zarautz sigue en una nube. Lo que lograron las chicas del Aiala ha llenado de ilusión y alegría el municipio. Las imágenes del caluroso recibimiento que tuvieron hace una semana, al volver de Oviedo, tras ascender a la máxima categoría del balonmano femenino, hablan por si solas. El arduo trabajo realizado ha sido recompensado.

A pesar de que son muchos los foráneos que relacionan Zarautz solo con el surf, el balonmano es un deporte muy arraigado en la villa costera. Tanto es así que todas las familias de la localidad cuentan con algún miembro que ha jugado o juega a balonmano. Incluso varias generaciones de una misma familia han dedicado su vida a esta disciplina. El éxito se debe a los numerosos voluntarios que trabajan para sacar adelante los equipos y a la incondicional e incomparable afición. Todos ellos consiguen hacer que el balonmano sea uno de los deportes estrella de Zarautz.

“Hemos hecho disfrutar a mucha gente. Es una satisfacción que no tiene nombre”. Esas fueron las palabras del entrenador Martin Larrañaga al regresar del triunfo contra el Sporting La Rioja por 26-24, logrando el ascenso a División de Honor. Y esa sensación la conocen bien también los que ya la vivieron hace 32 años. Y es que el sábado fue la segunda vez que se cumplía el sueño en tres décadas. La primera tuvo lugar en 1983, cuando las antiguas jugadoras de Zarautz acudieron a Valladolid y lograron además del ascenso, volver con la copa de campeonas de España. Aquel día las chicas que comenzaron a practicar balonmano en los años 1977 y 1978 lograron llenar de emoción la localidad, tal y como ocurrió hace una semana.

Las mujeres que conformaron el equipo de la temporada 1982-1983 han celebrado el triunfo del Aiala de forma aún más especial, si cabe. Entonces como protagonistas y ahora como fieles seguidoras de las campeonas. Este periódico ha querido conocer lo que han sentido y las ha reunido en el lugar donde en su época se disputaban los partidos de balonmano, en la plaza de la Munoa. Casi el equipo al completo acude a la cita con muchas ganas de recordar miles de anécdotas. Algunas de ellas se animaron a acudir a Oviedo para no perderse el acontecimiento del año y rememorar lo que ya vivieron hace tres décadas. Tere Lopetegi fue una de ellas: “Nos pusimos cerca de las jugadoras y sentíamos todo su nerviosismo. Fue un partido de mucha presión y hasta los últimos cinco minutos estuvimos a un tanto arriba o abajo. Pero cuando ganaron, ¡casi se cae la grada! (risas). Y empezamos a llorar”.

A Lopetegi le sorprendió el recibimiento del domingo: “Sabíamos que estaban preparando algo pero que saliera todo el pueblo... ¡fue increíble! ¡Las chicas no sabían ni qué hacer! Estaban emocionadísimas al ver a toda la gente llorando. “Pero, ¿qué hemos hecho para que todos estén aquí?”, se preguntaban”.

“Personalmente es un logro tremendo porque han trabajado muy duro y si no llegan a ganar, el año que viene tenían que empezar de cero. Es su premio. Consigan lo que consigan el año que viene, ya tienen ese recuerdo para toda la vida”, señalan. “El entrenador Toño González-Txabarri nos decía hace 32 años, “esto se vive solo una vez, ¿eh?”, pues le ha tocado vivirlo dos veces”, añaden sonrientes dejando ver la complicidad entre ellas. “Zarautz ha ido a cuatro fases y ha subido dos. Eso no ocurre en muchos clubes. Se hace un gran trabajo. ¡Chapeau!”, exclama la zumaiarra y la veterana del grupo Arritxu Salegi. El sábado pasado fue inevitable recordar lo sucedido hace 32 años en Valladolid. “Marijo Aizpurua tiró el balón cuando faltaban cinco segundos y entró. ¡Fue tremendo y no hacíamos más que llorar!”, destaca Lopetegi. “Recuerdo que nuestro entrenador, Paben Solabarrieta, era muy nervioso y se alejó un momento a pegar puños a un tablero que había allí para descargar tensión”, recuerda Marijo Aizpurua, entre risas. Pero esa presión no la vivieron hasta el último momento. Acudieron al partido decisivo con la satisfacción de haber llegado a la final, tranquilas, pensando que ya habían logrado “lo más importante”. Ni se imaginaban que quedarían campeonas de España y conseguirían el ascenso a la máxima categoría. Tanto es así que no dudaron en pegarse una buena juerga el día anterior. “A Marijo aún le dura el cabreo”, bromean. “No, no. Se me fue al ganar”, responde. “Los chicos del Barcelona jugaban también contra el Valladolid y nos cruzamos en el túnel del vestuario y les preguntamos qué iban a hacer después. Quedamos en la discoteca. ¡Cómo íbamos a dejar pasar esa oportunidad!”, aclaran sin dejar de soltar carcajadas.

Partidos en la Munoa

Al día siguiente, entre la resaca y el nivel de sus contrarias, no contaban con muchas papeletas para conseguirlo. “Las jugadoras de Madrid eran muy buenas. ¡Extraterrestres!”, señalan. Pero llegó el logro y la alegría fue mayúscula. “Imagínate la emoción que llevábamos encima que nos dejamos a dos en el camino”, explican. En aquella época no había teléfonos móviles ni redes sociales así que no corrió la noticia tan rápido como la semana pasada. Lo primero que quisieron hacer fue llamar a las chicas del Aiete para informarles de su logro. “Fuimos a una cabina y se olvidaron de nosotras. Como sabíamos dónde estaba el autobús fuimos allí. Aparecieron horas más tarde. ¡Y nosotras sin comer!”, detalla Elena Azpeitia que vivió la aventura con la entonces portera Ane Arregi. Regresaron con la copa un domingo y había baile en Musika plaza. “Estaba la plaza llena y nos recibieron con una rosa y un mensaje que nos entregaron los chicos de balonmano”, recuerdan con emoción.

Todo ha cambiado mucho desde entonces. Tampoco contaban con el actual polideportivo y los partidos se disputaban en la plaza de la Munoa. “El balón solía estar pegajoso por el salitre y se nos metían las piedrecillas en las rodillas. Mi padre me las sacaba con pinzas después”, explica Mari Carmen Andonegi, alias Getai. No había muchas opciones para hacer deporte para las féminas y casi comenzaron a jugar por casualidad. “Me preguntaron si quería jugar. Me puse de pie, enseñe las manos y me dijeron, “¿cuándo empezamos?” No sabía ni lo que era el balonmano”, indica Salegi. Jugó primero en Pasaia y tardaba horas en volver a casa porque hacía autostop y vivía en Oikia: “¡Había veces que regresaba a casa a las 3.00 de la mañana!”. Numerosas anécdotas que no olvidarán jamás. La olímpica Karmele Makazaga se incorporó al equipo al subir a División de Honor: “Le daba el pecho a mi hija en los descansos. Ha mamado el balonmano desde la cuna”. “Somos como una pequeña familia. Mira cuánto tiempo ha pasado y seguimos siendo amigas”, explica Koro Ondarra. Tres décadas está claro que la emoción por el balonmano sigue vibrando de la misma forma en Zarautz.