donostia. "El francés Cavaillé-Coll fue el mejor constructor de órganos de Europa a finales del siglo XIX. Y Aquilino Amezua fue el único capaz de hacerle algo de competencia", cuenta el organero Aritz Azpiazu. Amezua, hijo ya de constructores de órganos y formado en Europa, fue el gran maestro que consolidó una potente tradición organera en Azpeitia, su localidad natal. A su muerte fueron sus alumnos los que siguieron construyendo órganos hasta que se creó la empresa Oesa (Organería Española), que llegó a emplear a más de 60 personas en la localidad de Urola Erdia.
La familia de los hermanos José Antonio y Aritz Azpiazu procede de esa tradición: su padre fue armonizador de Oesa y cuando la empresa cerró, en los años 70, empezó a trabajar por su cuenta con ayuda de sus hijos, que en la actualidad siguen dedicándose a la restauración y mantenimiento de órganos.
Además, los dos hermanos también hacen de intermediarios y buscan en templos de Centroeuropa órganos de segunda mano que puedan interesar a iglesias, capillas o templos de aquí.
En este caso no lo han buscado ellos, sino que fueron los responsables de la iglesia de Bidebieta quienes les llamaron para que montaran el instrumento procedente del colegio Compañía de María de Aldapeta. Tras toda una vida de trabajo artesanal entre los tubos y estructuras de los órganos, saben cuándo están frente a una buen trabajo y este lo es: es un órgano pequeño, de coro, pero fue obra de Amezua y el material es noble. Y se nota en cuanto aprietan una tecla.