- Garciandia alerta de que puede perderse negocio en la dársena guipuzcoana.

¿Advierte preocupación entre las empresas que operan en el puerto?

-Sí, porque perciben que hay que darle otra marcha para poder tener más agilidad, aunque también es cierto que ahora, no como antes, todas quieren más sitio. Que exista esa competencia y esa tensión me parece muy positivo porque quiere decir que creen interesante estar aquí y eso se convierte en inversiones. Además, ellas también tienen sus conexiones con diferentes ámbitos para presionar a su manera.

¿Existe el peligro de que el negocio en Pasaia se traslade a otros recintos portuarios?

- Claro, el escenario está cambiando. Algo que afectará de manera crítica será el tren, que es un medio de transporte muy barato y da facilidades a las mercancías europeas de llegar a Jundiz, que es la auténtica plataforma de Euskadi. Una vez allí, la interfaz privilegiadísima es Bilbao, porque la conexión de Jundiz con su puerto natural es Bilbao, no Pasaia. Por otra parte, los clientes son muy sensibles a los costes y los nuestros son mayores. A todo esto se añade que no podemos descartar que las empresas, además de Pasaia, se instalen también en Bilbao.

Tras dos años y medio en el cargo, ha sido cesado. ¿Qué ha ocurrido?

-Vine con mucha ilusión porque no me lo tomé como un trabajo al uso, como pasaitarra y guipuzcoano siempre me preguntaba por qué el puerto perdía todos los trenes y no cambiaba ni mejoraba cuando los otros puertos avanzaban. Pensé que podía ser un problema de gestión empresarial, y en este contexto creí que podía aportar. Creo que también los políticos entendieron que hacía falta no tanto gestores políticos como profesionales del mundo de la empresa.

¿Qué se torció entonces?

-En cualquier empresa cuando planteas un proyecto de transformación siempre se va a generar tensión, ahora bien, en este caso te encuentras que es una administración, muy diferente de la empresa privada, con una serie de personas que tienen garantizado su puesto de trabajo de por vida y el que está de paso eres tú. Si no cuentas con un apoyo muy claro de la parte política es complicado luchar contra la cultura de la inercia. Realicé un planteamiento de orientación al cliente basado en la calidad, lo que supone que a la gente se le complica la vida.

¿No obtuvo la respuesta esperada?

-La primera paradoja con la que te encuentras es que no puedes elegir equipo, ni siquiera al director. Se supone que el presidente es político y el director técnico, pero al final el presidente es político, el director es político y todos somos políticos. Con todo, tengo que decir que a pesar del ruido el puerto es una empresa que factura 13 millones de euros y donde, si te dejan, es relativamente sencillo trabajar.

¿Qué balance hace de estos años?

-He peleado, pero para ganar esta batalla hace falta un apoyo institucional claro y muy definido, y no lo he encontrado. Si eres una persona que no quiere ser política y las cosas se tuercen, el apoyo que tienes es tan efímero que te va a inestabilizar, y hay que tenerlo muy en cuenta.

¿Cómo ve el Puerto de Pasaia en el futuro?

-El reto es el de la actitud de trabajar e impulsar. Internamente la Autoridad Portuaria tiene que reforzar todo el tema de personal con una visión nueva, otra serie de planteamientos que incluyan de forma destacada el tema medioambiental.