MUSGO y flores han sorprendido esta semana a quienes se han adentrado en el parque de Cristina Enea. Las abundantes lluvias de las últimas semanas han hecho crecer el musgo por todos los rincones habituales del recinto, incluso por los que no lo son y donde solo la sobredosis de agua consigue extender. Lo que para un paseante corriente es solo musgo, para los jardineros especialistas son distintas clases de briofitas, que se reparten aquí y allá por el parque. Algunos musgos son más prietos, otros más huecos, pero todos están en su máximo esplendor en este final de invierno regado por el agua. Y estarán visibles si la anunciada nieve no los ha tapado aún.

Solo por la frondosidad de esta planta merece la pena dar un paseo por Cristina Enea, antes de que el calor seque estos brotes esponjosos. Como los japoneses celebran el festival hanami, cuando arranca la floración de los cerezos, los donostiarras podrían festejar la explosión de musgo en Cristina Enea, con una simple visita al parque que fue cedido a la ciudad por el Duque de Mandas.

"En Cristina Enea siempre hay mucho musgo, porque es un parque muy húmedo, pero es verdad que este año ha crecido algo más por todo lo que ha llovido", explica un técnico encargado de la tarea de tener a punto este trozo de naturaleza enclavado en medio de Donostia.Y un paseo por el entorno demuestra que no solo las escaleras y piedras están llenas de esta capa mullida y verde. También hay musgo, algo no tan habitual, en amplias zonas de césped, así como en muchos troncos de árbol que han sido tomados por el musgo desde su zona más baja, como en los bosques.

Pero no solo esta alfombra verde llama la atención del visitante estos días de fin de febrero. Las flores surgen en todo su esplendor y, por ejemplo, los narcisos amarillos colonizan ya no pocos puntos del parque. Las flores de San José, más claras y pequeñas, para las que faltaría un mes según el calendario, también brotan aquí y allá y los numerosos magnolios que acoge el recinto también empiezan a dejar ver sus pétalos.

Según la publicación Parque Kristina Enea-Gladys , de Joseba Gurutz Pérez de Vicente, en este enclave natural conviven 94 clases botánicas no originarias del lugar y otras 120 autóctonas. La existencia de tantas especies traídas de fuera tiene que ver con la propia historia del parque, que fue creando Fermín Lasala y Collado, Duque de Mandas, como un jardín botánico al gusto de la época.

Este donostiarra fue comprando los caseríos de alrededor, según relata el libro, y ordenó construir los edificios del recinto. El principal, el palacio del Duque de Mandas, acoge en la actualidad el Centro de Recursos Medioambientales de la Fundación Cristina Enea.

regalo

Sin tocar

Este donostiarra nacido en la calle Puyuelo -hoy Fermín Calbetón- llegó a ser ministro de Fomento. A su fallecimiento a los 85 años, en 1917, cedió el parque a la ciudad, aunque con la condición de que no se tocase el recinto y se dejase tal cual. Esta voluntad del Duque de Mandas permitió que el parque no fuese pasto de la especulación urbanística y quedase como una excepción verde en medio de la ciudad.

En los últimos años, el parque, que sirve de conexión peatonal entre barrios, ha sido modernizado en algunos aspectos, pero su protagonista siguen siendo la vegetación.