Un balón de oxígeno. Eso es lo que para muchos negocios donostiarras representan los próximos días. Hostelería y comercio, dos sectores que lo han pasado especialmente mal con la pandemia, esperan que la vuelta de las fiestas les ayude a recuperar el año. El bar Iruña, la heladería de la Avenida, la marisquería del Boulevard y un negocio de estética constatan que esta Semana Grande “es la de la esperanza”. “Todavía no me creo que vayamos a ver las calles llenas de gente”, comenta una de las socias de las heladerías Arnoldo, Marta Arnoldo. 

Bocata y a los fuegos 

Punto de encuentro para los más madrugadores de la zona, el café bar Iruña constituye también una parada habitual para aquellos que llegan al atardecer a la estación del topo de Easo con intención de dar una vuelta y ver los fuegos, no sin antes hacerse con los pertinentes bocatas de tortilla, jamón, “o de lo que nos pidan”, dice Puy Ustarroz, dueña del negocio. Una vez franqueadas las puertas de este bar con alma pamplonica es difícil resistirse a pintxos como su famoso taquito de bacalao con “pimienticos” o sus ricas croquetas caseras de jamón. 

A punto de comenzar las fiestas de Semana Grande, esta hostelera, natural de Pamplona, aguarda esperanzada: “Desde el covid esto ha sido una maratón. Hemos metido todas las horas y más para sacar el negocio adelante. En la pandemia, además del servicio take away, vendíamos pan, prensa, y lo que fuera, al menos para subsistir. Este verano esperamos que sirva para recuperar el año y la Semana Grande, en concreto, para nosotros es un balón de oxígeno”, afirma.

“Este verano esperamos que sirva para recuperar el año y la Semana Grande para nosotros es un balón de oxígeno”

Puy Ustarroz - Bar Iruña

Entre los pintxos que más éxito tienen en el bar Iruña están las croquetas caseras de jamón y el taco de bacalao con "pimienticos". Javier Colmenero

El fin de semana es el momento álgido de trabajo en el bar, pudiendo llegar a hacer entre 400 y 600 bocatas, aunque ahora todo es una incógnita: “Con la pandemia hemos tenido que ir sobre la marcha y adaptarnos a lo que nos venía cada día, y esto se ha convertido en una constante para nosotros. Este año, por ejemplo, todavía no tengo muy claro el horario que vamos a hacer, porque lo que estamos viendo es que las costumbres han cambiado y ahora por las mañanas trabajamos muy bien, pero a las tardes le está costando remontar, porque la gente tiende a retirarse antes y trasnochar menos”.

Puy, que con 64 años de edad y más de 40 trabajando en el sector está a punto de jubilarse, confiesa que si ha llegado hasta aquí, ha sido gracias a sus hijos Maialen y Jon. “Tenemos muchos problemas para encontrar personal. Estas fiestas, si tengo que poner algún refuerzo, ese refuerzo seré yo misma. No me importa meter 10 horas o 20, el caso es salir del hoyo. Tengo la suerte, además, de contar con mis dos hijos, que no me han fallado ni un solo día. Si no fuera por ellos, no hubiera salido adelante”, concluye emocionada. En cuanto a su retirada, Puy no quiere que sus hijos le sucedan en el negocio, “primero, porque esto es durísimo y, segundo, porque si se hicieran cargo ellos del bar me supondría seguir vinculada”. 

Que no falte el helado

Cuando hablamos de la Semana Grande donostiarra es inevitable hacer mención a uno de sus clásicos: el helado. Antes, durante o después de los fuegos artificiales, es tradición para el público donostiarra acompañar el momento con este delicioso y refrescante dulce. 

Precisamente, una de las heladerías por las que pasará mucha gente en los próximos días es la heladería Arnoldo de la Avenida, uno de los seis establecimientos con los que cuenta esta familia en Donostia. Situada junto al hotel Londres, esta conocida heladería despachará durante las fiestas, entre las 22.00 y 00.00 horas, innumerables cucuruchos y tarrinas y, según Marta Arnoldo, una de las socias, ya tienen “todo preparado para que a nadie le falte el suyo”. 

“La gente en fiestas está relajada y con alegría, y si se acaba un sabor, pues eligen otro sin problema”

Marta Arnoldo - Heladería Arnoldo

Marta Arnoldo, en la heladería situada al lado del hotel Londres. Gorka Estrada

Marta es la cuarta generación de una familia con una larga tradición heladera: los Arnoldo. Fueron sus bisabuelos quienes comenzaron a elaborar estos dulces en Italia, y después en Serbia y en Austria, hasta que en 1935 sus abuelos recalaron en Donostia. Marta, que lleva toda la vida vinculada al negocio familiar, cuenta que los gustos apenas han cambiado, aunque actualmente en la carta figuran 42 sabores. “Los que más gustan son los de siempre: chocolate, limón, café, avellana o yogur. En cuanto a los nuevos sabores, los que más éxito tienen, sobre todo entre los niños, son el de Kinder y el de Oreo”, explica. No obstante, en los últimos años los helados sin azúcar y/o sin huevo han adquirido cada vez más protagonismo, debido a las intolerancias y alergias: Tenemos tres gustos de helado sin azúcar: chocolate negro, avellana y yogur; el de chocolate no tiene ni lactosa ni huevo, por lo que es apto también para veganos. Todos ellos están endulzados con estevia, un endulzante acalórico, por lo que son muy adecuados para las personas que quieren cuidar la línea. Por otra parte, hace tiempo que dejamos de utilizar clara de huevo en nuestros sorbetes, aunque mis padres y abuelos los hacían así”. 

Elaborados a diario mediante un proceso totalmente artesanal en la sede de Garibay, es posible que en plena “fiebre heladera” pueda agotarse alguno de los gustos: “Puede que se agote alguno, pero la gente en fiestas está relajada y con alegría, y si se acaba un sabor, pues eligen otro sin problema”, añade. 

Marisco para cenar

Txangurro, bogavante, langosta, cigala… El domingo, víspera de la Virgen, el marisco será el protagonista en multitud de mesas donostiarras. Nos acercamos a la conocida marisquería del Boulevard, Sagastume, regentada actualmente por el joven Joseba Jordan, quien proviene de una familia estrechamente vinculada a la venta de mariscos y pescados, y que el próximo noviembre cumplirá tres años al frente de este negocio. 

Si las cuentas no nos salen mal, estas serán las primeras fiestas grandes que vivirán tras el mostrador del Bule y prevén que habrá bastante movimiento: “Al abrir domingos y festivos y cocer el marisco a diario, pensamos que quizá haya más trabajo el mismo día 15, porque la gente prefiere llevarse el producto lo más reciente posible”. 

Joseba Jordan, tras el precioso mostrador de la marisquería del Boulevard. Gorka Estrada

Sobre cómo les ha afectado la crisis del coronavirus, Joseba puntualiza que el suyo es un negocio que “por fortuna, ha aguantado muy bien la pandemia”, y es que aclara que con el cierre de la hostelería, “la gente se daba los caprichos en casa”. Otro aspecto que no les afecta mucho es la afluencia de turistas, porque su clientela “es fundamentalmente local”. Dice también que con la normalidad los pedidos a casa han bajado, pero los que provienen de bares y restaurantes se han incrementado, sobre todo aquellos que atraen a clientela extranjera y de alto poder adquisitivo como Arzak, Berasategi o Amelia: “Estamos notando que están trabajando muy bien”, constata. 

“Al abrir domingos y festivos y cocer el marisco a diario, pensamos que quizá haya más trabajo el mismo día 15”

Joseba Jordan - Marisquería Sagastume

Con respecto a la subida de precios, comenta que el marisco de momento no ha acusado un aumento, por lo que esto no ha afectado a las ventas, pero en donde sí han notado más gasto es en la factura de la luz, “lo cual reduce los beneficios”, lamenta. 

Fuera mascarillas y... a lucir palmito

Atrás quedaron la distancia social y los confinamientos. Ahora, con la vuelta de la vida social y los festejos, más de uno y de una acuden estos días a algún centro de estética de Donostia para lucir su mejor cara. Es el caso del centro Mimo Estética, ubicado en la céntrica calle Idiakez y dirigido por Raquel Rey, quien se muestra especialmente optimista con lo que está por venir: “El hecho de que este año haya fiestas, sumado a que ya no llevamos mascarilla, hace que la gente tenga más ganas de verse guapa”, apunta. Sobre los tratamientos que más le están demandando estos días, Raquel aclara que ha habido un cambio de tendencia: “Cuando llevábamos mascarilla, lo que más me pedían eran los tratamientos dirigidos a embellecer la mirada: permanente y tinte de pestañas, diseño de cejas, rejuvenecimiento de ojos, etc. Ahora, al llevar el rostro al descubierto, queremos lucir una buena piel y estoy haciendo muchos tratamientos de higiene facial profunda, actiacné, antiedad, etc.”. 

Raquel Rey en el centro de estética Mimo de Donostia. Gorka Estrada

“Ahora, al llevar el rostro al descubierto, queremos lucir una buena piel y estoy haciendo muchos tratamientos faciales”

Raquel Rey - Mimo Estética

Fue en plena pandemia cuando Raquel quiso dar un giro a su vida profesional, dejando la hostelería para aventurarse a abrir este negocio. El centro de belleza cuenta ya con dos años de andadura, y la valoración es más que positiva: “Tenía que haberlo hecho antes”, reconoce. Lo cierto es que está más que satisfecha con la decisión tomada, aunque el camino no ha estado exento de dificultades, sobre todo, debido a las restricciones motivadas por el dichoso bicho. “Esperemos que ya haya pasado lo peor, y aun así no puedo estar más contenta por lo bien que me ha ido. A partir de ahora solo queda ir a mejor”, vaticina.