‘O Baixinho’, el más grande
Romario logró hace diez días el acta de senador con el aval de 4,6 millones de votos, el 63,4%, un récord histórico en Río de Janeiro. Fue el triunfo del ídolo futbolístico, que abrazó la política por Ivy, su hija con síndrome de Down
Hace cuatro años, en 2010, Romario da Souza Faria (Río de Janeiro, 29 de enero de 1966), apodado O Baixinho por su estatura (1,68 metros) y uno de los portentos en la historia futbolística mundial, fue elegido diputado por el Partido Socialista Brasileño (PSB), al que se había afiliado un año antes después de dar un giro ideológico y borrarse del conservador Partido Progresista (PP). Obtuvo 150.000 votos en Río después de desplegar una campaña electoral poniendo énfasis en la defensa de las personas más vulnerables. Por los pobres, pues él fue pobre de solemnidad durante su infancia cuando se crió en la favela Rocinha de la que pudo salir con su arte futbolístico; también en favor de los jóvenes enganchados a la droga y sobre todo por su hija Ivy, la verdadera causante de su vocación política. Nacida con síndrome de Down, Romario tuvo la oportunidad de comprobar que el colectivo de los discapacitados era uno de los más desprotegidos en el inmenso Brasil, y en la defensa de sus derechos puso todo su empeño.
En las elecciones del domingo 5 de octubre Romario literalmente arrasó. Si cuatro años atrás fue el sexto político más votado en Río de Janeiro, ahora se ha convertido en el candidato a senador con más votos en la historia política de la capital carioca, con el 63,4% de las papeletas válidas, lo que representa 4,6 millones de sufragios.
Aunque fue un crack con el balón, así como un crápula notable, la empatía con la gente tiene mucho que ver con su combatividad, el lenguaje directo (y una lengua en ocasiones viperina) y la honestidad, una cualidad muy cuestionada en la clase política brasileña, donde la corrupción campa por sus respetos. “Tengo mi nombre, no necesito la política para ganar dinero, porque no me falta. Mis aciertos son mi obligación y soy consciente de que cualquier error, por pequeño que sea, puede echar por tierra mi trayectoria”, llegó a decir a modo de declaración de principios.
Desde que inició su nueva carrera, el exjugador de PSV, Barcelona, Valencia, Flamengo o Vasco da Gama, autor de mil goles según proclama FIFA World Player en 1994, cuando se proclamó campeón del Mundo con Brasil en Estados Unidos, aquel “futbolista de dibujos animados”, como le definió Jorge Valdano formando parte del Dream Team de Johan Cruyff, siguió reclamando el protagonismo con su activismo político.
el despilfarro del mundial En su condición de diputado y eminencia futbolística, Romario formó parte de la comisión de la Copa Confederaciones (2013) y de la Copa del Mundo, que se disputó el pasado verano, y lo que parecía un evento lúdico en el país que más adora este deporte acabó como el rosario de la aurora. Se puso en movimiento mucho dinero, sobre todo público, para construir estadios y las infraestructuras necesarias. Pero nunca era suficiente.
En cambio, los presupuestos menguaban en sectores básicos. Comenzaron las protestas. Las sospechas de corrupción. Y ahí volvió a surgir el Romario combativo y lenguaraz, especialmente contra dos ilustrísimos colegas de profesión, nada menos que Pelé y Ronaldo Nazario, que también formaba parte del citado comité, a quienes acusó de mirar hacia otro lado. Ahí se rompió una sólida amistad. O Baixinho echó en cara a El Fenómeno por retractarse de la promesa que hizo de donar 32.000 entradas para los discapacitados. Ronaldo se lavó las manos argumentando que el asunto no era en última instancia de su responsabilidad.
El desencuentro no fue nada comparado con sus furiosos ataques a Pelé, que siempre rema a favor de corriente. En plena ola de protestas, O Rei pidió a la población que las dejaran para otro momento y apoyaran con todo entusiasmo el Mundial.
Convertido en la voz crítica con más eco por su doble condición -político y leyenda-, Romario lanzó todo su veneno contra la FIFA, el Comité Organizador y el Gobierno federal. “Con lo que han costado las obras se podrían construir 8.000 nuevas escuelas, comprar 39.000 autobuses escolares y hacer 28.000 canchas deportivas en todo el país“, dijo antes de echar a rodar el balón y provocar una enorme frustración entre lahinchada.
Pero esa ya es otra historia.
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