"Para nosotros los zapateros es un chollo que las chicas utilicen zapatos de tacón a diario"
De las crisis surgen oportunidades. El urretxuarra José Antonio Murua encontró la suya tras quedarse en el paro en los años 80: aprendió el oficio de zapatero y lleva 25 años arreglando zapatos. Dice que hay trabajo y que sigue siendo una buena alternativa para los jóvenes
urretxu. ¿Dónde trabajaba antes de aprender el oficio de zapatero?
Cuando volví del servicio militar mi hermano trabajaba en la empresa de plásticos Mel y pidió trabajo para mí. Quería trabajar de tornero, pero me pusieron en producción. A los pocos meses me ofrecieron ser jefe de grupo. Tenía 50 mujeres a mi cargo. Era un poco tímido, pero me di cuenta que tenía que echarle morro. Hay que tener en cuenta que algunas mujeres tenían diez años más que yo? En aquella empresa pasé 17 años y conocí a la que es mi mujer. Fueron años muy bonitos, pero la fábrica cogió fuego.
¿Qué hizo entonces?
La fábrica se quemó en 1981. Durante un año y medio cobré el subsidio de desempleo, pero la crisis era terrible: se cerraron Rodríguez y Madaya, el resto de las empresas redujeron sus plantillas? En 1984 comencé a trabajar de cocinero en el polideportivo de Oñati con mi cuñado y con un amigo, pero no daba para tres sueldos. El Ayuntamiento de Urretxu me ofreció coger el bar de Santa Bárbara, pero nuestra hija era todavía muy pequeña y mi mujer tenía que estar con ella. Si contrataba a alguien, adiós a las ganancias? Mi hermana estaba casada con un zapatero de Bergara y me propuso aprender el oficio.
¿Qué tal le ha ido desde entonces?
La vida como autónomo ha sido tranquila y agradable. Mi mayor afición es seguir las pruebas ciclistas y este oficio me ha dado la oportunidad de hacerlo: cada vez que mi hermano me lo ha propuesto, hemos ido a seguir el Tour de Francia o la Vuelta a España. Cuando me retire, iremos a ver el Giro de Italia.
¿Ha cambiado mucho su oficio durante estos últimos 25 años?
Las colas de hoy en día son fabulosas. Antes había que coser los zapatos y entraba agua por los agujeros hechos con las agujas. El mayor problema lo tenemos con los materiales: en las botas de monte, por ejemplo, utilizan materiales muy malos. Las suelas se deshacen como el serrín. Utilizan poca goma para aligerar el peso y, en consecuencia, la plataforma se pudre enseguida. Se puede arreglar, pero da mucho trabajo y sale muy caro. A mí me gusta utilizar buen material.
¿Cree que la clientela ha cambiado mucho?
Hoy en día vienen más jóvenes que antes. Las chicas, al contrario que hace algunos años, utilizan tacones. Éstos se gastan y vienen a cambiarlos. Para nosotros es un chollo que las chicas utilicen zapatos de tacón a diario. Hace 40 años los zapatos sólo se utilizaban los domingos. Durante los días de labor se llevaban alpargatas y abarcas. En los tiempos de mi hija todos utilizaban botas Martens y éstas aguantaban tres años sin necesidad de ser reparadas.
Por lo tanto, el calzado de hoy en día es muy distinto al de hace algunos años.
La calidad del calzado de mujer ha empeorado mucho. Antes los zapatos se hacían en España: en Mallorca, en Alicante, en La Rioja? Eran zapatos hechos con buena piel. Hoy en día se hacen en China y se utiliza el plástico. Las empresas de aquí sólo se encargan del diseño y de ponerle el sello. Hay que hacer virguerías para dejar decentemente un zapato de mala calidad.
¿No tiene intención de retirarse?
La gente siempre me pregunta lo mismo, pero mi mujer es todavía muy joven. Estoy bien de salud, por lo que tengo intención de seguir. Es una pena, pero Urretxu y Zumarraga se van a quedar sin zapateros. Hoy en día cogemos casi todos los zapatos de los alrededores. Hace poco he sabido que un ingeniero de Azpeitia se quedó sin trabajo y ha comenzado a arreglar zapatos. Ha visto que hay trabajo. A los jóvenes de aquí, en cambio, no les parece que se pueda vivir de esto. En mi opinión, es un buen trabajo para todo aquel que es un poco hábil. Es ideal para un matrimonio de 30-35 años y hay mucha clientela. Eso sí, hay que meter muchas horas. Todavía trabajo diez horas diarias de lunes a viernes.
Además del ciclismo, le gusta mucho la cocina. ¿Cómo se aficionó a cocinar?
Nuestra madre enfermó cuando yo tenía 12 años. Nuestro padre tenía que ir a trabajar y, como soy el mayor de los hermanos, comencé a hacer las compras y a cocinar. Nuestra madre era una gran cocinera y fue ella quien me enseñó. En la cocina no le tengo miedo a nada.
¿Cuál es su especialidad?
El bacalao y las salsas. Gané dos veces el concurso gastronómico de Urretxu: la primera vez con Juan Mari Areitio y la segunda con Agustín Quevedo. Cuando comencé a trabajar de cocinero en Oñati dejé de participar en el concurso.
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