La sociedad Kañoyetan. ubicada en pleno corazón de la Parte Vieja donostiarra, en la calle 31 de Agosto, está de celebración.
Cumple la friolera de 125 años, un siglo y cuarto desde que una decena de donostiarrras decidió, en el transcurso de una cena, fundarla. Hoy son más de 160 los socios de Kañoyetan.
Para conmemorar este aniversario se han organizado distintas propuestas, entre las que destaca la edición de un libro que recoge su historia, que ha coordinado, y mucho más, Manolo González, con la ayuda de Jokin Garate y Esteban Durán.
Manolo González ha querido huir de presentar una relación de anécdotas, y se ha centrado en vincular la historia de Kañoyetan con la de Donostia.
Historia en la historia
De ahí que el punto de partida sea la San Sebastián de antes de 1813, comenzando a encuadrar la historia posterior hasta que, así bautiza González uno de los apartados, Kañoyetan entra en la historia de la ciudad. Eso ocurrió cuando en la última noche de 1899 un grupo de amigos se reunió en un café donostiarra y “uno de los presentes propuso la idea de alquilar un local para disfrutar a sus anchas de los guisos que les apeteciera”. Guisos, y a buen seguro, de mucho más.
Casi tres años de trabajo le ha llevado el equipo integrado por González, Durán y Garate hacer realidad el libro que, según explica el presidente de Kañoyetan, Fernando Blanco, se repartirá entre los socios de forma gratuita. Si la demanda es mayor, “se venderá a un precio asequible”.
Consultando distintos libros y, sobre todo, acudiendo a la hemeroteca, han ido sumando capítulos que siguen una relación cronológica. Los testimonios, los de los actuales socios y los que éstos han transmitido de generaciones que les han precedido, han contribuido a documentar un volumen en el que las imágenes, muchas de ellas procedentes de Kutxateka, otras de la propia sociedad y el resto de fuentes diversas, tienen especial protagonismo.
31 de Agosto se salvó de la quema y eso hizo posible que en esa calle ya tuviera su sede en 1900, Kañoyetan. Ahí sigue. Lo explica González. “Al inicio se vinculó a esta sociedad con la élite, porque muchos socios eran médicos, etc. Pero siempre se ha involucrado con la organización de muchos actos populares”.
Cuando las sidrerías tuvieron que salir de la ciudad, por las protestas vecinales, algunas sociedades fueron ocupando los locales que dejaron libres. Es el caso de Kañoyetan, que fue sidrería pero también el almacén de salazones de Kiriko, uno de los patrones más destacados de la trainera de Donostia.
Pasado y presente
Hoy en ese local, aunque ampliado, Kañoyetan muestra una imagen muy renovada, con detalles que recuerdan al pasado, como la inscripción que da la bienvenida a la moderna cocina en la que se puede leer Errie bere legue, icheak bere aztura. Esa inscripción también puede verse en una de las fotografías de 1935.
Con mimo y un trabajo minucioso, en el que a González le ha tocado incluso retocar las imágenes, el libro ha ido tomando cuerpo. Se incluyen, entre otras muchas historias, las primeras apariciones de Kañoyetan en los periódicos y los relatos de “los felices años veinte”, incluyendo los primeros reglamentos y actas.
Las personas que han tenido un especial peso en Kañoyetan también se asoman a las páginas de este libro, así como los objetos que han adornados sus paredes y estanterías.
Paso a paso, González ha avanzado en la historia de Kañoyetan, incluyendo también en su relato los principales debates habidos en su seno, como el de la presencia de las mujeres. Hoy en día un socio puede dejar su puesto en relevo a una mujer, antes eso era impensable, y las únicas mujeres que entraba en la sociedad eran las cocineras, a las que se brinda homenaje en el libro. Ya no es así. La puerta la abrió Elena Arzak, que fue la primer mujer socia.
Cuenta la historia que la reina María Cristina, en su veraneo en Donostia, quiso probar las más que reputadas kokotxas de Kañoyetan. Se las llevaron al palacio Miramar, porque no podía entrar en la sociedad. Que la reina, muy amante de la cocina probara las kokotxas, parece ser un hecho contrastado. González, por contra, considera “poco creíble” que en las primeras décadas del siglo XX se prohibiera la entrada de María Cristina a la sociedad.
En Kañoyetan, como en otras sociedades, vaso y plato van de la mano. De ahí que en el último apartado del libro se incluyan sus recetan más señeras. Y, por supuesto, las de las excelsas kokotxas.
La historia de Kañoyetan tiene su testimonio escrito, que ya ha sido presentado en sociedad.