LA maquinaria de obra derribó ayer el caserío Munto de Aiete, tal y como estaba anunciado, por lo que el histórico inmueble ha pasado a convertirse en un recuerdo. Con el fin de que la imagen de la vieja construcción perdure en el barrio, las excavadoras dejaron en pie parte de la fachada principal del edificio, que pasará a formar parte de la zona libre que nacerá en el solar del viejo Munto.

Muchos donostiarras recordarán este edificio como sinónimo de merendero, un lugar al que cada uno podía llevar sus bocadillos y comprar una botella de sidra o refrescos para acompañarlos, lo mismo que sucedía con otros caseríos como Mendiola o Iradi, en Ulia. Otros, los vecinos de Aiete, recordarán Munto como parte imprescindible del barrio, el único vestigio constructivo del pasado que perduraba en el lugar hasta ayer, aunque en malas condiciones.

La asociación de vecinos Lantxabe, que ha recogido firmas en los últimos años para evitar la desaparición del inmueble, no ha ganado esta guerra. Los últimos propietarios del solar han esperado, pero finalmente han derribado el edificio, ya muy deteriorado. Sin embargo, Lantxabe ha ganado una batalla: ha conseguido que el Ayuntamiento se comprometa a dejar en pie parte de la fachada como recuerdo del edificio. Otra reminiscencia, el tolare de sidra de su interior, se trasladó hace años al caserío Katxola, que ejerce de sede de la asociación vecinal, y se pone en marcha de manera ocasional para mostrar cómo se elaboraba la sidra.

Munto era, según expertos en patrimonio, el último superviviente de la treintena de caseríos que jalonaban la que fue la vía de entrada a Donostia hasta el año 1845. Fue puerta de guardia, hospital de campaña, sidrería y baluarte militar en las guerras de 1719, de 1813 y en las contiendas carlistas, "en las que junto a sus carbonizados muros murió el general Sagastibeltza".