Se dice que el perro es el mejoramigo del hombre (y de lamujer se supone que también), pero un loro de Zumarraga vacamino de obligarnos a cambiar eldicho. Basta estar media hora con élpara que te entren ganas de llevártelo a casa: hace compañía, es gracioso y vacilón, tiene una esperanzade vida parecida a la de los humanos y no hace falta sacarle a paseartodas las mañanas. La pena que handado los pobres propietarios deperros las frías y lluviosas mañanasde noviembre...
El loro Paco es propiedad de Iñaki Amenabar, su mujer María Merino y su hijo Lander. Lleva en su casa18 años, por lo que es ya uno másde la familia. Cuentan que puedellegar a vivir 70 años. La de palabras que puede aprender todavía...
Lo adquirieron tras una vacaciones en Andalucía. “Estábamos enCórdoba y Lander vio un loro enuna tienda de caramelos. No secreía que fuera capaz de hablar,pensaba que su tío le estaba tomando el pelo. Cuando nos alejamos,volvió y comprobó que quien hablaba era el loro. Se quedó tan alucinado que su tío le regaló uno”. Lepusieron de nombre Paco porqueel de Córdoba se llamaba así. “Pacoes un yaco africano de cola roja.Vino de un caserío de Bizkaia, alpoco de nacer. Nos dijeron queempezó a hablar muy pronto”,cuenta María.
Comentan que aprende lo que élquiere. “A veces quieres que aprenda algo y no lo consigues. Después,de repente, ves que ha aprendidocualquier otra cosa”. Repite, sobre todo, las palabras que más se utilizan en casa: agur, ondoloin... “Utiliza esas palabras en el momentojusto”, dice Lander con orgullo.Además de educado, es generosocon el resto de los pájaros. “Lesecha su pienso a los pájaros pequeños que ve desde su jaula”. Y eshábil: pela las pipas y los caramelos antes de comérselos.
Pero no todo son virtudes. También le gusta vacilar y hacer travesuras. “Imita a las crías de los gorriones y a las tórtolas, ladra a los perros,imita la sirena de las ambulancias yel pitido de la marcha atrás de loscamiones, cuando suena el móvildice A ver...”, cuenta Iñaki. Porsupuesto, como buen loro, silba atodos los transeúntes. “Si estás en elbalcón, te pone en un aprieto”.
A María le hace renegar. “Cuandoestoy barriendo, echa pienso al suelo. Le digo Se acabó, Paco, para arriba, él también dice Se acabó, Paco,para arriba y deja de echar comida.Hablamos mucho. Cuando se enfada, dice Pesado”, añade María.
Es como un niño: cuando estáncomiendo, empieza a sacar ruido yno para hasta que consigue que leden algo. “Empieza a picotear la jaula y no para hasta que le das algo. Sive que coges el cuchillo jamonero,hace lo mismo. Le dices Toma, Pacoy él también dice Toma, Paco antesde comérselo. Cuando Lander eraniño, yo le decía Lander, a comer yPaco lo repetía”.
Con quien más habla es con Lander. Tenía solo 3 años cuando Pacollegó a casa, por lo que lleva casi todasu vida con él. Es el ojito derecho dePaco. Además de hablar mucho conél, se le pone en el hombro, se tirapara que le acaricie... “A Lander nole ha picado nunca y a nosotros, sí”,dice su madre un poco celosa.
Pero cuando le dejaron con unfamiliar para irse de vacaciones, eraa ella a quien llamaba. Al pobre Pacole entró una depresión. Se pasaba eldía llamando a María y perdiómuchas plumas. Desde entonces noquiere saber nada de volar. Antes,cuando lo sacaban de la jaula, volaba y volvía.
No ha recuperado las ganas devolar, pero sí la alegría. Le encanta cantar y bailar. “Si ve un poco deambiente, empieza a cantar y a bailar. Paquito el Chocolatero, la borda. Es capaz de aprender un discoentero”.