El silencio que convive con las cinco monjas Agustinas que residen entre los muros del monasterio de Aretxabaleta es estos días menos sigilo con una mudanza a la vuelta de la esquina. Nekane Aginagalde, Milagros Juaristi, Rosario Aldazabal, Juana Mari Guisasola y Arantxa Jaka van a echar el cierre a la que ha sido su casa a lo largo de muchos años (para alguna durante casi siete décadas). Dejan el convento que en sus 111 años de presencia en este municipio se ha labrado su propia historia, para seguir desempeñando su labor religiosa dentro de la misma Orden, en Errenteria. "Estamos en pleno corazón del pueblo", señala con especial énfasis la hermana Arantxa Jaka, que no oculta que este cambio de residencia supone "una ruptura del corazón muy grande".
Las Agustinas abandonarán Aretxabaleta, pero lo harán con la maleta repleta de muestras de cariño y agradecimiento por su más de un siglo de servicio a esta localidad. "Una de las características de nuestra congregación es que nos hacemos muy del sitio donde estamos destinadas. Conocemos a su gente y les ponemos nombre y rostro. Así que nos llevamos al pueblo con nosotras", asegura esta monja donostiarra de nacimiento, que recaló en Aretxabaleta hace 24 años.
La despedida oficial será hoy en la misa que se oficiará en la parroquia a las 11.30 horas. La marcha de las religiosas, sin embargo, se hará de forma escalonada hasta que vayan recogiendo sus pertenencias. No obstante, a partir de hoy la iglesia del monasterio de Nuestra Señora de la Consolación quedará cerrada al culto.
"Tenemos que asumir las nuevas realidades que son comunes a todos los monasterios. La reducción de personal motivado por una disminución de las vocaciones, además de la edad que están alcanzando algunas de las monjas nos ha llevado a adoptar esta decisión. Dentro de las fuerzas que tenemos, llevaremos un proyecto conjunto con nuestras hermanas de Errenteria", explica Jaka. La Orden de las Agustinas ha contado con cuatro monasterios en Gipuzkoa: los de Mendaro y Mutriku, que ya echaron la persiana; el de Aretxabaleta que pronto seguirá el mismo ejemplo, y el errenteriarra que será el único que se mantendrá abierto con diez inquilinas.
Convento y educación Hay que remontarse a casi cinco siglo atrás para comenzar a narrar la historia en Aretxabaleta de la comunidad de vida contemplativa de las Agustinas que tuvo su germen en Arrasate, en el beaterio que formaron un grupo de mujeres que vivían la religión entre sus iguales a los que ayudaban. En 1545 la Iglesia les pidió que se constituyeran bajo una Orden religiosa y así se fundó el monasterio en el arrabal de Zarugalde que funcionó hasta 1904.
"Con la invasión napoleónica se convirtió en caballeriza y las monjas tuvieron que salir del convento. Una vez finalizada la contienda, regresaron pero la casa estaba en malas condiciones y empezaron a buscar una nueva sede", cuenta la religiosa donostiarra. Terminaron por establecerse en Aretxabaleta tras comprar el viejo balneario de Otalora al que se trasladaron el 4 de febrero de 1904.
Hace 36 años, con el crecimiento industrial se vio la necesidad de edificar viviendas y las monjas cedieron al Consistorio terrenos de su propiedad, a cambio de la construcción del monasterio actual que se estrenó en diciembre de 1979. Gracias a esta operación se levantaron la antigua residencia, hoy hogar del jubilado Basotxo, y los pisos de Errekabarren.
Las Agustinas dejan atrás también un reguero de historia vinculado a la educación. "Hacia la década de los 50-60 del siglo pasado, la Iglesia permite abrir colegios en los monasterios para mejorar su condición económica y para que las monjas tuvieran un modo de vida digno. En Aretxabaleta había una petición en el pueblo de poner en marcha un colegio con valores cristianos", expone Arantxa Jaka.
La dedicación a la docencia afrontó diversas etapas en sus 47 años de andadura. "En un tiempo fueron clases nocturnas de francés, guitarra, costura Después hubo un momento que la oferta educativa abarcó hasta los 16 años: femenina, mixta El último periodo fue de Educación Infantil y concluyó hace nueve años con el cierre del colegio", recuerda la religiosa Agustina, que destaca que la comunidad de Aretxabaleta se ha definido, asimismo, por ser "abierta a la escucha y necesidades de la gente".
En negociaciones con el edificio Una de las preguntas que aflora es qué va a pasar con este goloso edificio, enclavado en una zona privilegiada. Las negociaciones con el Ayuntamiento están en marcha. "De algún modo, la pelota está en el tejado del Consistorio. El espacio tiene una calificación de fin social y por su ubicación puede ser muy interesante para cubrir necesidades sociales y reales que hay en la localidad", opina Arantxa Jaka, que aboga por darle una salida adecuada para el mejor uso del pueblo en condiciones justas para ambas partes". "No queremos hacer negocio ni especular, pero el monasterio es fruto de nuestro trabajo y tenemos que seguir viviendo", sentencia.
Por su parte, el alcalde, Unai Elkoro remarca el emplazamiento "estratégico" del monasterio "para hacer frente a diversas necesidades". El primer edil no pasa por alto la situación económica de las arcas locales y mira al coste que podría suponer la futura utilidad del convento, que "creemos que debe tener un uso público". Se muestra rotundo: "No recalificaremos el terreno para hacer viviendas".