El Día Mundial de los Humedales, celebrado este pasado viernes, sirvió como excusa para que Cristina Enea Fundazioa y la Sociedad de Ciencias Aranzadi organizaran el sábado una visita a los humedales, también conocidos como charcas, que hay en el monte Ulia. Son media docena y albergan una biodiversidad desconocida para el gran público pero que resulta interesante y, sobre todo, necesaria.

Un humedal es “un área de tierra que está cubierta de agua que supone una zona de transición en contacto entre un ecosistema acuático y otro terrestre”, de ahí que sea “un punto clave para la biodiversidad”, comienza señalando Oihana Orkolaga, técnico de educación ambiental en Cristina Enea Fundazioa. Hay diversos tipos de humedales, desde los grandes, como puede ser en Gipuzkoa el de Plaiaundi, a los humedales pequeños, también conocidos como microhumedales o, más coloquialmente, charcas.

En Donostia hay pequeños humedales “en Ulia y en parques periurbanos como Mendizorrotz, Cristina Enea, Belartza, Aiete, Zubimusu o Zabalaga”. En el caso particular de Ulia, que es donde se llevó a cabo este sábado la visita, hay media docena: tres alrededor del Centro de Interpretación, otro cerca de la ikastola Herri Ametsa y otros dos en los márgenes del camino principal que sube hasta el albergue y el parking.

Las charcas se pueden haber formado de manera natural o ser creadas artificialmente. “En el caso de Ulia, es un suelo muy permeable y no se crean charcas naturales. En caseríos, por ejemplo, hay abrevaderos para el ganado y se han ido poblando naturalmente de anfibios. Entonces, lo que se ha hecho es reforzar una red creando nuevos humedales que favorezcan la supervivencia de estas especies”, explica Orkolaga, que añade que “más que el número, lo importante es que haya una red de charcas”. El motivo es que “cada charca tiene sus características”: “Hay charcas temporales, que en algún momento se secan, y entonces es importante que alrededor haya otras charcas para que los animales se puedan mover. De hecho, que se seque una charla no es un problema, porque hay charcas que necesitan secarse y luego llenarse de nuevo, porque eso puede favorecer a ciertas especies. También hay charcas a la sombra y otras que les da más el sol, y cada una atrae a unas determinadas especies”.

Los humedales son un ecosistema “vulnerable” y que han sido “maltratados porque durante mucho tiempo se les ha considerado zonas insalubres. Han sido desecados o incluso rellenados con escombros. En el siglo pasado desaparecieron el 50% de los grandes humedales y, si hablamos de los pequeños, el porcentaje seguro que ha aumentado. A lo que se añade que, con los cambios en las dinámicas del clima, muchas están en riesgo porque se secan”.

Sin embargo, lejos de ser insalubres, los humedales o charcas “resultan importantes en la regulación del ciclo del agua. Además, se dan procesos de depuración o decantación de algunos materiales purificando ese agua y sirve también como reservorio de agua en verano, ya que muchos animales se acercan a beber”, desgrana la técnico de medio ambiente de Cristina Enea Fundazioa.

Muchas especies

¿Qué especies viven en los humedales de Donostia? “En Ulia sobre todo están los anfibios, que son los que más han sufrido esta degradación de los humedales porque dependen directamente del agua. Los más comunes son el sapo partero y el tritón palmeado. El sapo partero macho lleva los huevos en la espalda hasta que están a punto de eclosionar, que es cuando los dejan en el agua. Y el tritón es un anfibio alargado y aparece mucho en las charcas de Ulia. Luego están el sapo común y la rana común”. En Igeldo es característica “la ranita meridional, que era una especie amenazada y ahora está más o menos estable”.

Además de las especies citadas, “hay otros animales que necesitan las charcas, como las libélulas o los conocidos como caballitos del diablo, que son espectaculares de ver y dependen de las charcas. Y un montó de insectos y escarabajos que viven en el agua”. Además, los humedales son “aglutinadores de biodiversidad, porque muchas aves se acercan a beber agua o a lavarse, y también se acercan mamíferos como erizos o murciélagos, y en otros lugares zorros y corzos”.

Una de las especies que habita en los humedales del monte Ulia. Arnaitz Rubio

El proceso para crear un humedal y favorecer así esta biodiversidad “no es complicado”, tal y como explica Orkolaga: “Tiene que ser un espacio más o menos llano. Hay una superposición de capas. Primero se pone una capa de geotextil, que es una especie de tela fibrosa y permeable para proteger la siguiente capa, una impermeable de caucho. Y sobre esa se pone otra de geotextil, que permite que se agarren los animales, y finalmente se cubre con un poco de tierra. Con eso tienes una charca”. Luego solo queda esperar a que llueva para que el humedal se vaya llenando de agua y que la naturaleza haga su trabajo: “Se va cubriendo de vegetación y los animales acuden, se va colonizando por las distintas especies. Por eso es importante que haya una red de charcas”.

Estos pequeños humedales, como los de Ulia, necesitan un mantenimiento: “Hay que hacer un control de la vegetación, una limpieza de los residuos que aparecen de vez en cuando y reparar las vallas de protección cuando sufren algún desperfecto. Y también hay que controlar la aparición de especies invasoras. Alguna vez se han introducido tortugas o cangrejos americanos por desconocimiento de la gente y no pueden estar ahí porque producen un desequilibrio”.

Charcas ‘didácticas’

Otra utilidad de estos pequeños humedales es la de la enseñanza. “Las charcas más cercanas al Centro de Interpretación y a la ikastola Herri Ametsa las llamamos charcas didácticas”, dice Orkolaga, que explica que son “una herramienta muy buena para trabajar la biodiversidad y la sensibilización hacia la naturaleza, y también para ver la evolución de un ecosistema. Para apreciar la evolución de un bosque necesitas mucho tiempo; en cambio, en las charcas en un año ya ves una evolución. Cuando haces una charca, al principio está desnuda, pero van llegando animales”.

La jornada de ayer consistió primero en una charla introductoria en el Centro de Interpretación sobre los humedales, su riqueza natural y su importancia, y luego las personas asistentes pudieron comprobar de primera mano cuál es el mantenimiento de las charcas por parte de los trabajadores de Aranzadi, es decir, un muestreo de las especies que hay, un control de la vegetación y la necesaria limpieza. También construyeron “refugios para anfibios”. “De forma natural ya encuentran piedras o ramas para refugiarse, pero es una manera de poner cada uno su granito de arena a la conservación de la biodiversidad”. “Es una gozada contar con la gente de Aranzadi para este tipo de jornadas”, resume Orkolaga.

Existe desde 1971 el Convenio de Ramsar, cuyo gran objetivo es la conservación y el uso racional de los humedales, pero sobre todo protege “los humedales grandes”, puntualiza la técnico de educación ambiental, que insiste en la importancia de “proteger también los pequeños, porque es importante que se mantengan”. De ahí que destaque el esfuerzo realizado por el Ayuntamiento de Donostia y Aranzadi “para crear esta red de charcas en Ulia y en Donostia”.