En La condesa maldita, lo último de Reyes Monforte, nos adentraremos de lleno en la belle époque, para narrar un episodio que no fue tan idílico. Y es que conoceremos a Maria Tarnowska, en una historia que narra los días de “una mujer arrolladora que coleccionó amantes, desafió los tabúes más férreos del momento y nunca renunció a su libertad”.

¿Cómo dio con la historia de Maria Tarnowska?

Por casualidad, como todo lo bueno de la vida. Fui a ver a un amigo que tenía viviendo en Venecia y me dijo: “Te voy a llevar al palacio Maurogonato, que ahora es un hotel cuyo bar lleva el nombre de Tarnowska”. Y me dijo que hacía un siglo, el 4 de septiembre de 1907, se produjo un asesinato en aquel lugar. Cuando llegué al bar, me encontré con un templo dedicado a la condesa con sus fotografías, recortes de periódicos, fotos de sus amantes... Y me empezaron a contar su historia. Me quedé enganchada a su historia, e investigué sobre ella, me documenté y me obsesioné hasta que dije: “Bueno, lo tengo que escribir”. 

La llamaban La Tarnowska, hay quien la llama también femme fatale. ¿Cree que esa definición se ajusta a su historia?

Bueno, así es como la llamaban. Desde luego era la mujer de la que todo el mundo hablaba a principios de ese siglo XX, el rostro más famoso. La verdad es que la prensa la llamó absolutamente de todo. El New York Times la llamó la Circe moderna. La prensa, que se frotó las manos con la figura de la condesa Tarnowska, no ahorró en calificativos, la llamaron absolutamente de todo. 

Y si ahora buscamos en Google su nombre, nos encontramos con titulares como “Un crimen similar al de la Guardia Urbana”. Aún sigue dando que hablar esta historia. 

Es que la condición humana no ha cambiado nada. Todos los temas que asolan a la condición humana, desde la maldad al odio, al amor, la pasión, los celos..., todo eso sigue ahí. Y esos bajos instintos siguen ahí. Con lo cual, lo que pasó con La Tarnowska seguramente no fue la primera vez que pasaba, y por supuesto que no era la última. 

Sea como sea, cuando nos introduzcamos en esta novela nos sumergiremos de lleno en un thriller. ¿Cómo ha sido la aventura de vivir estos primeros años del siglo XX?

Pues me lo he pasado muy bien. He disfrutado como una niña. Ya en el proceso de documentación, con toda la prensa que había porque fue el primer gran juicio mediático de la historia, información había para dar y tomar. También pude acceder a las actas del juicio, que fue lo que más me sirvió. Muchas veces en según qué periódico se publica una cosa u otra, y la verdad es que he disfrutado muchísimo. No solo sobre el caso en sí, sino los propios escenarios. 

Es que nos ha hecho viajar por media Europa. 

Sí, sin moveros de casa. Es un chollo (risas).

Después de esto, ¿le ha costado volver al siglo XXI?

La verdad es que cada vez que escribo una novela me cuesta volver a la realidad. Es verdad que siempre busco historias un poquito al límite, o personajes con vidas al límite a los que les pasan tantas cosas que digo: “¿Pero yo qué hago con mi vida?”. Pero es que son unas historias tan increíbles... 

En esta era en la que se han popularizado tanto los true crimes, es inevitable que escriba sobre ellos, ¿no?

Es inevitable, pero bueno. La condesa maldita fue la protagonista del primer true crime del siglo XX, pero no calificaría yo la novela como un true crime. Es verdad que tiene partes de true crime, porque la novela empieza con el crimen y el proceso de investigación policial... Pero luego va enseguida con la historia de la Condesa.

Ya lo dice en la novela. Ella no tuvo una vida fácil, ni siquiera en su infancia. Si pudiera describirla en pocas palabras, ¿cuáles escogería?

Todos tenemos vidas con luces y sombras. Pero yo creo que hubo un punto de inflexión para que la condesa Tarnowska se convirtiera en lo que todos conocemos hoy en día. Ella a los 16 años se escapa de casa para huir de la autoridad paterna y se casa con un vividor, con un coleccionista de amantes, con el conde Tarnowski. Es él el que la introduce en el mundo de las orgías, el masoquismo... Y ella se deja llevar porque tiene 16 años. Se deja llevar porque cree que eso es el matrimonio, hasta que se ve dando a luz en la butaca de un baño de la habitación de un hotel donde su marido está con sus amantes, y ahí ella se planta y dice: “A mí ya nadie me va a manipular, nadie me va a controlar, nadie me va a decir cómo vivir mi vida. Soy yo la que va a coger las riendas de su vida”. Y se dio cuenta de que el único poder que en esa época podía tener la mujer era el poder de seducción. Ella veía cómo los hombres se batían en duelo por ella o se suicidaban por ella, o abandonaban todo por estar junto a ella. 

Ahora nos quedamos con La condesa maldita, ¿pero qué deseo le pide al futuro?

Que vengan más condesas malditas (risas). Que La condesa maldita siga funcionando así de bien, y cuando termine con la promoción ya ponerme con otra novela. Esto es un no parar (risas).