a cañonazo limpio interpretó ayer el asalto a Donostia la sociedad Kañoyetan, acompañada de otras 18 sociedades más. Como cada 31 de agosto, se enfundan sus trajes de soldado y salen al centro de la ciudad a recrear el capítulo negro que sufrió Donostia un día como ayer de hace 203 años, cuando las tropas anglo-portuguesas abrieron una bretxa en la muralla que protegía la Parte Vieja, tomada por los franceses, para saquear, asesinar, violar y calcinar todo lo que encontraron a su paso.
La jornada arrancó con la Diana de la Banda de Txistularis, que sonó por la calle 31 de Agosto, a lo que le siguió la misa en la iglesia de San Vicente. El grupo Boreal amenizó la tarde ofreciendo un concierto en el quiosco del Boulevard, momento en el que las tropas comenzaron a acercarse. Los atacantes arrancaron desde la terraza del Kursaal, en Gros, para llegar a la salida del desfile conmemorativo desde la plaza Zuloaga. Asimismo, entre los actos conmemorativos, tuvo lugar un homenaje al Jazzaldia, la Quincena Musical y el Zinemaldia en la puerta de Tierra, donde se hizo una ofrenda floral.
A las 19.30 horas comenzaron los disparos. Soldados por el Boulevard se acercaban poco a poco hacia la Bretxa, apuntando sus rifles hacia sus oponentes, que en minoría trataban de defender lo que entonces era una muralla. Con paso firme fueron avanzando, ante los ojos de miles de espectadores de todas las edades, entre los que se veían también turistas extranjeros. El protagonista fue el cañón, que a pesar de su tamaño moderado, emitía un ruido que hacía temblar el suelo y saltar alguna alarma de un comercio o vehículo. Hasta los asistentes, taponándose los oídos, gritaban de la impresión tras las explosiones.
Los soldados, cubiertos de hollín y luciendo vendas con restos de sangre, fingían su muerte. El último cañonazo consiguió derrumbar la muralla imaginaria que se ubicaba donde ahora está la Bretxa y para simularlo, se soltaron grandes columnas de humo negro.
Miles de velas
Los anglo-portugueses tuvieron entonces vía libre para batallar por las calles de la Parte Vieja. Y así lo hicieron, recorriéndolas poco a poco y con los espectadores a muy poca distancia. Finalmente, alcanzaron de nuevo la plaza Zuloaga, donde escenificaron el combate final, la caída del castillo y la toma de Donostia.
El acto más emotivo llegó a las 21.30 horas. La calle 31 de Agosto volvió a quedarse a oscuras, para después recibir la luz de miles de velas. El paseo ceremonial con antorchas desde la iglesia de San Vicente hasta la de Santa María cerró este recordatorio de un día inolvidable de la historia de Donostia.