Ya estaba ahí cuando los abuelos de los abuelos de los hondarribiarras eran jóvenes, y ya entonces era antiguo. Ya estaba ahí durante el asedio francés de 1638, siendo el principal bastión que permitió la resistencia de la ciudad amurallada, celebrada todos los años el 8 de septiembre. Incluso antes de que Hondarribia se constituyera como tal en el año 1203, la construcción que preside el promontorio central de la Parte Vieja ya estaba ahí, aunque no con la forma con la que la conocemos.
Cuenta la historiadora María Isabel Astizarain en su escrito “El patrimonio militar de Hondarribia: el castillo y las murallas de Carlos V”, incluido en la publicación Historia de Hondarribia (2005), que, según la leyenda, el castillo original data de finales del siglo X y fue edificado por orden del rey Sancho de Abarca, cuando la zona aún pertenecía al Reino de Navarra. Aquella primitiva fortaleza fue reforzada unos 200 años más tarde por Sancho VII el Fuerte, y disponía de una planta cuadrangular, con torreones circulares en cada uno de sus ángulos.
Sin embargo, la primera certeza de la existencia de la fortificación se da en 1200, pues cuando Alfonso VIII tomó Gipuzkoa ya se encontraba allí. La ubicación del bastión, central en la configuración de la villa medieval, da buena cuenta de la importancia que tuvo como punto estratégico para la defensa del Bidasoa, permitiendo a Hondarribia resistir sendos asedios como el de 1476 por parte de tropas francesas, que viendo el poco daño que hacían a las murallas se retiraron a Bayona a los nueve días. De esa época existe constancia de la obligación de todos los vecinos de la villa de realizar turnos de guardia para evitar ser sorprendidos por el enemigo.
Tomando en cuenta la efectividad de ciudad en la defensa contra los asedios, fue Carlos V, en el siglo XVI, quien tomó la decisión de ampliar considerablemente la antigua fortificación, dotándola de una plataforma superior que permitiera la disposición de baterías de artillería y dando a su fachada principal el aspecto que presenta actualmente, con más de dos metros de piedra de grosor que le han permitido resistir innumerables impactos de balas de mosquete y de cañón, cuyas cicatrices aún son visibles.
Esfuerzo bélico A lo largo del siglo XV, durante el reinado de los Reyes Católicos, el esfuerzo bélico que se solicitó a Hondarribia fue enorme. La correspondencia entre Isabel la Católica y el alcalde del castillo era continua y en 1496 le exigió construir nuevas defensas en las murallas.
En 1638, en el marco de la Guerra de los Treinta Años, se produjo el sitio de Hondarribia, en el que la ciudad amurallada resultó vencedora tras resistir durante 69 días. Debido a la heroica hazaña, Hondarribia recibió el título de “muy noble, muy leal y muy valerosa ciudad”. En dicha contienda, el castillo recibió más de 1200 cañonazos y, a pesar de ello, no fue destruido, según César San José en Castillos y torres-fuertes del País Vasco (1994).
La Guerra de los Treinta Años finalizó con la firma de la Paz de los Pirineos, escrito que contemplaba la boda entre Luis XIV de Francia y María Teresa de Austria. El acto se formalizó en la isla de los Faisanes de Irun, aunque los novios y muchos de sus invitados se alojaron en la fortaleza hondarribiarra, incluyendo al pintor Diego Velázquez, encargado de organizar el evento como aposentador real.
En los siglos posteriores, comenzó una época de declive en la que la ciudad tuvo cada vez menor importancia como plaza militar. Así, el capitulo final del castillo de Carlos V como bastión tuvo lugar en 1794, año en el que, tras siete días de asedio, revolucionarios franceses consiguieron penetrar en Hondarribia, causando enormes daños a la fortaleza y volando gran parte de las murallas. A pesar de que la ciudad había caído en tan solo una semana, la investigación militar abierta tras la derrota determinó que los hondarribiarras habían luchado hasta el final y con valor, por lo que pudieron añadir “y muy siempre fiel” al título recibido en 1638.
abandono Hondarribia dejó paulatinamente de ser un punto estratégico militar y sus esfuerzos se centraron en actividades económicas ligadas a la pesca y a la agricultura, aunque poco a poco el turismo se fue afianzando en la ciudad. Mientras tanto, el castillo de Carlos V fue abandonado durante casi siglo y medio, pasando a ser de titularidad privada durante un tiempo. En 1928 la reina María Cristina visitó la ciudad y al ver el estado en el que se encontraba la edificación, instó al Consistorio a comprarla, cosa que la entidad municipal hizo al año siguiente.
En 1959, en la celebración del tricentenario de la Paz de los Pirineos, la fortaleza fue reformada por el arquitecto irundarra Manuel Sainz de Vicuña, con la construcción de dos entreplantas para la celebración de una exposición internacional que conmemoró el acuerdo. Finalmente, en 1966, el Ayuntamiento cedió el edificio al Estado y dos años después se adaptó, con la proyección de un bar en la planta baja y dos salones abiertos a la gran bóveda en la planta superior, transformándose en uno de los hoteles de la red estatal de Paradores. En aquella actuación también se modificó el exterior del bastión en la cara que da a la bahía de Txingudi. En dicho espacio existían edificaciones en ruinas, como los polvorínes o la antigua residencia del gobernador, espacio que a día de hoy alberga las habitaciones del Parador.
50 aniversario De esta forma, el castillo de Carlos V volvió a ocupar la posición central que siempre había ostentado en Hondarribia. El pasado 18 de septiembre se cumplieron 50 años desde que el parador comenzó su actividad y este pasado jueves tuvo lugar entre sus muros un acto conmemorativo al que acudieron la viceconsejera de Turismo y Comercio del Gobierno Vasco, Isabel Muela, y el primer teniente de alcalde del municipio, Juan Mari Altuna, evidenciando la importancia, no solo histórica, sino también actual, de la edificación.
Si en su día fue relevante por ser una inexpugnable fortaleza en un enclave fronterizo, hoy lo es por ser uno de los puntos turísticos más importantes de la ciudad. Sin duda, la piedra angular, el corazón de Hondarribia.
Finales del s. X. Se dice que el rey navarro Sancho de Abarca construyó una fortaleza que más tarde sería reforzada por Sancho VII el Fuerte.
Siglo XIII. Primeras evidencias reales de la existencia del castillo con la conquista de Alfonso VIII. En el sello utilizado por el concejo de la villa en 1297 aparece un castillo.
Siglo XV. La preocupacion de la reina Isabel la Católica por todo lo que ocurre en la frontera es constante y en 1496 ordena construir nuevas defensas.
Siglo XVI. En 1638 se produce el sitio de Hondarribia, en el que el castillo recibe más de 1200 descargas de artillería y resiste.
Siglos XIII y XIX. La ciudad cae en 1794 frente a revolucionarios franceses que causan grandes pérdidas en la fortaleza y las murallas. El castillo es abandonado durante siglo y medio, cayendo en manos privadas.
Siglo XX. El Ayuntamiento recupera en edificio en 1929 a sugerencia de la reina María Cristina. En la década de los 50 Saínz de Vicuña lo reforma para una exposición internacional. En 1966 se cede el edificio al Estado, que lo adapta y lo convierte en Parador estatal en 1968.