POR la delicada situación económica que atraviesan sus arcas municipales y que ha llevado al Ayuntamiento a solicitar la ayuda de la Diputación foral, podría decirse que la pequeña y pintoresca localidad costera de Mutriku está atravesando un auténtico calvario como consecuencia de la crisis.

Sin embargo, los mutrikuarras ya tienen su propio calvario, mucho más dulce, agradable y popular que el relativo al estado de sus cuentas municipales.

No hay duda de que el Kalbaixo eguna, o día del Calvario, es uno de los más bonitos y esperados del año para los vecinos de Mutriku y esa circunstancia volvió a quedar de manifiesto durante la jornada de ayer, cómo no, en el alto del Kalbario.

Con un tiempo difícilmente mejorable, desde primera hora de la mañana cientos de ciudadanos de todas las edades se fueron acercando (a pie, en coche o en los autobuses organizados por el Consistorio para la ocasión) hasta las inmediaciones de la ermita ubicada en el enclave, que volvió a mostrar el aspecto de las grandes citas.

Un día completo

Misas, almuerzos, deporte rural, goitibeheras...

Como es habitual, el Kalbaixo eguna de ayer discurrió en medio de un gran ambiente.

En pareja, en cuadrilla o en familia, el caso es que la multitud que se congregó en el alto del Kalbario disfrutó de una de esas jornadas que dejan un gran sabor de boca.

Más que nada porque prácticamente nadie se olvidó de preparar convenientemente el hamaiketako que, principalmente a base de tortillas, chorizo o queso (también se pudieron ver algunas cuadrillas preparando carne guisada o una paella), sirvió para redondear una mañana en la que hubo actividades de la más diversa índole.

La jornada, que volvió a estar amenizada por la música de los trikitilaris, arrancó con los tradicionales oficios religiosos en la ermita del Kalbario (a lo largo de la mañana hubo hasta cuatro misas) y continuó con las insustituibles pruebas de deporte rural y, cómo no, con la popular bajada de goitibeheras. Al igual que en los años anteriores, en torno a un centenar de cacharros (unos más currados que otros) descendieron por la sinuosa carretera que enlaza el alto del Kalbario con el entramado urbano del municipio.

La bajada de goitibeheras fue seguida con atención por numerosos ciudadanos, que aprovecharon el desarrollo de ese evento para ir descendiendo hasta el municipio al mismo tiempo que animaban a los intrépidos participantes.

Muchos de los que regresaron a pie hasta el casco mutrikuarra lo hicieron con la sonrisa en la boca y, al menos aparentemente, más contentos que cuando afrontaron las cuestas para ascender hasta el Kalbario a primera hora de la mañana. Quizás, parte de la culpa de esos aparentes estados de felicidad la tuvo la ingesta de sidra y txakoli; dos productos autóctonos que no faltaron prácticamente en el hamaiketako de ninguna de las cuadrillas que disfrutó de la fiesta.

En cualquier caso, el ambiente festivo tuvo continuidad por la tarde en el núcleo urbano de Mutriku, que acogió una multitudinaria sokamuturra, una actuación de la txaranga local y una romería con el grupo Egan.

Eso sí, quienes se quedaron en el alto del Kalbario también pudieron disfrutar de una sesión de bailables; en este caso a cargo de los trikitilaris Laja y Jon Elustondo.

Sea como fuere, el calvario más dulce de Mutriku no se detendrá hasta el domingo... para gozo de los visitantes y de los propios vecinos.