donostia. Después de casi 20 años cerrado y tras una historia propia de un culebrón salpicada de irregularidades y juicios, el edificio del número 1 de la plaza Vinuesa, más conocido como Villa Manolita, ha conseguido la licencia "para una primera utilización". El Ayuntamiento donostiarra ha dado el visto bueno a este inmueble, después de que el dueño haya corregido "varias carencias en relación, entre otras cuestiones, a la seguridad y a la accesibilidad".
Mediante una nota, el Consistorio informó ayer de que el departamento de Urbanismo ha concedido la licencia para primera utilización a esta edificación que fue construida por Julián Olaizola, apodado El Francés.
"El edificio presentaba varios problemas que no permitían al Ayuntamiento conceder la licencia, pero estos han sido subsanados, por lo que las autoridades municipales han procedido a concederla. Entre estos problemas, hay que destacar cuestiones de índole arquitectónico, de agua y saneamiento y el cumplimiento de varias medidas planteadas por los bomberos", explicaron desde el Consistorio.
Por su parte, el concejal de Urbanismo, Ricardo Burutaran, señaló que es una buena noticia que el dueño del inmueble haya dado "los pasos necesarios para que el edificio pueda ser utilizado". "Ahora, lo deseable es que el edificio deje de estar desocupado porque, en los tiempos que corren y con la necesidad de vivienda que hay en la ciudad, sería un crimen que este edificio siguiera cerrado", añadió el edil.
litigios La historia de este edificio, que cuenta con ocho viviendas de más de 200 metros cuadrados cada una, varios locales y 33 garajes, se remonta a 1993 cuando Olaizola compró el terreno a María del Carmen Quintana Aranguren. Según ha explicado El Francés en varias ocasiones, el solar le costó 900 millones de pesetas y un año después, tras derribar la antigua villa -algo que prohibía una sentencia-, construyó el actual edificio.
A partir de ahí las cosas se complicaron para Olaizola ya que se comprobó que el inmueble contaba con elementos que contravenían las normas urbanísticas vigentes en aquellos momentos en la ciudad. Por ejemplo, se creó un sótano más, así como más balcones y terrazas de las permitidas.
Por otro lado, además de los litigios que ha tenido el constructor con el propio Ayuntamiento, Olaizola también mantiene una batalla judicial con los herederos de la antigua Villa Manolita, que como parte del pago obtuvieron la sexta planta, dos garajes y un trastero que nunca han podido utilizar.