donostia - Hijo del joyero, pintor y dibujante de La Codorniz Rafael Munoa, y de la bailarina y profesora de danza María Teresa Fagoaga, Claudio Munoa no puede evitar su vena artística. En su local de la calle Aldamar, que esconde un taller y una biblioteca especializada, defiende el pequeño comercio, aunque cree que se debe adaptar a las circunstancias.

¿Casa Munoa, un clásico del comercio donostiarra, es tienda o taller?

-Vendemos joyas hechas aquí y antiguas, vendemos perlas y piedras, también restauramos joyas antiguas, transformamos piezas que están demodés y así se reciclan. Se funde el metal con varias piezas rotas, por ejemplo, y hacemos un nuevo diseño con viejas pitxias.

¿Quedan muchos talleres de joyería en Donostia?

-Algunos. Nosotros hacemos la obra entera, que significa la fabricación de todas las piezas. Sacamos de fuego, que quiere decir dejar la pieza terminada sin necesitar ninguna soldadura más. Luego engastamos y dejamos la joya pulida, terminada y, si es necesario, grabada. 100% artesanal.

¿Siempre quiso ser joyero, seguir la estela de su familia?

-No. De pequeños todos tenemos fantasías. A mí me gustaban mucho los aviones, ser ingeniero aeronáutico, pero los números no se me daban nada bien. Me gustaba la diplomacia y cosas un poco extravagantes. Mi amona Pura y mi padre me enseñaron mucho de este oficio, así como César Ortega, que era el marido de Chuchi, que sigue con nosotros. Es un oficio muy largo de aprender. A veces es complicado, las piezas se rompen...

¿Es el mayor disgusto que le puede pasar a un joyero?

-No, lo peor es un robo.

¿Le gusta más el aspecto artístico o el comercial?

-Es todo uno, te amoldas a tus gustos, a los del cliente, a la ciudad en la que vives, te inspiras en tu entorno y aportas tu toque artístico. Lo que me enseñaron siempre mi padre y mi madre es a hacer bien el oficio y la modestia. Siempre hay mucha gente que lo puede hacer mejor que tú. Hazlo bien y quédate satisfecho.

¿La moda de lo ‘vintage’ favorece a comercios como el suyo?

-Se nota que empieza a haber un interés , pero es algo falso, al menos aquí. No tiene que ver con el interés que te encuentras en Alemania, Inglaterra, Estados Unidos? En realidad vintage quiere decir clásico, pero aquí lo entendemos como algo viejo. La joyería vintage debería tener al menos 20 años, pero no es lo mismo que una antigüedad.

¿Qué tipo de clientela viene a una joyería como la suya?

-Ha ido cambiando como la propia ciudad. Antes había mucha clientela muy buena para todo tipo de tiendas. Ha habido una revolución y ha cambiado el orden de prioridades de la gente. La sociedad cambia y todo aparece y desaparece. Surgen nuevas tiendas. Hace 50 años no existían las tiendas electrónicas que conocemos hoy, los viajes, las familias no son como antes, la vida social es diferente. La gente iba al Festival de Cine con esmoquin y vestido largo y ahora se puede ir en camiseta. O cambias tú como comerciante y vas con tu sociedad, o te quedas como un dinosaurio. Mi clientela es muy hetereogénea. Desde una señora mayor hasta un joven que quiere hacer una sortijita a su novia.

¿Cómo ve el sector del pequeño comercio de la ciudad?

-En Donostia hay varias dificultades. Los precios de los alquileres y de compraventa de locales dificultan la obtención de beneficios y un comercio es para sacar beneficios, para ganarte la vida, pagar a tus empleados, tu sueldo, tus facturas, tu hipoteca? Luego nos olvidamos de que el comercio da seguridad, mantiene la calle limpia, vigilada, iluminada y, además, da empleo y paga los impuestos locales. Es clave para el mantenimiento de la ciudad. Y no solo aquí, en todos los sitios. La destrucción del pequeño comercio es un desastre.

¿Qué opina de la casi colonización del centro donostiarra por Inditex?

-La parte buena es la creación de empleo y que esas empresas se asientan en zonas emblemáticas y los edificios no caen en desuso como podría pasar. Lo malo es la homogeneidad. Pero es un poco culpa del cliente. Nos pasa a todos. Tenemos que saber que nuestros actos tienen consecuencias y tenemos que hacer nuestro examen de conciencia. A veces decimos: -Qué horror, se ha cerrado tal tienda, con lo bonita que era, después de tantos años. -¿Pero usted iba a comprar allí? -No, porque era más cara. Todos tenemos culpa. El comerciante tiene que actualizarse: no puede vivir de glorias pasadas. Tiene que poner su establecimiento agradable, dar una buena atención, dar confianza.

No parece fácil actualizar un comercio hoy.

-Ahora con el boom gastronómico hemos hecho una línea muy divertida de joyas gastronómicas: pendientes de gildas, colgantes que son una sartén con anchoas... Pero siempre hemos sido innovadores. Por ejemplo, mi aita hizo en los años 70 colgantes de argizaiolas y con estelas vascas... Félix Torres, que lleva aquí quince años pero que tenía antes su propio taller, es el primero que creó el colgante de la barandilla de La Concha

Una de sus pasiones es el escaparatismo y está estos días cambiando sus vitrinas, como acostumbra.

-Sí, he quitado esta semana el homenaje a Dora Maar, la amante de Picasso, que era para verano y he puesto uno dedicado al Festival de Cine. Siempre preparo escaparates para el Festival de Cine, el congreso Gastronomika, la Semana de Terror, Navidad, verano? Es un trabajo difícil y como soy perfeccionista y quiero que se entienda, me obliga a discurrir mucho.

¿Qué aficiones tiene?

-Tengo la suerte de trabajar en lo que me gusta. Mis aficiones son leer, el cine y, sobre todo, mi familia. No soy un hombre deportista, aunque me gusta dar paseos. Me gusta mucho ir a exposiciones, sobre todo de pintura.

¿Siempre ha vivido y trabajado en el entorno de la calle Aldamar?

-Nací en Aldamar pero toda la infancia la pasamos en General Jáuregui. Mi ama era de Churruca, mi padre de Esterlines, mis tíos vivían en la calle Puerto?

¿Nunca le ha llamado la atención cambiar de barrio?

-He vivido cuatro años en Barcelona, luego cuando volví víví en Amara, y luego tuve la suerte de encontrar un piso en General Etxagüe, cerca de mi trabajo. No tengo unas raíces que me impidan cambiar de barrio, de hecho miré pisos en otras zonas pero este era mejor. Yo quiero estar donde esté mi gente, mi familia y mi trabajo. La verdad es que me gusta mucho mi ciudad y todos sus barrios.

¿Está ilusionado con la capitalidad europea de 2016?

-No lo tengo muy claro. Estoy desnortado. Me gustaría que fuera algo bonito, importante en la historia cultural de la ciudad, que el programa tuviera unos eventos culturales interesantes... Que no quede en una anécdota, con líos políticos y con gente de sí y no. Que sea algo digno, pensado por profesionales, con un bagaje importante, fuera de toda pelea política y que quedara para el futuro como un momento cultural radiante.

¿Cree que a esta ciudad le hacen falta acontecimientos para difundirla más por el mundo?

No, tenemos que estar en nuestras medidas. No estar cambiando de un día para otro. Hay que trabajar de modo constante, mantener un objetivo e ir hacia él. Estamos compitiendo con un planeta lleno de ciudades medias maravillosas. Por eso, hay que conservar lo que tenemos.

¿Le gusta el nuevo San Telmo?

-No comparto el criterio con el que se ha hecho la reforma. Sería mucho pedir que fuera el museo de Bellas Artes de Bilbao, pero me da envidia. Podíamos haber hecho una versión txiki de eso. Hay mucho material interesante de pintura de aquí, con escultura y material etnográfico. Sin grandes obras, se podían haber adecuado a una buena exposición. Y luego, traer un par de muestras buenas al año.

¿Transformaciones positivas?

-Estoy orgullosísimo del Aquarium. Vicente Zaragüeta lo ha llevado muy bien, ha combinado ciencia, divulgación y diversión. También Félix Ares lo hizo muy bien en el Museo de la Ciencia. También me gusta el Nanogune. Por el contrario, echo de menos un mercado como la Boquería de Barcelona. Hubo una oportunidad de hacerlo en la Bretxa, pero se perdió. Fue un error de la ciudad.