Los incidentes en la ciudad murciana de Torre Pacheco, un municipio de alrededor de 40.000 habitantes con un 30 % de población inmigrante, han expuesto con crudeza una problemática que va mucho más allá de los hechos específicos y que expresa el aumento de actitudes racistas y xenófobas. Lo que comenzó como una concentración pacífica organizada por el Ayuntamiento para condenar la agresión a un vecino anciano, se transformó en un polvorín. Las redes sociales, en especial grupos ultras, lanzaron proclamas racistas que llegaron a hablar de “cazar” personas migrantes. Quienes promueven estas ideas, ya sea desde ciertos discursos políticos o pseudomedios de comunicación, contribuyen a crear un ambiente hostil que puede desembocar en incidentes como los que están ocurriendo en Torre Pacheco o más recientemente en Hernani, en el contexto de las fiestas de San Juan, donde el Ayuntamiento contabilizó ocho ataques racistas contra magrebíes, o en la localidad navarra de Marcilla. Hay que recordar que los ciudadanos extranjeros establecidos en la población murciana, especialmente marroquíes, sostienen buena parte de la economía agrícola local: son mano de obra imprescindible. En este escenario, las llamadas a la calma chocan con mensajes incendiarios, con una incitación a la violencia que siempre multiplica los problemas, creando el caldo de cultivo en el que chapotean los ultras. Tanto PP como Vox han exigido endurecer los controles y vinculan inmigración con inseguridad, en un discurso con resonancias de criminalización, a rebufo de las políticas de Donald Trump. Las autoridades y los líderes sociales tienen la responsabilidad de actuar con firmeza contra quienes promueven el racismo, pero también de promover campañas de sensibilización y educación que desmonten prejuicios y fomenten la empatía. La educación en valores, el diálogo intercultural y la denuncia activa de discursos de odio son herramientas esenciales para erradicar estas actitudes. Los incidentes de Torre Pacheco deben ser una llamada de atención para contener esta ola de racismo. La historia enseña que los prejuicios y la intolerancia solo conducen a la violencia y a la ruptura social. Solo con un compromiso colectivo, con educación y con una actitud activa contra el odio, se puede construir un futuro donde la diversidad sea vista como una fortaleza y no como una amenaza.