Un cálculo aproximado sobre el volumen que representan los más de 26.000 kilos de bolitas de microplástico –pellets– vertidos por accidente en el Atlántico concluye que más de mil millones de esas bolitas flotan en el mar a expensas de la voluntad de las corrientes. La experiencia dice que los vertidos frente a las costas del norte de Portugal y Galicia alcanzan la cornisa cantábrica. El doloroso precedente del Prestige no es comparable en términos de impacto ambiental, muy superior en el caso de hidrocarburos, pero sí debería haber sido motivo para una mayor diligencia de las autoridades gallegas, las primeras con conocimiento del incidente. Sin embargo, el enredo de unas inminentes elecciones en febrero ha tenido mucho que ver en el modo en que se ha enfocado la crisis por las autoridades del PP en la comunidad. El énfasis de la Xunta se sigue poniendo en la presunta inocuidad del vertido por el hecho de que no anticipe una descomposición tóxica de los componentes del microplástico. Esa justificación obvia el riesgo evidente sobre la cadena atrófica y la fauna marina por ingestión –cuyo impacto está demostrado–, además del daño que ya supone la llegada del residuo a las costas. A falta de confirmación sobre su composición, que apunta a tratarse de polietileno o polipropileno, en cualquier caso es obvio que hablamos de polímeros sintéticos cuya restricción de uso está en la agenda europea –hay nueva normativa de la Comisión desde octubre en ese sentido–. La conveniencia o no de decretar el nivel 2 de emergencia en el Plan Territorial de Contingencia por Contaminación Marina Accidental en Galicia para pedir ayuda al Estado no puede estar sometido a las expectativas electorales de cada cual. No sería de recibo minimizar el problema para conservar un perfil bajo y mantener al Gobierno español del PSOE a distancia de la acción de la Xunta del PP. La respuesta anunciada por el Gobierno Vasco es más acorde a la eficacia en la gestión. Vigilar la evolución de la marea blanca y combatirla en alta mar aplicando la experiencia técnica adquirida en el pasado se antoja razonable. Hacerlo desde el punto más cercano al vertido, para contener su extensión, habría sido lo más oportuno en lugar de confiar, como en su día con el Prestige, en que se alejara de la costa por sí solo.