Israel prosigue con la matanza en Gaza y la cifra de fallecidos por la ofensiva hebrea ronda los 35.000 muertos, a falta del hallazgo de más cadáveres bajo los escombros, tras los tres ataques de las últimas horas para un total de 78.000 personas heridas. Más allá de esta estadística espeluznante, en la que se cuentan los 109 periodistas y empleados de medios de comunicación asesinados en la Franja como muestra de que Israel no quiere testigos de la masacre, Naciones Unidas alertó ayer de que Gaza ha sufrido en los últimos siete meses un retroceso de veinte años en términos económicos y sociales. En concreto, se estima que la economía palestina perdió en 2023 cerca del 9% de su PIB, porcentaje que se disparará este año al 26%, el equivalente a 6.900 millones de dólares. Así que ya no se trata de las decenas de miles de vidas segadas, con resultar una atrocidad colosal, sino de que en junio la tasa de pobreza en Gaza superará el 60% para convertir en una auténtica tortura la existencia de quienes resistan el asedio criminal israelí. En este contexto salvaje en Oriente Próximo, el Gobierno de Netanyahu continúa los preparativos de una operación terrestre en Rafah mientras se negocia un alto el fuego y la liberación de los rehenes en manos de Hamás. Una tregua que incluso en el mejor de los escenarios, porque supondría que Israel no cumple su amenaza de arrasar el refugio actual de 1,4 millones de palestinos –y que el conflicto no escala del todo en el sur del Líbano–, ya llega demasiado tarde porque la zona precisa de una solución con visos de estabilidad. Para el esbozo de ese horizonte de pacificación estructural se precisa la legitimación plena como interlocutor nacional de la Autoridad Palestina, cuyo presidente –y líder de Al Fatah– Mahmud Abbas se encontró este martes en Pekín con una delegación de Hamás para procurar lo que se ha llamado reconciliación intrapalestina. Pero sobre todo urge la acción decidida de las instituciones de Estados Unidos, sobreponiéndose a la brutal presión del lobby judío, para defender con la firmeza debida también ante la ONU la ecuación de los dos Estados que ayer mismo volvió a reivindicar la presidenta de la Comisión Europea. El eco de la solidaridad propalestina manifestada en las grandes capitales con motivo del Primero de Mayo debiera escucharse nítido siquiera en el Partido Demócrata del presidente Biden.