Donostia. 18.30 horas y la Basílica de Santa María del Coro de Donostia ya se encontraba abarrotada. Apenas quedaban bancos libres y Aurelia la Torre iba de aquí para allá buscando un hueco para descansar sus cansadas piernas. “Aunque la edad no perdona y cada vez me cuesta más salir de casa, no podía permitirme faltar a la Salve. Este es un día clave para mí”, explicaba la señora muy emocionada mientras, apoyada en su muleta, iba intentando abrirse paso poco a poco entre las miles de personas que asistieron ayer al acto religioso más arraigado y solemne de la Aste Nagusia: la tradicional Salve a la Virgen, oficiada por el obispo de Donostia, José Ignacio Munilla.

Entre las muchas actividades que la Semana Grande donostiarra ofrece, un sinfín de personas reservaron un hueco en sus agendas para acudir ayer a la iglesia de Santa María y homenajear a la gran Amatxo. También lo hicieron representantes de todos los grupos políticos del Ayuntamiento, a título personal. En el primer banco del templo se encontraban el concejal del Gobierno municipal Josu Ruiz; los ediles del PNV Eneko Goia,Miren Azkarate,Aitziber San Román y Martin Ibabe; la del PP María José Usandizaga y el socialista Miguel Ángel Díez.

“estamos alucinados” A las 19.00 horas dio comienzo el Rosario: con la iglesia hasta arriba de gente, apenas se podía escuchar al párroco de la basílica, Felix Garitano. “Estamos en oración”, recordaba el eclesiástico algo molesto por el murmullo de los allí congregados. A las 19.15 horas ya no cabía un alma.

José Miguel Altuna, sentado en el confesionario, miraba el reloj esperando que las agujas marcaran y media. Junto a él, Ester Martínez y Ander Vaqueriza, de 22 años, miraban atónitos a su alrededor. “Hemos venido a ver a mi primo de cuatro años que canta en el Orfeón Txiki y estamos alucinados de la cantidad de gente que ha venido”, comentaba el joven, sorprendido.

Y por fin llegó el momento esperado. El silencio más absoluto se apoderó de la Basílica de Santa María en el momento en el que el Orfeón Donostiarra, acompañado de antiguos miembros y del Orfeón Txiki, comenzó a entonar las primeras notas del Ave María de Jose María Usandizaga. Después llegó la Salve, creada por el compositor del Vaticano, Licinio Réfice, para ser interpretada exclusivamente en la víspera de la Virgen.

La ceremonia de la Salve llego a su fin con el Agur Jesusen Ama. A las voces de los miembros del coro se sumaron las de los miles de donostiarras que, como siempre, se dieron cita ayer en la iglesia de Santa María del Coro.