Donostia. Es un apasionado y lo transmite. Juan Carlos Lizarazu es profesor en La Anunciata, pero, sobre todo, es el impulsor de un proyecto que pretende que los alumnos se interesen por la ciencia desde su vertiente más práctica. Este esfuerzo, que lleva realizando desde hace más de 20 años, se traduce en que este centro se ha convertido en referencia por el gran número de galardones que obtienen sus estudiantes. Ahora, tienen que viajar a Bilbao ya que son finalistas del concurso Teknoskopioa de Elhuyar.

¿Desde cuándo lleva encabezando este proyecto?

Muchos años. Llevo en este centro 21 años. En el sistema educativo que yo tuve ya me di cuenta de que en el apartado de ciencias faltaba mucha práctica, todo era muy teórico, incluso en la universidad. Y a mis alumnos no les quería transmitir eso. Empecé a salsear y a modificar el sistema de dar la clase, de forma que fuese un poco más práctica, sin quitar la teoría que es fundamental para poder entender la práctica, pero intentando introducir cada vez más el apartado práctico.

¿Qué hay detrás de tantos premios? ¿Alumnos y profesores excepcionales?

Los alumnos son normales, como puede haber en cualquier otro centro. Tenemos de todo y ha habido alumnos académicamente brillantes que han obtenido premios y otros que han sido más normalitos o que incluso sacaban suspensos que también los han logrado. ¿Lo especial? Son las ganas que tienen ellos de hacer las cosas en el momento en el que tú les presentas algo atractivo y con un objetivo.

Sin embargo, esto contrasta con la idea de que la juventud actual está desmotivada…

Esa idea de la juventud que no quiere hacer nada, aquí no lo podemos decir; todo lo contrario. Aquí están dispuestos a hacer cosas siempre y cuando se les plantee algo con un objetivo final y siempre que tengan un apoyo. Hoy en día lo que no se puede hacer con los jóvenes es dejar que ellos solos vayan por el mundo porque no tienen recursos suficientes. En el momento en el que ven que hay un apoyo y que si tienen un problema, tú no se lo vas a resolver, pero le vas a dar pistas de cómo hacerlo, ellos responden: cada uno según su capacidad. De hecho, alumnos de bachillerato con 16 o 17 años meten horas y horas fuera de su horario escolar trabajando y desarrollando sus proyectos durante los fines de semana, en época de vacaciones… En la ESO, que son con los que inicio estos proyectos de investigación, si dices que hay que hacer algo especial para poder terminar porque no nos da tiempo en las horas de clase, siempre hay alumnos dispuestos.

Pero algo tendrá que ver el impulsor de estos proyectos, ¿no?

En lo que a mí me corresponde trato de estar detrás y hacerles un seguimiento. No pedirles que hagan una investigación del río Molinao y que dentro de cuatro meses me den todo lo que tengan. Con los de bachillerato, los viernes por la tarde nos quedamos en el centro para que puedan preguntar las dudas, los problemas que van teniendo y yo voy viendo por dónde van encaminando el trabajo.

¿Cuáles son las áreas que trabajan?

Normalmente, todo gira en torno al medio ambiente, aunque alguna vez hemos ganado algún premio con trabajos de geología o historia. Una de las cosas que me llamó la atención cuando vine aquí a trabajar -al ser de Irun no conocía profundamente Pasaialdea- fue la cantidad de recursos que había para trabajar. Por eso, hemos intentando darle un toque medioambiental a nuestros trabajos.

¿Tiene que ver este método de enseñanza con el Plan Bolonia? ¿Sirve a los alumnos para cuando van a la universidad?

Hay alumnas que han empezado este año en la universidad y están asustadas, en el buen sentido de la palabra, porque están haciendo cosas que las dominan por haber realizado aquí trabajos, sobre todo en el ámbito del laboratorio. Además, se sorprenden del bajo conocimiento que tiene el resto de la gente. Para ellas está siendo una pérdida de tiempo.

¿Es la práctica la clave del éxito?

Además de eso, el boca a boca. Cuando entran en esta rutina conmigo y ven la posibilidad de ir a algún congreso si hacen un buen trabajo, de poder sacarlo del colegio... Eso atrae a los que vienen por abajo.

¿Qué supone para los alumnos?

Se les ve más implicados, tienen más ganas y más ilusión por el trabajo. Se les nota mucho en la autoestima, todo el mundo les pregunta qué tal les ha ido aunque no consigan premios. También hay que subrayar la soltura con la que se expresan cuando tienen que defender un proyecto ante un tribunal. Cuando terminan, reconocen todo lo que les ha servido hablar en público e incluso aquí el resto del profesorado también percibe esa mejoría.

¿Cómo se conjuga vivir en primera persona los resultados de una buena enseñanza con los recortes en el ámbito de la educación?

Tal y como funciona aquí el sistema educativo veo un problema respecto a los científicos: no se cuida nada la base. Parece que solo importa la universidad, pero primero hay que pasar por la educación básica, primaria, secundaria y bachillerato. Estamos totalmente abandonados y si encima hay más recortes, lo estaremos más todavía. Esto es un problema muy serio. La fuga de cerebros va a seguir existiendo y luego capturarlos va a ser muy difícil.