Donostia está de moda como destino turístico y de Donostia salen recuerdos inmateriales y también materiales. En la retina de quienes visitan la capital de Gipuzkoa quedan impresas las imágenes de su bahía y sus paseos, en su paladar se graban los sabores y aromas de tierra y mar, pero en sus maletas ocupan un espacio privilegiado, y cada vez más, recuerdos especiales, de esos que no se producen en serie y que, cuando se miran, evocan la brisa del Cantábrico y los buenos ratos pasados.
En Koloreka, en la calle San Jerónimo, el arte se vuelve recuerdo. Nerea Urrestarazu hace cuatro años comenzó a vender sus montajes en la calle de la mano de la Asociación Artística de Gipuzkoa, desde donde le recomendaron hacer “cosas pequeñas” con la ciudad como icono. Nerea retrata lugares y situaciones especiales y les da una y mil vueltas para obtener texturas diferentes y volver, al final del proceso, a plasmarlas en papel.
Sus pequeñas-grandes obras crean cierta adicción ya que, explica, varias personas que han visitado la ciudad y que compraron uno de sus cuadros han repetido, lo que supone el mejor de los reconocimientos. Quiere Nerea que Koloreka crezca entre los donostiarras y en ello está. De momento su clientela se reparte al 50% entre turistas y donostiarras. Mientras, en su pequeña y clara tienda de la Parte Vieja también vende alguna camiseta con sus singulares estampaciones, más que nada, por eso de quitar al público un cierto temor a encontrarse con “una galería de arte”.
Muy cerca, en la tienda Alboka se quiere huir del concepto de tienda de souvenirs y apuestan más por la idea de artesanía hecha cerca y con cariño. Desde que echó a andar en 1989, este comercio situado en el corazón de la Parte Vieja, en la plaza de la Constitución, ha ido evolucionando e incorporando regalos y recuerdos que atraen a los que llegan de fuera y a los que viven en la ciudad.
Como no podía ser menos la barandilla de La Concha o el Peine del Viento tienen una importante presencia en Alboka aunque adoptan formas diferentes. La emblemática obra de Chillida, plasmada de diversas maneras -en cerámica, en forma de joya o en textil- es muy demandada por los turistas, y los autóctonos se decantan por recuerdos que se repiten de generación en generación, como los baberos con los nombres bordados en la típica tela de mantel vasco
Las marionetas que reproducen los personajes mitológicos y festivos más conocidos, las cabezas de los cabezudos que tantas carreras han provocado o las argizaiolas y eguzki lore que se siguen solicitando, comparten espacio con pequeños trabajos en madera que un carpintero local elabora con descartes en los que graba imágenes de la ciudad o con figuras de barro con cocineros de la tamborrada, seguidores de la Real o remeros, modelados por una ceramista de Gasteiz.
Gracias a los jóvenes
Los jóvenes donostiarras viajan, y mucho. Lo notan en Alboka, donde se han convertido en buenos clientes para llevar allá a donde vayan desde libros a manteles, regalos que también eligen cuando los amigos que han hecho en sus viajes o estudios “se casan y les invitan”.
Desde los hoteles envían hasta la plaza de la Constitución a sus clientes para comprar las “makilas”, símbolo de posición de mando que adquieren quienes tienen un mayor poder adquisitivo. Como moda que comparte aires franceses y muy de la tierra, las boinas de Elósegui de colores, desde el rosa al verde.
Desde 2016, este comercio que es atalaya sin igual para testar la afluencia de turistas, ha constatado que ya en primavera, verano, otoño e invierno llegan sin cesar visitantes a una ciudad que “se vende sola”.
En un lugar de paso para los turistas de sitúa también Koko Deko, donde la francesa Coralie y su socia han constatado que las bolsas, toallas o cestos con firma Donostia, son muy solicitados por los visitantes pero también por los donostiarras que “adoran su ciudad y están muy orgullosos de ella”. “Los donostiarras que viven fuera echan de menos su ciudad y siempre dicen que quieren volver, por eso se llevan cosas que se la recuerdan”, explica.
Quienes viven aquí les dan pautas a seguir. El pasado año en algunas de las toallas-pareo que comercializan incluyeron el nombre Donostia-San Sebastián. Pero la clientela autóctona prefiere “que se ponga solo Donostia” y así lo hicieron. Es más, cuando bordaron las toallas con el nombre de Donosti sus clientas les corrigieron, “lo decimos así pero es incorrecto, el nombre es Donostia”. Las cestas con la leyenda San Sebastian, sea & sun, las bordan las dueñas de la tienda, que se definen como “muy apañaditas” .
En la plaza de Bilbao, donde se ubica este comercio, los turistas que llegan de la estación de autobuses pasan, miran y entran. Preguntan por estos objetos y por los llamativos cactus de esparto que elabora un artesano andaluz. En un local pequeño y lleno de detalles se pueden hallar también las bolsas de tela con temática donostiarra diseñadas por Sisters and the City, una pareja de donostiarras, Ido y Su, que arrasan en las redes .