donostia - La crisis generada por el escándalo del fraude Volkswagen entró ayer en el peor de los escenarios. El nuevo presidente del grupo, Matthias Müller, avanzó que será necesario ajustar el gasto ante las consecuencias económicas -se habla de multas que podría rondar los 1.600 millones de euros- de la manipulación del software de los motores diésel. A pesar de la lentitud con la que se está llevando a cabo la investigación, el primer ejecutivo de Volkswagen tiene claro ya que habrá que tomar decisiones “dolorosas” y que se revisará el plan de inversiones.

En este último apartado, aseguró que solo se acometerá el gasto que sea “estrictamente necesario”, el resto se aplazará o directamente se cancelará. Müller aseguró además que se hará “todo lo posible” para mantener los puestos de trabajo, pero a día de hoy no puede garantizar que no habrá despidos.

El mensaje recorrió las plantas de la multinacional en todo el mundo avivando la incertidumbre que se vive en las fábricas desde el estallido del escándalo. El comité de empresa de Pamplona salió al paso para intentar tranquilizar a la plantilla de Landaben. A su juicio, salvo que se produzca una auténtica “catástrofe”, la inversión prevista en Navarra se mantendrá porque ese gasto está destinado a renovar el modelo Polo, y, por tanto, se trata de una operación estratégica. Están en juego 900 millones de euros hasta 2019 y sobre todo el mantenimiento de los puestos de trabajo.

El presidente del comité de Landaben, Alfredo Morales, se desplazó ayer junto a otros compañeros a Wolfsburgo, la sede mundial de Volkswagen, donde se celebró una asamblea en la que participaron en torno a 20.000 empleados de las plantas del grupo en todo el mundo. Fue en ese encuentro donde el presidente echó por tierra las últimas esperanzas de la plantilla de que el fraude no les pase factura. Müller advirtió de que la empresa debe realizar “ahorros drásticos” y dio a entender que la crisis se cobrará puestos de trabajo.

recortes “dolorosos” “Seré muy claro: esto va a ser doloroso”, manifestó tras avanzar que se reajustará del mismo modo el plan de eficiencia diseñado por su predecesor, Martin Winterkorn, quien dimitió por el escándalo. El primer paso será ajustar las inversiones, pero la tijera no se detendrá ahí y seguirá cortando tela. En la asamblea también participó el presidente del comité de empresa del Grupo, Bernd Osterloh, que mostró su sintonía con Müller en casi todo, como en la necesidad de recuperar la confianza de clientes e inversores. Osterloh también se felicitó porque “de momento” no afecte al empleo, aunque admitió que podría hacerlo en el futuro.

El máximo representante de los trabajadores de Volkswagen a nivel mundial asumió el discurso del presidente del Grupo - “el objetivo es hacer todo lo posible” para que no afecte al empleo-. Ese clima de entendimiento contrasta con la postura del comité de Landaben, que insistió en que los trabajadores han realizado su tarea y que la crisis la han desatado las decisiones tomadas en los puestos directivos.

Más allá del ámbito laboral, el frenazo de las inversiones puede tener impacto en la economía a nivel mundial. El mayor fabricante de vehículos del mundo en el primer semestre de este año, con 600.000 empleados, había anunciado en 2014 un plan de inversiones de 85.600 millones de euros entre 2015 y 2019 para desarrollar nuevos modelos y tecnologías más eficientes y respetuosas con el medioambiente.

También queda en entredicho el papel que está jugando el Gobierno español. El ministro de Industria, José Manuel Soria, aseguró la semana pasada que el grupo iba a mantener las inversiones en España, una cuestión que ya está en duda. O el interlocutor de Soria no fue el adecuado o el mensaje no fue bien interpretado.

Como señaló ayer el nuevo presidente de Volkswagen, la única certeza en este momento es que todavía no se pueden prever “los inmensos daños financieros” que puede generar la manipulación de los motores diésel de once millones de vehículos en todo el mundo. Müller prometió una aclaración “rápida y sin miramientos”. Las consecuencias tardarán más en llegar, pero todo apunta a que, cuando sea el momento, no le temblará el pulso a Müller.