ARANTZAZU es el nombre de muchas mujeres, pero también el de un hotel-restaurante que ocupa un lugar en la historia de la red vial guipuzcoana. Disfrutó de la época dorada de la antigua GI-632 (Beasain-Durango) y ahora le está tocando compartir su decadencia. Este hotel, situado en Ezkio-Itsaso (al pie del puerto de Eitzaga), lo levantó el propietario de la cadena de gasolineras Muñoa junto a una de sus estaciones de servicio. Durante unos meses lo regentó el escultor navarro Xabier Santxotena y después el matrimonio de Zumarraga formado por Luis Etxaniz e Isabel Barrio. Ellos lo dejaron y Muñoa vendió sus gasolineras y el hotel a la multinacional Agip. Esta empresa nunca estuvo interesada en el área de servicio de Ezkio-Itsaso y tanto el surtidor como el hotel se encuentran en estado de abandono. El Ayuntamiento ha solicitado a la empresa que desmantele las instalaciones, pero de momento sus ruegos no han sido atendidos.

La GI-632 vertebra Euskal Herria y siempre ha tenido mucho tráfico. Por este motivo, hace ya muchos años que se inició la construcción de una nueva vía de cuatro carriles. La antigua pasaba por Ormaiztegi, Ezkio-Itsaso y Zumarraga y son muchos los guipuzcoanos que alguna vez repostaron en el área de servicio de Ezkio-Itsaso.

En la barra del hotel Aranzazu les atendieron Etxaniz y Barrio. Él es del caserío Landaburu de Zumarraga y ella de Fresneda de la Sierra, un bonito pueblo de Burgos. Antes de tomar las riendas del hotel, ella había trabajado como asistenta del hogar en muchas casas. Se casaron en 1966 y el deseo de ofrecer un buen futuro a sus hijas les llevó a hacerse cargo del Aranzazu. "Yo estaba acostumbrada a trabajar en la cocina, pues había servido en casas de gente pudiente. Una familia con la que trabajé en Francia, incluso organizaba fiestas", recuerda.

Tenía solo 28 años cuando cogieron el hotel-restaurante, pero tras haber servido a familias muy exigentes, se veía con fuerza para torear a los camioneros de la GI-632 y los trabajadores de las empresas adyacentes. Barrio y Etxaniz se hicieron con las riendas del Aranzazu en 1970. Llevaba solo año y medio abierto. "Hasta entonces había estado Santxotena. Vino de un hotel de Donostia y después se marchó a La Puebla de Arganzón. Estuvo cerrado unos seis meses, hasta que nos animamos nosotros", recuerda Etxaniz.

Añaden que tenían una clientela de lo más variopinta. "Aquellos primeros años fueron un poco revolucionarios y allí paraba todo el mun do: guardias civiles, policías... Cada quince días pasaba algo y nos montaban un control delante del restaurante". Aquello no echaba para atrás al resto de los clientes. Además de a los trabajadores de la zona y a los usuarios de la GI-632, atraían a muchos vecinos de Urretxu y Zumarraga. "Paraba mucha gente, tanto al bajar como al subir".

30 años en el aranzazu

Hasta el año 2000

El área de servicio de Ezkio-Itsaso marchó viento en popa durante muchos años. Es más, además de con la gasolinera y el hotel-restaurante, contaba con otro bar, un taller de lavado y engrase de camiones y otro de venta de neumáticos.

En el Aranzazu dos hermanas de Barrio echaban una mano y también trabajaron para ellos varias vecinas de Ezkio-Itsaso. Recuerdan que en aquella época no había subvenciones para los emprendedores. A pesar de ello, consiguieron salir adelante. "Estuvimos muy a gusto y logramos sacar adelante a nuestras hijas. Vivíamos allí mismo y todos los días teníamos que llevarles a la ikastola de Urretxu".

Residieron en el barrio Santa Lutzi de Ezkio-Itsaso durante 30 años. El responsable del surtidor también tenía su propia vivienda y el edificio contaba, además, con doce habitaciones y dos grandes comedores (cada uno de ellos tenía capacidad para más de 100 personas). En el hotel se alojaban, sobre todo, viajantes y personas que venían a trabajar temporalmente a la comarca. En el restaurante, además de menús del día, servían banquetes y cenas. "Las bodas cada vez eran mayores y los comedores se nos quedaron pequeños. Teníamos dos, estaban en distintas plantas", comentan.

El matrimonio Etxaniz-Barrio dejó el negocio antes de que se abriera la nueva Beasain-Durango, cuando a él le llegó la edad de jubilarse. Consideran que el negocio sería rentable también hoy en día. Incluso hubo gente interesada en seguir, pero Agip no tenía interés. "Si alguien me diese un empujón, empezaría otra vez. He trabajado allí durante muchos años y he estado muy a gusto. Los camioneros todavía nos recuerdan", comenta ella. "Les cogimos cariño a los clientes y al trabajo", añade él.

Dejaron el negocio en el año 2000 y desde entonces aquel entorno ha sufrido un lento pero imparable declive. Una moderna autovía sustituyó a la vieja GI-632, pero la gasolinera y el hotel Aranzazu siguen fieles a la carretera antigua. Todavía se puede hacer un alto en el camino, para recordar los tiempos en los que se viajaba con menos prisas y el trato en las áreas de servicio era familiar. Si se cierran los ojos, se ven camiones Pegaso e incluso algún que otro Seat 850.