Si antes fue la mejora continua, el control de calidad, la inversión en I+D, la internacionalización?, ahora la preocupación de las empresas se centra precisamente en cómo responder adecuadamente en un mercado global en donde existen riesgos de tipo geopolítico que no son comerciales, ni financieros, y que pueden tener un impacto demoledor en los negocios y en la implantación productiva en terceros países.

El nacionalismo económico que desde algunos años se está dando en numerosos países del mundo como es el caso de Estados Unidos, China, Canadá, Brasil, etc., -del que han sido víctimas empresas vascas pese a haber ganado los correspondientes concursos públicos-, el conflicto político existente en Oriente Medio en la lucha por el liderazgo en la región entre Arabia Saudí e Irán, la inestabilidad política y social en varios países de Sudamérica, etc., están exigiendo cada vez más una respuesta por parte de las compañías para gestionar de la mejor manera esos riesgos que son ajenos a la propia actividad empresarial y comercial.

Para ello, las empresas deben aumentar la efectividad de las relaciones institucionales en los países donde estén instaladas o tengan intereses comerciales a través de la diplomacia empresarial, que es una herramienta que debe estar incardinada en el seno de las propias compañías para gestionar los riesgos geopolíticos dentro de un contexto estratégico de empresa y a medio y largo plazo. Se trata de incorporar la mentalidad diplomática en la propia estructura empresarial para dar solución a esos factores de riesgo exógenos como palanca de competitividad de la actividad de las compañías en aquellos países donde tienen intereses.

El alcance y la gravedad de los riesgos geopolíticos a los que deben hacer frente las empresas están aumentando de manera importante en sus distintas variantes como son la reputación, un asunto en que las compañías raramente están preparadas y que forma parte de la nueva agenda internacional que contempla el respeto de los Derechos Humanos, condiciones laborales, Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) impulsados por la ONU, cambio climático, etc., pero también la inestabilidad financiera, el deterioro de la gobernanza global, la legislación internacional comercial, etc.

La manera de afrontar esta realidad geopolítica internacional forma parte de la agenda de preocupaciones de las empresas del Ibex 35 que no solo mantienen un constante contacto con escuelas de negocio o entidades que se dedican a realizar investigaciones sobre la globalización económica y sus interacciones con la geopolítica y la gobernanza global, sino que incluso incorporan en sus estructuras de dirección a exembajadores por su conocimiento de las relaciones internacionales.

Ahora esa preocupación se empieza a trasladar a nuestras empresas, que están fuertemente internacionalizadas, y que se están viendo ya afectadas por la situación geopolítica internacional para lo que tienen que responder de manera normativizada desde la identificación y vigilancia de esos riesgos exógenos para garantizar la pervivencia de los negocios y, en definitiva, asegurar en el medio y largo plazo la cuenta de resultados en positivo.

En este sentido, nuestras empresas deben incorporar en sus estructuras perfiles de personas que tengan formación en geoestrategia internacional, es decir, lo que se denomina public affairs, que entre nosotros puede ser una novedad, pero que está muy implantado en las compañías de países de cultura sajona como Estados Unidos y Reino Unido. En Europa, la excepción es Francia, que es un auténtico modelo de diplomacia empresarial hasta el punto de poner toda la estructura organizativa del Estado al servicio de la actividad de las empresas galas en el mundo.

Por eso, un grupo de empresarios y directivos de empresa y representantes institucionales vascos ha considerado este asunto como un proyecto de país en el que todos los agentes económicos y sociales deben aunar sus esfuerzos para garantizar de la mejor manera posible la actividad de nuestras compañías en el exterior. En este contexto, la diplomacia empresarial se erige como la mejor herramienta para afrontar esos riesgos geopolíticos, teniendo en cuenta, además, que no contamos con una marca de país fuerte, ni una estructura institucional cercana a la situación de nuestras compañías en el mundo.

El primer resultado de esa preocupación ha sido la creación por parte de la Universidad de Deusto del máster de Relaciones Internacionales y Diplomacia Empresarial, que comenzará el próximo mes de septiembre, y que cuenta con un grupo de asesores formado por directivos de reconocido prestigio en este campo y representantes institucionales, y del que formaba parte, -hasta su fichaje por parte del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez-, la nueva ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, que iba a aportar toda su gran experiencia en organismos internacionales y hasta su nombramiento, como directora ejecutiva del Centro de Comercio Internacional (ITC), la agencia de desarrollo conjunta de la ONU y de la Organización Mundial del Comercio.

Dado que la estructura de la SPRI no sirve porque su estructura está formada por personas de perfil junior y sin experiencia en el campo de las relaciones internacionales, desde el sector privado se ha pedido al Gobierno Vasco una mayor claridad sobre si tiene que ser el departamento de Desarrollo Económico e Infraestructuras o la Secretaría General de Acción Exterior, quien debe tener la competencia para apoyar la presencia y actividad de las empresas vascas en el mundo. De la misma forma, también proponen, al igual que hace Portugal, instaurar la figura de embajador en aquellos vascos con prestigio y buenas relaciones en los países donde residen para defender los intereses de las empresas vascas allí instaladas. El festival Smithsonian, celebrado en 2016 en Washington con una importante presencia de la diáspora vasca puede ser una buena referencia. Este es un gran reto como país.