Los negocios familiares requieren de gran esfuerzo para que salgan adelante. Con trabajo y constancia, se puede llegar a conseguir un nombre y encontrar un lugar en el mercado. En ese momento, para muchas familias, llega una decisión o un problema al que hacerle frente: se necesita la continuidad de las generaciones. Y aunque parezca que no es importante, es tanto como el llegar a tener un negocio rentable. Depende del negocio, claro; pero cuando ese negocio está sujeto al primer sector, puede que suene que sea más difícil conseguir esa continuidad. En el caso de la familia Insausti afincada en el caserío Iztueta de Lazkaomendi, y que está detrás de los lácteos Iztueta, también paso algo parecido, aunque con final feliz. Después de cuatro generaciones, una de las hijas de la familia, Ainitze Sala, ha querido seguir con el negocio de Iztueta, que además, presenta una imagen renovada.

A principios del siglo XVII la familia Iztueta construyó un palacio en el lugar del viejo caserío que tenía cientos de años. Era la época de la Ilustración y los Iztuetas, que eran una familia poderosa, vivían en otro lugar habiendo dejado la casa de nacimiento vacía. Después de estar Iztueta Azpikoa muchos años vacío, en el año 1777 Gaspar Ignacio Insausti Arteaga y Maria Josepa Maiz Asura compraron el palacio y le dieron naturaleza de caserío, dando lugar al comienzo de la actividad que tendría a lo largo de los próximos siglos. Este fue el comienzo de la familia Insausti en el caserío Iztueta Azpikoa. En aquel principio vivían de lo que sacaban de los árboles frutales, pero en las siguientes generaciones se especializaron en el ámbito de la leche de vacas que vendían en Lazkao.

En el año 1925, apunta Marije Insausti que comenzaron la venta directa de leche, trayéndosela desde el caserío hasta el centro de la villa. “Mi abuelo Jose Mari comenzó a llevar la leche desde el caserío para venderlo en Lazkao”. En aquel entonces eran muchos los caseríos que hacían eso. Años más tarde, recuerda Insausti que su abuelo comenzó a utilizar el burro como medio de transporte, y más adelante una pequeña furgoneta. “Mi madre ya transportaba leche en el coche”, matiza. Así ha ido pasando la cultura del caserío de generación en generación en la familia Insausti. “Siempre hemos ido paso a paso haciendo nuestro camino”.

Ya en el año 1995 decidieron comenzar a meter la leche en bolsas de plástico, lo que hasta entonces hacían con las marmitas. “Con el cambio ganamos mucha calidad”, afirma Insausti. Después empezaron a vender esa leche pero pasteurizada, y años más tarde, en el 2009 dieron un paso más y pusieron máquinas de vender leche que se pueden encontrar en varias localidades de Goierri como Lazkao, Beasain y Ordizia.

Iztueta contaba, y cuenta, con dos objetivos muy claros. El primero es que el caserío siga como tal, trabajando en un modo sostenible y ofreciendo los productos de primera calidad a la ciudadanía. En segundo es seguir cuidando de la naturaleza y el paisaje “para que todos podamos seguir disfrutando no sólo de los alimentos, sino también de todo lo que nos ofrece la naturaleza”.

nuevos tiempos Hace unos diez años Mariaje Insausti le planteó a su hija Ainitze Sala si quería seguir con el legado de Iztueta: “Me dijo si quería seguir y ser parte del futuro”. Después de analizarlo bien, ella decidió dar un sí por respuesta y asumir las responsabilidades que conlleva ese puesto. “Hoy en día tenemos un gran reto los caseríos de Euskal Herria”, afirma. De hecho, ellos también piensan que hay que seguir avanzando y por eso en estos años han creado nuevos productos. “A parte de la leche, también producimos y vendemos más productos lácteos como yogures y helados”. Sala recalca que la leche da mucho margen para seguir creando e innovando. “La leche es una materia prima con muchas cualidades y calidad”.

A pesar de contar con un producto de gran calidad, también han querido darle una vuelta a su imagen “para que los compradores perciban a primera vista que es un producto de gran calidad y vasco”, dice Sala. De este modo, cada producto suyo tiene un color distinto, para que se identifiquen a primera vista. Bajo el lema vivimos gustosamente (”esnetan bizi gara”), dan el salto al gran mercado que hasta ahora les ha recibido con los brazos abiertos. Un trabajo que tiene como recompensa un nombre, y seguro que continúa por más generaciones.