orio. "Sarna con gusto, no pica". Así responde Antxon Aguirre Sorondo al preguntarle sobre la labor para elaborar el libro acerca de la historia de Orio. Asegura ser una persona "que pertenece a la Edad Media, pero que alguien le engendró fuera de tiesto y está en este tiempo". Eso explica en cierta medida, su pasión por la historia, algo que desea compartir esta vez, con todos los oriotarras.

El proceso para sacar a la luz Orio, oro hori

Estoy contento. Por encargo he hecho bastantes libros para ayuntamientos como por ejemplo, Getaria, Astigarraga, Aia, Legorreta, Mutiloa, tres libros para Lasarte-Oria... Me dedico a investigar en los archivos y paso muchos años sacando la documentación. Así, visito el Archivo de Protocolos de Tolosa, el de Oñati, el Archivo Diocesano de Pamplona, el de Valladolid y el Archivo Nacional de Madrid. Con los datos que tengo voy estructurando capítulos. Visito varias veces cada lugar, por ello, tal y como dije en la presentación de Orio, oro hori, siempre digo que si me pagasen una peseta por cada visita, ya sería rico. En este libro hay 881 citas documentales. Eso indica que se han movido más de 1.000 folios para hacerlo. Ese es el orgullo de un historiador, porque demuestra que ese trabajo lo ha hecho a conciencia. La verdad es que ha sido una obra muy bonita.

También ha contado con la ayuda de los vecinos...

Además de la documentación de archivo, he hecho lo que a mí me gusta: el trabajo de campo, entrevistando a gente del pueblo. ¡A los pobres les he vuelto locos! Agradezco la ayuda de Patxi Lertxundi, Ramon Etxeberria, al que fuera párroco Andres Garmendia y Txanka, entre otros y también el apoyo del técnico del Ayuntamiento Jabier Zabaleta y el concejal Iñaki Iturain. La gente del pueblo te ayuda con matices que tú desde fuera no conoces.

¿Qué temas abarca el libro?

Lo bueno que tiene el libro es que está estructurado por capítulos, de manera que se pueda leer uno, sin tener que leer todo el libro. Así, describo el pueblo, el río Oria, el mar, el ayuntamiento, lo que se comía en la antigüedad, cómo era la sanidad, la educación y el euskera, las guerras y desgracias como asesinatos e incendios, el trabajo preindustrial, la evolución de la industria, el comercio, la vida religiosa, las cofradías, la caza de la ballena, las fiestas... He incluido todo lo relacionado con la historia de la villa costera.

Eligió una cita de Oteiza para arrancar con el libro.

Sí, y he incluido un capítulo de oriotarras distinguidos y uno de ellos es Oteiza. Esto no quiere decir que en mi libro los distinguidos sean los mejores, ni los peores, pero indudablemente han destacado. También añado un anexo con, por ejemplo, las fechas de cada caserío, que seguro interesará a los vecinos.

¿Hay algo en Orio que le haya llamado especialmente la atención?

Hay muchas cosas que te sorprenden. Por ejemplo, un documento muy bonito sobre los tipos de cestos que se hacían para la pesca, con sus respectivos nombres. Como un cesto exclusivamente para lavar sardinas. Yo no conocía esos detalles. Es impresionante también cómo ha evolucionado el analfabetismo y el interés que tenían por el maestro. En 1877, el 64,36% de la población de Orio era analfabeta, es decir, de los 950 vecinos, 602 no sabían ni leer ni escribir. Sorprende porque no es una fecha muy lejana. Es divertido también mirar las tarifas que cobraba el barbero-cirujano y sangrador por su oficio. Hay detalles fantásticos y en uno de los contratos se le pedía que tuviese las navajas bien afiladas, porque alguien se debió de quejar. Asimismo, llama la atención la cantidad de gastos que ha tenido que hacer Orio para tener agua potable. Me sorprendía también que se cazaran ballenas y no se las comiesen y se vendiese toda la carne a Francia. Aunque tras redactar el libro estuve en Noruega y comí carne de ballena allí, pequé porque soy ecologista, pero también investigador, y me di cuenta de que es muy buena. Tras aquel viaje investigué y encontré documentos que efectivamente demuestran que los vascos también comíamos esta carne. Aunque al igual que en otros municipios, en Orio se utilizaba la grasa de este animal para fundirla y tener el aceite para iluminar las casas o la propia grasa para curtir las prendas.

Se trata de una villa pequeña con una larga historia...

Cuando me encargan un libro, lo primero que pido es que respeten el tiempo que se requiera por una razón: porque la historia del pueblo es la que me indica la extensión del libro. Por ejemplo, la historia de Lasarte-Oria acaba de publicarse, pero el municipio tiene sólo 25 años y en el caso de Orio, por el contrario, ya lo citan en el Foro de San Sebastián en 1180 y fue fundada como villa en 1379. Por ello, la cantidad de documentación sobre Orio es maravillosa y genial. Aunque el Ayuntamiento oriotarra ardió en 1965 y con él todo el archivo municipal, salvándose únicamente trece libros. De los nueve trabajos que he hecho por encargo de ayuntamientos, considero que éste es el que más cantidad de datos tiene de contenido. Además me han dejado libertad y lo he hecho a mi gusto. Aunque no se pueden contar las horas de trabajo que tiene este libro. Pero sarna con gusto, no pica.

Es un libro redactado con un lenguaje sencillo. Está claro que su pretensión es llegar a todo el mundo.

Así es, la traducción al euskera está muy bien hecha. La oriotarra Miren Etxeberria ha hecho un trabajo muy bueno. El libro en castellano tampoco está hecho con palabras raras. La idea es que nadie necesite ir al diccionario para entenderlo. No doy por sabido nada y explico todo. En este sentido, considero que este libro es ideal para los chavales de entre doce y catorce años de los centros escolares, porque podrán aprender no tanto cómo era Orio en la antigüedad, sino cómo era la forma de vivir de sus habitantes. Eso hará que sea una herramienta estupenda para entender la historia global. Si nosotros enseñamos a los jóvenes la historia del día a día, creo que la van a entender mucho mejor. El objetivo primordial es que se entienda y se disfrute con Orio, oro hori, como si de una aventura se tratase.