El crecimiento del fútbol femenino en Gipuzkoa es indudable en los últimos años. Cada vez más jóvenes lo practican y en estos momentos la Federación Guipuzcoana de Fútbol presume de tener 20 licencias de chicas por cada 100 licencias de chicos, una cantidad muy superior a lo habitual en otros territorios, donde la media suele ser de nueve o diez fichas de chicas por cada centenar de chicos. Esta fortaleza, sin embargo, no se refleja en otro aspecto del fútbol, el del arbitraje, ya que la cantidad de árbitras es bastante baja: en total, Gipuzkoa apenas cuenta con 12 colegiadas.

Por ello, la Federación Guipuzcoana de Fútbol y el Comité Técnico de Árbitros y Árbitras han lanzado una campaña para captar más árbitras. Bajo el lema “Súmate a la nueva forma de vivir el fútbol”, aspiran a encontrar “a la próxima generación de árbitras guipuzcoanas”.

El reto, según comenta a este periódico el errenteriarra Daniel Palencia, colaborador de la Federación y árbitro en 1ª RFEF, es llegar a tener “entre 30 y 40 árbitras” para estar al nivel del propio fútbol femenino, que es “súper potente” en el territorio, “con unas cifras increíbles”. Reconoce que es “difícil” alcanzar esos números, pero sería lo adecuado para que el arbitraje esté al nivel de la cifra de jugadoras que hay en los campos.

“Es una forma especial y bonita de vivir el fútbol. Se vive con orgullo e ilusión, al menos en mi caso es así”, comenta Palencia, que destaca que ser árbitro también aporta “valores y responsabilidad, algo importante a las edades en las que se empieza a arbitrar. Es compaginable con jugar a fútbol y se puede progresar. Además, se paga y puede suponer un buen dinero extra para chavalas de 16 o 17 años”.

Una colegiada guipuzcoana que va haciéndose su propio camino con el silbato es Nerea Rebollo, de 22 años, natural de Lasarte-Oria y que lleva ya tres temporadas arbitrando en 2ª RFEF, que es la tercera categoría estatal. Cabe apuntar aquí que en las categorías estatales –es decir, Liga F, 1ª RFEF y 2ª RFEF– es obligatorio que arbitre una mujer, mientras que en categorías autonómicas o territoriales puede arbitrar tanto un chico como una chica, aunque debido a la citada escasez de árbitras la mayoría de partidos los pitan chicos.

“Después del primer partido...”

“Empecé a arbitrar con 17 años”, cuenta Rebollo: “Jugaba a fútbol, me gustaba mucho y quería vivirlo desde otra perspectiva, ponerme en la piel de los árbitros”. El día de su estreno no fue fácil, tal y como reconoce: “Después del primer partido, dije que no iba a arbitrar más, que no era lo mío. Pero luego aprendes, vas disfrutando de esa presión que tienes, aprendes a saber estar y hacer cumplir las reglas”.

Si ser árbitro es considerado como una profesión de riesgo, por las continuas protestas que se reciben tanto por parte de los propios jugadores y jugadoras como de la afición, para una chica la dificultad es un poco mayor. “Sí que es cierto que quizás tienes que hacerte respetar un poco más, porque a cierta gente le sigue costando ver a una mujer arbitrando”, admite Rebollo, que, eso sí, aclara que “nunca” ha tenido “ningún problema ni con los equipos ni con los aficionados”. Aunque sí recibe ramalazos de machismo: “Alguna vez me han dicho: Para ser una chica lo haces muy bien. Y tú pensando: Con decirme que lo he hecho bien, vale. Lo otro sobra”.

Alguna vez me han dicho: Para ser una chica lo haces muy bien. Y tú pensando: Con decirme que lo he hecho bien basta. Lo otro sobra

Nerea Rebollo - Árbitra guipuzcoana

La colegiada lasarte-oriotarra anima a las jóvenes a que prueben el arbitraje: “Les diría que es otra manera de vivir el fútbol, les animo a que den el paso. Hay que reconocer que es un tema difícil de vender, que a las chicas les cuesta empezar, pero una vez que lo hagan se darán cuenta que pueden disfrutarlo”. Puntualiza que nunca ha tomado “el tema económico como un motivo para arbitrar, porque entonces esa motivación se va a ir rápido”. 

“En mi caso me ayudó a madurar. Adquieres una responsabilidad, aprendes a tener un compromiso, un respeto por el juego”, continúa diciendo Rebollo, que dejó de jugar cuando cursaba 2º de Bachillerato y ahora arbitra “dos partidos cada fin de semana”, compaginando categorías masculinas y femeninas. Ella es una de las doce árbitras del territorio –“somos poquitas, nos conocemos todas y solemos hablar entre nosotras”, comenta–, una cantidad que espera que “aumente” pronto.