Las cáscaras de huevo y de mejillón se hacen vajilla en Egia
Organic Studios quiere lograr que la hostelería utilice los productos elaborados con los residuos orgánicos que genera. es economía circular.
Cáscaras de huevo, peladuras de cebolla, conchas de mejillón... ¿Qué se puede hacer con estos restos? La respuesta más lógica sería depositarlos en el contenedor de los residuos orgánicos. ¿Y si fuera posible apostar por una propuesta circular tangible? ¿Si los restos que salen del plato se reconvierten en plato? Todo es posible, como trata de mostrar Organic Studio, una local situado en Egia, frente a Tabakalera, en el que se funden arte, investigación y entusiasmo, a partes iguales.
Paula Franco Hernani estudió Bellas Artes, pero su inquietud le llevó a “investigar nuevos materiales” que, en cierta medida, permitan ir reduciendo el uso abusivo del plástico.
Y comenzó a mezclar el arte con la química, con la ciencia... En su momento no se sintió “capacitada” para estudiar “una carrera de bio o de ciencias” y años después por “vocación e interés” se reencontró con estas áreas y realizó un máster en biodiseño. El resultado fue descubrir lo que “quería” y le interesaba.
Empezó a trabajar con elementos de la naturaleza para crear “estructuras o esculturas”. “No me he dedicado tanto al arte como al diseño de producto”, explica.
“La gente no sabe que con el residuo orgánico se puede llegar a hacer una biocerámica o una especie de cemento”, reflexionó tras finalizar el máster. “Llevo cinco o seis años investigando qué lleva el residuo orgánico, veo más allá de la cáscara de huevo. La cáscara de huevo tiene carbonato de calcio, que tiene las mismas propiedades que la calcita, minerales”. Con esta base Franco empezó a “experimentar”.
Después llegaron las clases, que imparte a niños y niñas y a personas adultas en espacios diversos y en centros escolares; paso previo a decidirse a poner en marcha la iniciativa Organic Studio. Es este “un laboratorio creativo” , “fusión del taller de un artista y el laboratorio de un científico”.
En Egia, Paula Franco se dedica, especialmente, a dar clases “combinando arte y ciencia”, trabajando en el reciclaje y mostrando al alumnado más joven que puede ser capaz de trabajar “en la rama artística y científica”. También ofrece “talleres intensivos” a docentes, emprendedores que apuestan por un enfoque más sostenible de su negocio, diseñadoras, joyeras y cualquier persona interesada.
Colaborar con la hostelería
Paula Franco trabaja en la actualidad con distintos establecimientos hosteleros de la ciudad (de momento con Dabadaba, Itxaspe, Mapenda y Lurka), de los que obtiene los residuos que procesa.
“En una ciudad como Donostia semanalmente se generan toneladas de residuos en hostelería y poder transformarlos sería muy interesante”, reflexiona Franco, que ha conformado un equipo multidisciplinar en el que su tocaya, Paula Aristizabal Vázquez, doctora en Investigación Biomédica), juega un papel fundamental.
Juntas trabajan en el desarrollo de productos a partir de residuos orgánicos. Aunque han probado distintas opciones como la realización de camisetas, se quieren centrar en la hostelería, fuente de la que obtienen los residuos.
Las alternativas son muchas, crear elementos decorativos, packaging, y, sobre todo, vajilla sostenible y de un solo uso. Porque, recuerda, en muchas ocasiones se utilizan platos y vasos de plástico que acaban en el contenedor de envases. ¿Y si fueran biodegradables?
En ello están, aunque también han producido elementos con permanencia en el tiempo: platos, vasos o cubiertos reutilizables.
“Así, un restaurante reutiliza su residuo orgánico y se genera un sistema circular”, explica Franco.
“Este no es un proyecto que se hace en dos meses, es un proyecto de I+D. Llevamos investigando más de un año con muchos errores, experimentando constantemente hasta que hemos visto que hay materiales que están dando resultado y pueden utilizarse en los restaurantes”, explica.
Publicaron un vídeo en Instagram y diversos establecimientos contactaron con ellas para interesarse por su propuesta. “Ahora estamos en la fase de ver qué residuo es mejor para cada cosa, cuál aguanta mejor el calor, cuál no, etc”. Sus establecimientos colaboradores les aportan cáscaras de huevo y de mejillón, de lima, hibiscos, cebollas, mermas de cacao...
Distintas utilidades
Cada residuo tiene una utilidad. “La cebolla y el hibisco son maravillosos para teñir naturalmente y con los demás, combinados con aglutinantes orgánicos que se utilizan para alimentación (no usamos colas sintéticas) hemos conseguido materiales más flexibles, más rígidos, algo parecido a la cerámica... Hay un juego de investigación. Es química de materiales”, detalla.
Y de ahí salen, por ejemplo, tapetes. ¿Qué ocurre? Que con la limpieza van deteriorándose y tras varios usos desaparecen. También han fabricado lámparas, vasos, platos, y hacen impresión 3D con biomasa para crear vajilla y cubiertos.
“Son efímeros porque son al 100% orgánicos y compostables. Para que duren deberían mezclarse con otros materiales, pero añadiríamos resinas. No hay nada resistente que sea compostable”, subraya.
En algunos casos, sí están incluyendo materiales que permitan que el producto sea más duradero.
Adiós a los platos de plástico
“Para temas de un solo uso nos interesa trabajar con materias que se degraden. Por ejemplo, para un pintxo pote, fiestas etc., podría ser interesante utilizar este material compostable”, destaca. “Estamos desarrollando con nueces una base que podría usarse para solo un uso y eso es compostable”, apunta.
Las ayudas del proyecto Hondakinak Baliabide del Gobierno Vasco han permitido que se genere el equipo necesario para seguir investigando. En adelante confía en poder contar con el apoyo de otras instituciones.
¿Para qué? Para continuar con su empeño. “A finales de este mes queremos mostrar los últimos productos obtenidos y entrar en la hostelería de Donostia para sondear su respuesta”, asegura.
Y se le ocurren ideas. “Podría ser que los restaurantes que nos aporten sus residuos reciban alguna ayuda. Pero nuestra idea es que en esos establecimientos que aportan residuos el cliente pueda tener la experiencia de saber que esa vajilla no deja huella ecológica. También sería interesante que estos establecimientos contaran con una especie de certificado que acredite su colaboración”, sugiere.
Propuestas no les faltan y ganas de seguir adelante, tampoco. Es una apuesta de futuro y para el futuro.
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