Zumarraga. ¿Cómo se aficionó a la pelota?
En mi familia no había afición, pero el marido de mi hermana era vecino de los hermanos Tapia y fue a través de ellos y de su cuadrilla como me aficioné.
Su bar fue la sede de los pelotazales y pelotaris de Zumarraga.
Alejandro Albisua, los Erostarbe, Gordo... venían al bar. Y yo les seguía a todos los partidos: del torneo Interpueblos, de profesionales... Los pelotaris de otros pueblos también venían a nuestro bar, de vuelta de los frontones. Eran amigos de los pelotaris y pelotazales de Zumarraga y paraban a saludarles. Además, en un tablero poníamos la cartelera y los resultados de los partidos. En aquel entonces el apellido Berasaluze se escribía con V y, en cierta ocasión, mi difunto marido lo escribió con B. Todos le dijeron que había cometido una falta de ortografía y él les respondió "ahora me entero de que sabéis leer". A partir de entonces, siempre cometía una falta adrede.
Su marido también era un gran aficionado, por lo tanto.
Una vez cerramos el bar, comenzamos a ir a todos los frontones: Bergara, Eibar, Tolosa... Y, por supuesto, íbamos a todos los partidos que se jugaban en Zumarraga. Desde que se construyó el frontón Beloki, solo habré faltado a media docena de partidos. El primer partido entre profesionales lo vimos durante el viaje de novios, en el Adarraga de Logroño. Paramos a comer camino a Valencia y vimos a Atanillo en la calle. Pensamos "éste tiene partido" y fuimos al frontón.
¿Qué tiene la pelota que le gusta tanto?
Me encanta el ambiente de los frontones. El del fútbol, en cambio, no me gusta nada. Eso de tener al lado a alguien que le grita a un jugador "¡mátalo!"... En el frontón no se oyen cosas así. En la pelota hay mayor deportividad.
Pero en los frontones cada vez se oyen más juramentos.
Así es. Todo empezó con Goñi II. Recuerdo que hace unos cuatro años Oreja II vino con su hijo al frontón de Zumarraga y un pelotari empezó a jurar. Le dije a Oreja II "Jesús Mari, esto no es propio de la pelota" y me respondió que le tiene dicho a su hijo que nunca haga algo así. El propio Irujo, en sus primeros años, parecía un caballo salvaje. Barriola y Bengoetxea, en cambio, no montan semejantes espectáculos.
Hoy en día se ven muchas mujeres en los frontones, pero antes no era así.
En el Beotibar solía ser la única. Me trataban muy bien. Me alegra mucho que las mujeres y los jóvenes vayan a los frontones. Antes solo iba gente mayor.
Tenía trato con muchos pelotaris.
Los Tapia, los Andueza, Arroyo, Txikuri, Mikel Berasaluze, todos los de Zumarraga...
¿El más simpático que ha conocido?
Con los que más relación he tenido es con los Tapia y con los Erostarbe. Cuando cerré el bar, la madre de los Erostarbe me dijo "Arantxa, ¿a dónde voy a llamar ahora para hablar con mis hijos?".
¿El mejor pelotari?
Oreja III, Barriola, Soroa, Fernando Tapia...
¿El mejor partido que ha visto?
Uno que jugaron Rai y Olaizola II en el memorial Goñi de Zumarraga. Acabó 22 a 21 y el último tanto fue interminable. Acabaron reventados. Ganó Olaizola II.
¿Su frontón favorito?
El de Bergara y el de Eibar. Por el ambiente. Y el de Zumarraga, claro. ¡Con lo que costó que lo construyeran!
¿Ha estado en el de Bilbao?
Por supuesto. Ala final del campeonato de parejas no iré, pues las entradas son muy caras. La veré por televisión. Veo todos los partidos que emiten: cuando no estoy en casa, los grabo. Y aunque sepa el resultado, los veo. Me gusta el juego. El resultado es lo de menos.
Está usted preparada para ser botillero...
Bueno... Quizá sí. Algo ya haría. La verdad es que conozco bastante bien este juego. Ha cambiado mucho estos últimos años. Antes se jugaba mucho menos de volea y sotamano. El juego de ahora es más rápido. Antes había que trabajar más. Muchos jóvenes juegan a trancas y a barrancas e intentan acabar el tanto cuanto antes. También es verdad que, jugando como se juega ahora, hay que cuidar mucho las manos.
El ambiente pelotazale de Zumarraga no es el que era.
Va muy poca gente al frontón y eso me produce una gran tristeza. Una vez pagué una ronda a todo el frontón: estábamos solo cuatro. Muchos padres ven el partido de sus hijos y luego se van a casa. Me parece muy egoísta.
Un grupo de jóvenes mantiene viva la escuela de pelota.
El trabajo que hacen es impagable. Es una labor ingrata.