El debate en torno a la negociación de la investidura española y la eventualidad de reformas legales en materia de amnistía y desarrollo de la plurinacionalidad del Estado se adentra en el riesgo de perder la perspectiva de lo que es asumible en democracia. La criminalización que la derecha española está haciendo de la negociación del PSOE con los partidos soberanistas trasciende ya la mera discrepancia y roza actitudes que ponen en peligro principios de convivencia. El PP busca con una foto en la calle la legitimidad que no le dieron las urnas y sus referentes se han entregado al populismo exacerbado, el señalamiento del rival y la apelación a relatos ajenos al marco del Estado de derecho. Son constatables los paralelismos entre el discurso de José María Aznar en la inauguración de un campus de la Fundación FAES y los mensajes de Donald Trump que instigaron, primero, y justificaron, después, el asalto al Capitolio en enero de 2021. Para muestra, basta con enunciar aquí una sucesión de expresiones, salvando las distancias de tono pero con el mismo sentido político, de uno y otro. “Es necesario plantar cara con toda la determinación a un plan que quiere acabar con la Constitución” (Aznar); “No se ha hecho lo que debería haberse hecho para proteger a nuestro país y nuestra Constitución” (Trump); “Creo que España acumula energía cívica, institucionalidad y masa crítica nacional para impedir que este proyecto de deconstrucción constitucional, que este proyecto de disolución nacional, se consume” (Aznar); “Luchen como demonios. Y si no luchan como demonios, ya no van a tener un país. Intentaremos darles el tipo de orgullo y audacia que necesitan para recuperar nuestro país” (Trump). El trasfondo de los mensajes comparte la esencia de negar legitimidad a los resultados electorales, bien tratando de impedir que se consoliden, en el caso de Trump, bien tratando de agitar una “energía cívica y masa crítica nacional” alternativos al mandato de las urnas, en boca de Aznar. La gravedad de las implicaciones de su llamamiento, sabidos los precedentes, y la convocatoria posterior del propio PP de calentar la fallida investidura de Feijóo con un baño de masas previo en la calle, como ya hizo Rajoy contra el Estatut, con una recogida de firmas histriónica fuera de Catalunya, es una hoja de ruta irresponsable, muy peligrosa y debe corregirse.