El foro social Zedarriak ha pedido esta mañana un acuerdo de país para transformar la educación y adaptarla a las nuevas tecnologías y necesidades de las empresas. En su cuarto informe, esta plataforma formada por empresarios y personas ligadas a la Universidad y el mundo de la Ciencia repasa las oportunidades y retos de la economía, e intenta dar respuesta a una pregunta compleja: ¿Cómo prepararnos para un mundo en profunda transición?

De este modo, plantea tres grandes líneas de trabajo. Transformar la educación a través del "uso correcto de las nuevas tecnologías" en los ciclos formativos y la formación y reciclaje de profesionales en las nuevas ocupaciones. Transformar la empresa y sus profesionales gestionando el impacto en el empleo de los cambios y sensibilizando e impulsando procesos claves en la gestión empresarial. Y, por último, crear, captar y fidelizar nuevas empresas y nuevo talento. Las claves en este último apartado son conectar las comunidades científica e inversora, aprovechar las oportunidades en fabricación avanzada y posicionar a Euskadi en el mapa de talento global.

Se trata en definitiva de aprovechar las transiciones digital, energética y social para proceder a un relevo generacional en el empleo a través de lay adecuando los modelos de gestión a los nuevos tiempos.

Contrato social

En la presentación del cuarto informe de Zedarriak, han participado tres de sus fundadores, Ignacio Martín San Vicente (consejero de Repsol, Indra y Acerinox), Guillermo Dorronsoro ( Profesor de Economía, Estrategia y Gestión de la Innovación de Deusto Business School) y Cristina Garmendia (exministra de Ciencia y Tecnología y presidenta de la Fundación Cotec para la innovación).

El presidente del Consejo Económico y Social (CES) del Estado, Antón Costas Comesaña, ha defendido en una ponencia la necesidad de firmar un nuevo contrato social que ponga el foco en la calidad del empleo para que los jóvenes recuperen la "esperanza en su futuro".

A juicio de Costas Comesaña, el auge actual de los totalitarismos responde a la pérdida de la esperanza en el futuro de una parte de la sociedad. Los jóvenes perciben el mundo laboral con recelo. Inseguridad económica, precariedad en la calidad del trabajo, temor a que las nuevas tecnologías en lugar de mejorar las capacidades de las personas sustituyan empleos. En ese sentido, ha defendido que el trabajo no debe ser una "variable residual del crecimiento económico y la tecnología" y una "fuente de ingresos". El trabajo ha de ser un eje de "desarrollo físico e intelectual" y cumplir su función como motor de las relaciones sociales.

El reto es "construir una política de la esperanza" a través de un contrato social, como ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento, partidos de derechas e izquierdas, sindicatos y empresarios constataron la necesidad de regular el capitalismo y crear un nuevo estado social basado en bienes públicos como las prestaciones por desempleo , la sanidad pública, las pensiones de jubilación o la educación universal y gratuita.

Recomponer el pensamiento

En esa línea, Cristina Garmendia ha abogado por "trabajar en los en los que vivimos, aprovechando las nuevas dinámicas para "recomponer el pensamiento". Establecer en definitiva un "diálogo constructivo y permanente" que permita adaptar la formación, "una de las políticas económicas más importantes", a las nuevas realidades y favorecer la "transición generacional" en el mundo de la empresa.

Guillermo Dorronsoro, por su parte, ha destacado que en Euskadi se "están haciendo bien las cosas" entre otras en cuestiones como las tecnologías cuánticas y la inteligencia artificial. Por ello, ha mostrado el interés de Zedarriak en "apoyar a los que hacen" para que el resultado tenga un impacto positivo en la sociedad.