uNA colega de un diario económico de difusión estatal, en una conversación mantenida hace unos días, se sorprendía por la falta de reacción institucional que tanto desde el Gobierno Vasco, en concreto el Departamento de Economía y Hacienda, como de la Diputación Foral de Gipuzkoa, a través de la cartera de Hacienda, había observado por la operación de integración del Banco Guipuzcoano en el Banco Sabadell, que va a tener como consecuencia la desaparición de la sede social del último banco que todavía nos quedaba en Euskadi.

Y cuando le expliqué el peso que tiene el banco más pequeño de los medianos del Estado en nuestro entorno y la política que sus antiguos directivos, a cuyo frente se encontraba su presidente, José María Aguirre González, han tenido con el país y con las cajas vascas BBK y Kutxa, que compraron el 25% de las acciones en una inversión estratégica precisamente para evitar su deslocalización en un intento de buscar sinergías favorables entre todas las entidades, es cuando la interlocutora comenzó a entender del silencio de las instituciones ante la venta del último banco vasco.

Y no será porque el actual presidente del Banco Guipuzcoano, Javier Echenique, no haya removido Roma con Santiago para evitar que una entidad foránea se hiciera con el banco, hasta el punto de plantear la entrada de las cajas vascas en una fusión en la que, al margen de salvaguardar la marca del Guipuzcoano, hubiera un reparto de actividades en donde la banca mayorista seguía perteneciendo al banco, mientras que la minorista se quedaba en manos de BBK y Kutxa.

Pero, sin embargo, a pesar de toda su buena voluntad y de tratar de evitar la deslocalización y posible desaparición del Banco Guipuzcoano -aunque algunos siguen insistiendo en que la marca no va a desaparecer de sus mercados naturales, como si se tratara los últimos estertores del hundimiento-, Javier Echenique ha llegado tarde en la búsqueda de unas complicidades que nunca han estado en la agenda del consejo de administración de la entidad guipuzcoana, cuyos miembros han visto más en la cercanía e implicación de las cajas un peligro que una oportunidad de desarrollo y de futuro para el banco.

Lo único que a los antiguos rectores del Banco Guipuzcoano les ha interesado, -de los que curiosamente han dejado en el consejo a algunos herederos -, de BBK y Kutxa es la tranquilidad que les daba ese 25% de las acciones que no tenían ningún control sobre la actuación de la entidad atendiendo a la normativa del Banco de España que impedía a las cajas formar parte de los órganos de gobierno de un banco, con lo que podían actuar con total libertad, como ha sido ha sido hasta ahora.

En una sola ocasión, la dirección del Banco Guipuzcoano se ha preocupado por la presencia de las dos cajas en su accionariado y, eso, fue cuando se empezaba a gestar el proceso de fusión entre BBK y Kutxa. Bien rápido corrieron Aguirre González y un consejero que todavía sigue y que tiene grandes intereses en un grupo de comunicación a reunirse con el entonces presidente de BBK, Xabier de Irala, y el de Kutxa, Xabier Iturbe, para pedirles garantías de que la nueva caja fusionada iba a seguir como principal accionista del banco, eso sí, sin intervenir para nada en la política estratégica de la entidad, que para eso ya estaban ellos. Todo un chollo.

A favor del actual presidente del Guipuzcoano, Javier Echenique, hay que decir que accedió al cargo en marzo de 2009 cuando la crisis estaba en su máximo apogeo y que, frente a su objetivo de tratar de dar valor a la actividad de una entidad que presumía de su independencia, se ha encontrado un panorama lo suficientemente negativo por la coyuntura del mercado financiero y las directrices del Banco de España, que no ha tenido más remedio que hacer al banco atractivo en una operación de venta que ha podido ser forzada por la ordenación del sector financiero del órgano regulador.

Probablemente, si los directivos del Banco Guipuzcoano, fundamentalmente en la época de Aguirre González, hubieran tenido una posición más proactiva, de colaboración y de complicidad con sus socios de referencia que eran BBK y Kutxa, la historia a día de hoy sería radicalmente diferente y este banco seguiría siendo guipuzcoano y no desaparecería engullido por un catalán, como así parece que va a ser.