SIETE décadas no se cumplen todos los días y el bar Vallés de la calle Reyes Católicos ha decidido celebrar la fecha por todo lo alto, con un acto solidario que fue presentado ayer. El clásico establecimiento donostiarra dedicará el mediodía del sábado, entre las 12.30 y las 15.30 horas, a vender raciones de sus sabrosas pochas para conseguir fondos con destino a la ONG Intermon Oxfam. Cada ración se venderá al precio de tres euros y las 700 primeras se presentarán en pequeños calderines de loza con el anagrama del aniversario del bar, que los comensales podrán llevarse a casa. En la degustación colaborarán firmas como Agua de Insalus, Cervezas Heineken y Bodega Homenaje.
El sábado será el día grande de la celebración pero la víspera, el viernes, un cortador de jamón profesional, llegado desde Jabugo, sacará lonchas de Reserva 5 Jotas para obsequiar a la clientela y amigos del Vallés. El acto tendrá lugar a las 20.00 horas y la Banda de Txistularis de Donostia también sumará el sonido de sus instrumentos para animar el ambiente.
El bar Vallés abrió sus puertas en Donostia en el año 1942 de la mano de un cosechero de vinos de la localidad navarra de Olite, Blas Vallés Loperena. El bodeguero pretendía vender directamente en la capital guipuzcoana los vinos que elaboraba en Navarra e instaló la bodega en un local que antes había sido taberna, en el número 10 de la calle entonces llamada de Isabel la Católica. Como el local tenía cocina, ya que había sido bar, la habilitó para los clientes habituales, como empleados de las cercanas estaciones del Norte y de Amara. Así, los maleteros, mozos, peones de las vías, barrenderos, mozos de cuerda y otros trabajadores acudían a calentar su fiambrera a la hora de comer o de la merienda, mientras tomaban un porrón de vino de Olite, según explican los actuales herederos del local.
La bodega funcionaba de maravilla y su dueño, que iba y venía a Olite a atender sus viñas, contrató a Buenaventura Menta, conocido como Carmelo, para llevar el negocio y hacerse cargo de los dos hijos adolescentes que se quedaron en la capital guipuzcoana. El nuevo empleado, experto en distintas tareas, aconsejó a su patrón orientar la bodega hacia la hostelería, tras lo que el local sufrió algunos arreglos, aunque siguió con la costumbre de dejar calentar la comida de los parroquianos.
Pero ya no se vendía solo vino. Se ofrecía a la clientela algo de alimento, como aceitunas, guindillas, pepinillos, bocadillos de bonito, anchoa y sardinas así como ensaladilla rusa, entonces, en pleno franquismo, denominada imperial. Los alumnos y profesores de la Escuela de Artes y Oficios, actual Correos; del Instituto de Enseñanza Media, hoy Koldo Mitxelena; y del Sagrado Corazón de Sánchez Toca, que luego se trasladó a Mundaiz, daban buena cuenta de las banderillas y bocadillos.
en 1946
Se inventó la Gilda
En 1946, un cliente, Joaquín Aramburu, que almorzaba a diario en el bar Vallés, tuvo la ocurrencia de ensartar en un palillo una guindilla, una anchoa y una aceituna, según recuerdan los sucesores de Blas Vallés, y así nació la famosa Gilda, nombre que le dio su propio creador. La bautizó con este nombre porque "la banderilla era verde, salada y un poco picante", como la película que se estrenó ese mismo año, con Glenn Ford y Rita Hayworth como protagonistas. Durante tiempo, chavales del barrio ensartaron las gildas en su ratos libres a cambio de alguna propinilla.