño comercio se han agudizado. Hace falta hacer más para apoyar al comercio local, menos decir, y más hacer. Cuando estalló la pandemia, estaba en la directiva de la asociación de comerciantes de Legazpi y nos tocó pelear mucho con las instituciones. Siempre digo que a mí me sacó a flote el pueblo y particularmente mis clientes. La tienda estaba cerrada pero me fueron haciendo reservas. Tanto es así que cuando volví a levantar la persiana ya tenía una treintena de pares reservados. Si algo bueno ha traído todo esto es que la gente se ha concienciado de la importancia de apoyar al comercio local.

"La vida del zapato se puede alargar mucho si lo cuidas bien. El problema es que si es malo no merece arreglarlo"

"Me conozco el pie de cada uno de mis clientes y cuando viene Charo ya sé que necesita empeine"