El mercado laboral, tanto a nivel estatal como en el ámbito de la CAV y de Nafarroa, ha mostrado durante el pasado año 2023 una inesperada fortaleza dado el inestable contexto interno e internacional, con una aparente solidez estructural aunque apunta a un escenario de desaceleración y enfriamiento no exento de incertidumbres y riesgos. Los datos del desempleo registrado al cierre del año dados a conocer ayer por el Ministerio de Trabajo vienen a consolidar la tendencia positiva de los últimos meses, en buena medida impulsados por los efectos de la reforma laboral, si bien el último tramo ha acusado cierto desgaste. La bajada generalizada del paro –que acumula ya la nada desdeñable suma de tres ejercicios consecutivos de descensos–, el aumento –siempre relativo, pero en cualquier caso destacable– de la contratación indefinida y las cifras récord de cotizantes a la Seguridad Social tanto en el Estado, como en la Comunidad Autónoma del País Vasco y en la Comunidad Foral de Nafarroa –que en todos los ámbitos consolidan cotas históricas de afiliados– son una buena noticia que manifiesta una notable resistencia a la inestabilidad de la economía y que contrasta con otros indicadores. Máxime en un año como el 2023 en el que el ya de por sí volátil escenario provocado por la guerra en Ucrania y sus consecuencias globales se ha unido el grave conflicto en Gaza, que en los últimos días, además, apunta a una mayor incertidumbre con el riesgo de extensión a toda la zona de Oriente Próximo. De ahí la importancia de no caer en la tentación fácil de la euforia por el buen balance del desempleo. La ralentización de la economía y, con ello, del mercado laboral detectada en los últimos meses, el paro entre los jóvenes menores de 25 años, la contratación de mujeres y la temporalidad son retos inexcusables de cara a los próximos meses. Asimismo, la desaceleración y la pérdida de dinamismo en la economía española en su conjunto, unidas a la inestabilidad institucional que se percibe en el Estado, fruto en buena parte de la fortísima polarización política, y a la incertidumbre global obligan a adecuar las políticas públicas a fortalecer y proteger a los sectores más perjudicados que, como la industria, están sufriendo los rigores del mercado internacional pese a ser estratégicos, como se comprueba en el ámbito vasco.