El intento de robo de un bebé en el hospital de Basurto, rápida y felizmente resuelto en apenas diez horas por la Ertzaintza con la devolución del recién nacido sano y salvo a sus padres, ha conmocionado y alarmado a toda la opinión pública por la gravedad de los hechos y las circunstancias en las que se ha llevado a cabo. Una vez que el niño está ya en su casa y la presunta secuestradora detenida, a disposición judicial y en libertad provisional al no existir riesgo de fuga, el objetivo prioritario ahora tras esta traumática experiencia es conocer con todo rigor qué ha sucedido, qué no ha funcionado o qué sistemas han fallado para que un suceso de este calibre haya sido posible en un hospital público y en una unidad-pabellón de alta sensibilidad como la de Maternidad, siempre con el fin de buscar el modo de mejorar los procedimientos de seguridad establecidos y garantizar que hechos similares no puedan volver a suceder. En estas circunstancias, sin embargo, es insano un debate sobre culpabilidades. Tanto como lo sería dar carpetazo al asunto por el mero hecho de que, en pocas horas, la reacción de la Ertzaintza y la colaboración ciudadana hayan propiciado la resolución del caso. Se trata de identificar por qué no se informó a la familia del bebé –según ha venido reiterando el padre del niño– del protocolo de seguridad que establece claramente que nadie puede llevarse a un recién nacido sin que sea acompañado por uno de los progenitores, si esta omisión es una práctica generalizada y, en todo caso, garantizar que sea parte indispensable del código de funcionamiento de admisiones. Es, asimismo, obligado averiguar por qué no levantó sospechas la presencia de una persona ajena al hospital, por mucho que fuera vestida como sanitaria, sola con un bebé en brazos cuando el protocolo indica que eso nunca puede pasar. De momento, tanto la Ertzaintza como el departamento de Salud han iniciado las investigaciones correspondientes, para las que se ha pedido “mayor perspectiva y tiempo”. En todo caso, no hay que perder de vista que la seguridad no puede pasar por una invasión sistemática de la privacidad de los enfermos o ingresados en los hospitales y que es necesario un equilibrio entre la seguridad y la cercanía humana hacia los pacientes. Máxime teniendo en cuenta que el de Basurto es el único caso de un bebé secuestrado de un hospital vasco en los ocho años de funcionamiento del protocolo de neonatos. l