El puente de la calle Campanario sobre la calle Puerto era, en realidad, un túnel y es una de las huellas que ha llegado hasta el siglo XXI para recordarnos cómo era la Donostia anterior al incendio de 1813. Hay algunas más repartidas por las calles de la Parte Vieja, algunas visibles (como las iglesias de Santa María y San Vicente) y otras escondidas bajo los edificios. Y es que prácticamente todos ellos están construidos más de un metro más arriba que sus antecesores, los que fueron calcinados hace ahora 203 años.
El arquitecto José Javier Pi Chevrot lleva algunos años investigando y, junto con un equipo (Irukiark) en el que también se han implicado jóvenes creadores de videojuegos, han recreado en una pantalla de ordenador cómo era la ciudad a principios del siglo XIX. El vídeo y el paseo virtual en 3D por aquellas calles se presentó el año pasado en Donostia y ahora está expuesto en el Museo Vasco de Baiona. Sin embargo, en un paseo real por las calles actuales de la Parte Vieja, Pi Chevrot también es capaz de descubrir las pistas necesarias para vislumbrar el pasado de la ciudad.
Una de las claves para entender aquella Donostia es que estaba más inclinada: la zona cercana al puerto era una colina y desde ella las casas de los donostiarras más antiguos miraban al mar escalonadas, a modo de anfiteatro. “Por eso el puente de Campanario es, en realidad, un túnel que atravesaba la colina hacia el puerto y la calle Puyuelo (actual Fermín Calbetón) recibió su nombre del término gascón puyo, que significa sima, y mantiene todavía una ligera inclinación hacia arriba en la cercanía del puerto”, explica Pi Chevrot. Sin embargo, tras el incendio el arquitecto Pedro Manuel Ugartemendia planteó rebajar la colina ligeramente y elevar la cota del resto de calles y construcciones de la Parte Vieja para igualarlas.
Ubicada sobre esa loma se alzaba hasta entonces la antigua torre campanario de Santa María, de la que el año pasado el equipo de Pi Chevrot realizó una réplica que colocaron en el interior de la iglesia. Al estar, además, a más altura que el resto de la ciudad, era una de las primeras imágenes que se veían de la ciudad tanto al acceder por mar como desde el camino de Hernani. La torre gótica fue construida en el siglo XIII y, aunque sobrevivió al fuego, desapareció en 1817. Sin embargo, dejó un rastro en la casa-torre que acoge hoy la sociedad de Gaztelubide, ya que estaba pegada a ella, y todavía es visible: la fachada principal se renovó, pero la que da al puerto es básicamente la original y en ella se percibe una línea vertical del lugar en el que el campanario partía de la casa. El edificio que alberga Gaztelubide fue la casa de Okendo y es, además, la última casa torre medieval que queda en la Parte Vieja, donde en otros tiempos eran más habituales.
En esa zona cercana a Urgull y alrededor de la calle Campanario, “que todavía hoy conserva un ambiente diferente al del resto de la Parte Vieja”, según apunta Pi Chevrot, se mantienen también tres edificios más que ya estaban ahí antes del incendio: los de los números 8 y 10 de la calle Virgen del Coro, que albergan en sus plantas bajas la sociedad Aizepe y el bar Akerbeltz. También parece original el edificio que fue ocupado en 2011 en la subida a Urgull, bautizado como Uxotegi, aunque en la actualidad está bastante deteriorado.
plaza nueva Además de casas torre, en la Donostia de antes del siglo XIX también eran habituales los palacetes que competían por sus portadas con sus vecinos a un lado y a otro de la calle Mayor. En la nueva ciudad que se reconstruyó tras el incendio, en cambio, Ugartemendia cambió la tipología y apostó por edificios más similares unos a otros. Aunque en 1814 él presentó un proyecto más atrevido, a petición de los donostiarras reconstruyó la estructura de la ciudad en términos muy similares a la anterior. Primaron conceptos más prácticos y utilitarios que mejoraron la higiene de la ciudad e hicieron más rectas y anchas las calles. Aunque Pi Chevrot insiste en que la Donostia anterior ya era una ciudad bastante mejor que otras de la época, “con farolas en las esquinas como en Burdeos o París, según algunos escritos”, además de “un puerto importante por el que, por ejemplo, comenzó a entrar en Europa el chocolate a través de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas”.
La entonces conocida como Plaza Nueva (la actual plaza de la Constitución), diseñada por Hércules Torelli a principios del siglo XVIII, fue también de las primeras de todo el Estado. La hizo vaciando una manzana de viviendas y la remató con el edificio del Ayuntamiento, un inmueble de fachada barroca y aire italiano que, aunque fue destruido en el incendio, sirvió como modelo para muchos ayuntamientos guipuzcoanos construidos en aquella época que siguen hoy en pie.
Aunque Ugartemendia sustituyó la construcción anterior por un edificio neoclásico y más sobrio, la fachada del antiguo consistorio está ilustrada en un pequeño panel de cerámica colocado en una de las paredes del edificio de la actual biblioteca con motivo del bicentenario del incendio. En él, se ve, además de un bertso del cronista Jose Bizente Etxegarai, que la plaza estaba a una cota ligeramente inferior que las viviendas de alrededor, con el objetivo de que el agua encharcara la plaza pero no entrara en los edificios.
31 de agosto Con la reconstrucción de la ciudad se eliminaron, además, parte de las murallas medievales que cerraban la ciudad tras la calle Embeltrán pero algunas investigaciones realizadas han llegado a encontrar en la cocina del actual restaurante La Muralla ruinas de la base de la casa-torre del preboste, ubicada en la esquina con Narrica, y Pi Chevrot aventura que habrá bastantes más restos bajo los edificios de Embeltrán.
El fuego que asoló Donostia durante una semana arrasó todo lo que encontró a su paso hasta llegar a la actual calle 31 de Agosto, entonces llamada Trinidad. La iglesia de San Vicente, el edificio más antiguo de Donostia (acabado en 1560), fue uno de los refugios a los que acudieron los donostiarras que se quedaron en la calle. Otro fue el claustro de la antigua iglesia de los jesuitas en San Jerónimo: aunque la iglesia se eliminó antes del incendio, en la actual plaza de la Trinidad se ven todavía los restos una de las paredes del claustro que, además de hospedar a los donostiarras tras el incendio, se utilizó también como cárcel durante el siglo XIX.
Precisamente junto a la plaza de la Trinidad queda uno de los edificios previos al incendio mejor conservados: aunque ahora la fachada muestra ladrillos rojos, entonces estaría cubierta por cal pero las vigas de madera originales son perfectamente visibles. Al principio de la calle 31 de Agosto también hay varios bloques previos al incendio en los números 12 y 14, cerca de San Vicente, y otros que fueron reconstruidos sí mantienen las plantas bajas originales. Al igual que todas esas piedras y madera, también la fuente barroca de los dominicos en la plazoleta de Valle Lersundi fue testigo de las llamas que arrasaron la ciudad y su posterior reconstrucción.