Las cifras no engañan, aunque resulten frías. Sólo en el Estado español y sólo en este año, cada seis días se ha producido un asesinato machista. El Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres aflora un fenómeno que arrastramos las sociedades que calificamos de modernas igual que aquellas a las que atribuimos un menor grado de desarrollo socioeconómico. El asesinato es la cúspide de una pirámide que comienza mucho más abajo, que resulta mucho más difícil de identificar como violencia machista y que está en la cotidianidad. En cualquiera de sus formas –verbal, sexual, vicaria, parental, intrafamiliar, laboral, emocional o física– la violencia machista es la constatación de una desigualdad social que se naturaliza, como advierten los estudios de campo, mediante prácticas no advertidas como indeseables que asientan estereotipos de género. Desde chats que difunden modelos de relación tóxica basados en la pornografía, hasta relaciones de dependencia y sometimiento emocional proyectados masivamente en redes de consumo adolescente e infantil, la siguiente generación está en camino de reproducir los errores del pasado. Reproducir lo que la presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género identificaba ayer como “un fallo del sistema” que se traduce en cada mujer asesinada. O en cada uno de los cerca de 10.000 casos de lesiones graves que se instruyen anualmente por la Justicia en el Estado. La reivindicación del derecho a la igualdad se amplifica un día como hoy con la del derecho a la vida, cuestionado por razón de género. El pulso ideológico construido en torno a la respuesta ante esta amenaza es quizá lo más lamentable y anquilosante para construir una respuesta compartida y contundente de tolerancia cero a las agresiones machistas, que comienzan con una broma, un desprecio y se refuerzan con cada negación a su existencia. Persiste, además, un tabú que acosa y paraliza a miles de mujeres. La privacidad con la que se viven estas situaciones favorece el abuso y refuerza la sensación de soledad de la víctima, que llega a culpabilizarse. Cuando pase el día de hoy, habrá otros 364 de imprescindible alerta hasta el próximo 25-N. Y de contundencia frente a cada atisbo de violencia. La laxitud, la indiferencia, amparan al agresor.
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