El terror más indiscriminado y atroz ha vuelto a sacudir Europa, con un balance aún provisional de cinco personas muertas y más de 200 heridas –41 de ellas, de gravedad–, en el atentado perpetrado la noche del viernes mediante un atropello masivo en un mercadillo navideño de la ciudad alemana de Magdeburgo. En contra de lo que se presumió en un primer momento, este nuevo ataque no tiene un carácter yihadista sino que, por el contrario, su presunto autor tendría motivaciones islamófobas a la hora de cometer el brutal acto criminal. En cualquiera de los casos, se trataría de un ataque injustificable y condenable desde todo punto de vista, perpetrado a rebufo de los discursos y políticas de odio que proliferan y van extendiéndose por toda Europa y a los que ningún país es ajeno ni es capaz de atajar de manera eficaz. Estos discursos de odio engendran monstruos, como puede comprobarse de manera periódica con brutales atentados de todo tipo contra colectivos concretos o de manera indiscriminada. Según las autoridades alemanas, el presunto autor del atropello de Magdeburgo es un ciudadano saudí de 50 años, psiquiatra y con permiso de residencia en el país desde 2016 que se había radicalizado como activista antiislamista, con abiertas simpatías por la formación ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) y que denunciaba en redes una desquiciada conspiración liderada por la excanciller Angela Merkel para “islamizar Europa”. El presumible carácter islamófobo de este atentado ha podido descolocar a quienes ya desde las primeras informaciones tras el atropello ponían el foco del origen del ataque en la inmigración masiva, considerando que se trataba de un acto yihadista. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, mandatario ultraderechista, ultranacionalista y populista, ya responsabilizó del atropello a “la forma en que se ha transformado Europa occidental, es decir, la inmigración masiva”. Orbán y otros dirigentes ultras europeos son los que lideran y se aprovechan electoralmente de los discursos de odio contra la inmigración y los inmigrantes y que alimentan la radicalización que está en el origen de estos atentados. Las derechas tradicionales, además, están asumiendo de manera irresponsable y cómplice estas ideas y sus políticas antiinmigración por interés electoral. l
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