Los jóvenes de Errezil son conocidos por su afición a los vehículos deportivos. En Urretxu y Zumarraga, en cambio, a los jóvenes baserritarras les gustan los bueyes. Es curioso que en un pueblo rural gusten los coches y que en dos pueblos con tradición industrial gusten los bueyes. Quizá sea porque los chavales de los caseríos de Urretxu y Zumarraga se sienten responsables de mantener vivas las tradiciones rurales. Para hablar acerca de la afición a los bueyes hemos estado con la familia Izagirre de Urretxu y con el zumarragarra Aritz Zaldua.

Los Izagirre son toda una institución en Urretxu. Son los propietarios del palacio Ipeñarrieta y sus bueyes han participado en todas las ediciones del desfile de carrozas de la Euskal Jaia. Inixio le contagió su pasión por los bueyes a su hijo Asier y este ha hecho lo propio con sus hijos Ander y Joanes, de 14 y 12 años respectivamente. “Cuando yo nací había bueyes en esta casa y seguiremos con ellos. Antes los utilizábamos para la labranza y para los trabajos del bosque. Además, no había carretera y bajábamos al pueblo con los bueyes. Vendíamos leña a las panaderías y a los particulares y traíamos paja o pienso de vuelta”, explica Inixio.

Cuando llegaron los tractores, dejaron de utilizar los bueyes para trabajar y decidió darles otra utilidad. “Empecé a tomar parte en las pruebas de arrastre de piedra. Tuve suerte y gané la primera en la que participé: fue en Zumarraga”.

A Izagirre le encantan los bueyes. “Siempre los he conocido en casa y, por lo tanto, es un animal que me gusta. Hoy en día son mi hijo y mis nietos los que se encargan de los bueyes de casa, pero todos los días les hago una visita. Les suelo acariciar, hablar... Me da alegría verlos. Somos muchos los baserritarras mayores que no sabemos vivir sin bueyes. Los necesitamos en el establo. Aunque sea como adorno. Hay que darles de comer, pero esta es nuestra afición. Lo que otros gastan en los bares, nosotros lo gastamos en bueyes”.

Como es lógico, le alegra que a su hijo y a sus nietos también les gusten. “Me gusta verles con los bueyes. Mejor eso que estar haciendo el tonto en la calle... El nieto mayor, en cuanto come, junta los bueyes y los lleva a dar una vuelta al monte. Ha participado ya en pruebas de arrastre de piedra. La gente se extraña al verle tan joven, pero ha visto muchas pruebas desde niño. Va hasta la otra punta de Bizkaia con su padre. Todo esto significa que en Ipeñarrieta van a seguir habiendo bueyes durante muchos años”.

Su nieto Ander le da la razón. “No es muy corriente ser aficionado a los bueyes desde tan joven, pero en Ipeñarrieta es lo que siempre hemos vivido. Además, estos bueyes los compraron para mi hermano y para mí y eso hace que trabajemos con más ilusión”.

En Zumarraga también hay jóvenes aficionados a los bueyes. Uno de ellos es Aritz Zaldua, del caserío Sagaspe. “En otros lugares se ha perdido la tradición, pero aquí no. Todos los años se organizan tres pruebas de arrastre de piedras. Yo creo que la Euskal Jaia de Urretxu ha ayudado mucho. Para arrastrar las carrozas hacen falta bueyes y eso nos anima a mantenerlos”.

En Sagaspe recuperaron los bueyes cuando Aritz era un niño de 10 años. Ahora tiene 34. “Cuando trajeron el tractor quitaron los bueyes, pero el aita siempre estaba diciendo que los iba a recuperar y así lo hizo. Desde entonces hemos tenido seis o siete parejas de bueyes. Los últimos son nacidos en Zumarraga, en el caserío de mi primo Xabier: Gurrutxazpi”.

Igual que otros jóvenes rivalizan por tener el coche más bonito, en Urretxu y Zumarraga compiten por tener los bueyes más fuertes. “Hay un pequeño pique entre nosotros y eso te hace seguir en este mundo. Además, el buey es un animal bonito y honrado. Todavía lo utilizamos para sacar pinos en terrenos escarpados donde no se puede trabajar con el tractor”.

Habla con pasión, a pesar de que hace un par de años tuvo un gran susto con un buey. “Habíamos trabajado en el bosque y, de vuelta a casa, uno me golpeó por detrás. Se veía que le gustaba atacar, pero creí que sería capaz de quitarle esa mala costumbre y para cuando me di cuenta me atacó. Me rompí la tibia y el peroné”.

A pesar de esa mala experiencia, no ha quitado los bueyes. “Quité solo ese buey. Lo que sucedió, fue porque ese ejemplar era así. El que tiene un accidente con el coche tampoco deja de conducir. Hay que seguir adelante. Puede volver a pasarme, pero también puedo tener un accidente en cualquier otra circunstancia”.