La primera vez que oí a Yon Mikel Rodríguez decir que era “75% gallego y 25% vasco” no lo interpreté correctamente. Entendí que al ser hijo de gallegos y haber nacido aquí le salía esa ecuación a botepronto, pero no es así. Y es que su madre, Rosa Mª Ventoso López, nació en Ribeira (A Coruña) y vino con 18 años, sí, pero su padre, Juan Miguel Rodríguez Telletxea, vio la luz en Pasaia, hijo de un marinero de A Pobra de Caramiñal y una empleada de hogar de Liernia (Mutiloa) de la que se enamoró cuando su trabajo en los barcos bacaladeros le dejaba algo de tiempo libre. Por lo tanto, su madre es gallega aunque criada en Pasaia, y su padre vasco aunque hijo de gallego y vasca. Y la frase de Yon es, sencillamente, matemática pura aplicada a sus raíces.

Esa combinación de sangres ha convertido a Yon en una persona abierta y tolerante, orgullosa de la diversidad cultural que se da en su entorno, Lasarte, y más concretamente en su bar, Avenida, punto de encuentro de personas de toda raza, credo e ideología. “En mi casa se junta gente de todas las edades y tendencias y conviven en total armonía” comenta este hostelero, que aplica dicha diversidad incluso a su ámbito personal. “Llevo 12 años compartiendo mi vida con Liza, una chica colombiana, y el equipo que tengo actualmente en mi bar lo conforman un venezolano, dos nicaragüenses y un colombiano… y estoy encantado con ellos. Es, de hecho, de los mejores equipos que he tenido”. 

Cafés y farias

No ha sido fácil llegar al lugar en el que se encuentra actualmente Yon. Su padre, arrantzale hasta los 36, se quedó sin trabajo y decidió coger con sus hermanos, Félix y Josetxo, la cafetería Avenida en pleno centro de Lasarte. “Trabajaron muy duro para sacarlo adelante. Abrían a las 5 de la mañana para empezar con los cafés de los obreros de Michelín, Luzuriaga… Daban un montón de menús y no se cerraba ningún día. Libraba un hermano cada domingo y el resto de la semana tocaba trabajar. Era el típico bar con una clientela “veterana”: copas, cafés, farias, partidas… un no parar. En los 90 se quedaron al cargo mis padres, con el tiempo me incorporé yo, y durante muchos años lo llevábamos entre ellos, un trabajador y yo. Hemos currado como perros. Vivir para trabajar”.

Los padres de Yon se jubilaron y hace unos 12 años que él dirige el Avenida, aunque no por ello se ha relajado. “Todos los días me levanto a las 4.30 horas y a las 4.50 ya estoy en la cocina. Para las 6.00, hora en la que abrimos, ya tenemos la barra llena de pintxos y tortillas y nos ponemos a cocinar el menú del día. Es un menú sencillo pero para hacerlo bien opino que hay que cocinar con tiempo y con cariño, como se hacía antes. No entiendo cómo hay bares en los que entran a cocinar a las 9.00 o las 10.00 y tienen listo el menú para el mediodía. A mí me gusta cocinar a fuego lento, utilizar mucha verdura fresca… es lo que da sabor a la comida”.

Cuando Yon habla transmite pasión por su oficio. Le gusta cocinar y le gusta el bar. Y es que se puede decir que se crió en él. “Vivía e iba a la escuela en Altza, pero todos los fines de semana los pasaba en el bar y desde muy pequeño me empecé a meter en la barra a hacer cafés y a echar una mano. Los clientes eran como de la familia y me trataban de maravilla, me llevaban al hipódromo… Cuando era un crío tenía más tíos que la hostia”, afirma con contundencia soltando una carcajada. “Poco a poco me fui metiendo en la cocina, al principio como pinche, pelando patatas, picando cebollas… con el tiempo me animé, hice un grado medio de cocina en Cebanc, mi madre me fue dejando más… y hasta ahora”.

Yon Mikel domina a la perfección la técnica del pulpo que cuece con precisión matemática Josema Azpeitia

De la mano de Yon el Avenida ha evolucionado, pero no ha perdido su esencia. Su presencia en la barra hizo que la gente joven de su entorno empezara a entrar en él con lo que la clientela se diversificó en edades. Pero el mantenimiento de una cocina eminentemente tradicional en la que no faltan los potajes, guisados, arroces, sopas, verduras… platos de cuchara en general, hace que la gente mayor siga acudiendo. Y es que la cocina de Yon es esa cocina de toda la vida en la que se cuidan los fondos, las salsas, la frescura del producto… y, por supuesto, el sabor. “Es muy complicado mantener hoy en día una línea de comida tradicional y hay que hacer magia a la hora de comprar, pero de momento nos vamos manteniendo, que no es poco”, afirma con una sonrisa amplia y sincera que raramente le abandona.