Donostia. Cerca de una veintena de comunidades de vecinos de Donostia han iniciado la tramitación de licencias para colocar un ascensor, a raíz de la entrada en vigor de los cambios en la Ley del Suelo de 2007 y de las normas municipales, que permiten ahora a las vecindades expropiar parte de los locales de los bajos, en ocasiones comercios, para facilitar la colocación de un elevador.
Aunque muchas de ellas no llegarán a echar mano de la compra forzosa del terreno, contar con la licencia municipal para instalar el elevador es un requisito imprescindible para reclamar posteriormente la expropiación, en caso de que ambas partes -comunidad y local comercial- no lleguen a un acuerdo.
La nueva situación legal abre ahora la puerta a contar con un ascensor a aquellas comunidades de vecinos que no pueden hacerlo por falta de consenso con los locales comerciales, siempre que cumplan determinadas condiciones, como contar con mayores de 70 años o minusválidos entre sus residentes. Sin embargo, y aunque aún no se ha formalizado ninguna expropiación, sí han comenzado algunos expedientes expropiatorios que, en ocasiones, se han paralizado ante la llegada de un acuerdo entre los vecinos y el local afectado. Sólo la mera amenaza de recurrir a la nueva figura ha favorecido que algunas posturas se ablanden y el acuerdo sea posible.
La nueva posibilidad urbanística nació con la intención de agilizar los trámites para el elevador que, hasta el momento, podían llegar a alargarse hasta cinco años de pleitos. Hasta ahora, algunos locales comerciales y comunidades de propietarios se enzarzaban en peleas en tribunales, con la consiguiente pérdida de dinero y tiempo. Las nuevas normas tratan de inclinar la balanza hacia los vecinos que sufren problemas de accesibilidad aunque tampoco impide que los asuntos acaben en los tribunales.
Desde 2007, las oficinas municipales están tramitando licencias para colocar elevadores en edificios de la calle Fermín Calbetón, San Jerónimo, Narrika, 31 de agosto, plaza Easo, San Francisco o paseo de Herrera, entre otros lugares. Aunque la Parte Vieja y el centro son los lugares con mayor número de viviendas sin ascensor, otros barrios de la ciudad con casas antiguas, como Altza y Amara, también son escenario de estas peleas por el inexistente montacargas, que muchas veces se dejan en manos de los abogados.
Ana, vecina del centro de Donostia, cuenta los días para que los trabajadores terminen de instalar el ascensor que llevan años esperando. En este caso, la comunidad de vecinos no ha llegado a solicitar la expropiación, aunque llevaba años en conversaciones con el local del bajo, que se negaba a ceder el espacio requerido con el argumento de que perjudicaría a su negocio. Sin embargo, la solución técnica alcanzada antes de que sonase la campana de la expropiación ha dejado contentas a todas las partes.
Al menos, así lo cree la vecina, que ha percibido un cambio en la postura del comercio, que hasta el pasado año se negaba en redondo a no ceder el espacio necesario para colocar la maquinaria del elevador.
ayudas Los deseos de colocar un ascensor, además, no sólo se multiplican por el envejecimiento de la población. Las ayudas económicas que han aportado en los últimos años las instituciones para facilitar la accesibilidad a las viviendas también han contribuido a que estas obras sean cada vez más ansiadas por los moradores de pisos sin ascensor. A lo largo de 2006, el año anterior a la entrada en vigor de la posibilidad de expropiar, el Ayuntamiento donostiarra otorgó 452.123 euros a cerca de 40 comunidades para financiar el ascensor del que carecían.
El coste de la instalación de un ascensor varía en función de distintos factores: el número de pisos, el tipo de motor, el material de cerramiento de la cabina, las obras que haya que llevar a cabo en el edificio y la mano obra de la empresa responsable. Un ascensor del centro donostiarra, que llega estos días a sus últimos momentos de montaje, ha costado a los vecinos 150.000 euros, una cifra que hubiera sido inferior si la comunidad no hubiera optado por una cabina de cristal y no hubieran tenido que abrir algo el hueco de la escalera para dejar espacio al elevador.
Los tipos de motores, además, han evolucionado en los últimos tiempos, con el fin de adaptarse a las necesidades de las casas antiguas, donde la colocación de un elevador siempre es más complicada que en un edificio nuevo. No sólo se instalan los clásicos motores eléctricos o los de sistema hidráulico, sino que nacen nuevo métodos y motores cada vez más pequeños, que permiten no colocar grandes cajetones sobre la cubierta de los viejos inmuebles.