Donostia. ¿Confiaba en que la 'Behobia' fuese este año premiada con el Tambor de Oro?
Hasta hace una semana, no. ¡Pensar que hace un año estuve en la cola para ver la entrega del Tambor a Xabi Alonso y fue imposible...!
¿Cree que la carrera casa con el espíritu del galardón?
Teniendo en cuenta que no es un galardón personal, no tengo que ser modesto y sí, francamente, creo que la carrera tiene méritos. Además de proporcionar ingresos a la ciudad, difunde su buena imagen y ayuda a lograr algo que, durante muchísimos años, ha hecho falta. Desde fuera se ha difundido una imagen a veces tendenciosa y la Behobia ha servido para que la gente viera que aquí se les recibía bien y que el público anima al forastero tanto como al de aquí. Hace muy buena propaganda y son los corredores de fuera quienes han puesto en valor tanto la carrera como la propia ciudad.
¿Desde cuándo existe la 'Behobia'?
Empezó en 1919 como una especie de rivalidad entre los korrikalaris, que eran los profesionales de las apuestas, y los puros del atletismo. Luego hubo varias ediciones y desapareció. Volvió a empezar en 1979 como carrera popular, cuando acababa de celebrarse el primer maratón popular, que fue un éxito. Primero eran 1.000, y ahora estamos en 22.000.
¿Y hasta cuántos puede llegar?
Hasta donde nos digan los estudios sobre sanidad, calles y alojamientos. Los participantes cada vez se van más lejos, tanto para dormir como para comer. Las sidrerías de Astigarraga también lo notan. Dan muchísimas comidas ese día.
Pero después de correr, ¿no?
En principio, sí, claro, la víspera hay que cuidarse.
Cada vez se ven más familias entre el público. ¿Notan cambios?
Sí, ese fin de semana la imagen de la ciudad cambia. Hay ambiente deportivo. Solo de Catalunya vienen unos 3.000 a correr y otros tantos como acompañantes. Hace unos dos o tres años, Catalunya y Madrid estaban a la par, un poco por encima de 1.000 corredores de cada lugar.
¿De dónde son los corredores más lejanos?
Han venido hasta de Australia. Pero la prueba no tiene gran proyección internacional, quitando Francia.
¿Cómo fueron los inicios de 1979?
Con bastante improvisación y mucho entusiasmo porque la mayor parte de los que empezamos a organizar éramos gente de la sección de montaña. Luego, a base de experiencia, llegamos a formar un equipo muy bueno con técnicas rudimentarias, como el apunte a mano. Inventamos métodos, como los de los callejones, los embudos, el pago y recuperaciones de las fianzas... Era el mejor equipo en su categoría porque no había una carrera de esas en los alrededores. Tampoco teníamos medios para ir a ver otras carreras como hicimos después a Alemania, Suecia, Italia... Había que echarle mucha imaginación
Y llegaron hasta los chips que usan en la actualidad.
Hubo dos intentos fallidos en 2000 y 2001 y en 2002 se decidió pasar al chip mejor de todos, que era el más caro, o la carrera se iba a pique. Su implantación tranquilizó muchísimo la salida porque, hasta entonces, era una estampida, era terrible: había empujones, caídas...
¿Cuántos socios tiene el club y cuántos voluntarios ayudan a la 'Behobia'?
Somos algo más de 1.000 y los voluntarios son 1.200. Unos dos tercios de ellos son de fuera del club. Tenemos convenios con clubs, institutos, ikastolas... Se les paga alguna cantidad en efectivo o en cursos, pero no se da dinero al voluntario. Cada uno se sacrifica por su entidad.
¿La organización de la carrera aporta muchos ingresos para el club?
Es fundamental para la economía del club, pero el apartado económico nunca lo hemos puesto por delante. La inscripción va, por encima del 95%, a la propia carrera. Tenemos un beneficio de los patrocinadores y colaboradores, no de los corredores. Hay unos 600.000 euros de ingresos y otros tantos de gasto.
La obligación de ir a la entrega del Tambor de Oro le cambiará el plan del día de San Sebastián?
Salgo como uno más y lo que más me gusta es la Arriada. Cuando tuve la oportunidad salí tres años en una tamborrada algo anárquica y muy divertida de la sección de remo. Este año, si puedo tocar en alguna tamborrada con motivo del Tambor de Oro, pues estaré encantado.