Donostia. El Casino Kursaal, situado en la calle Mayor de la Parte Vieja, abre todos los días de 10.00 a 5.00 horas. El salón de la primera planta es el más preciado, porque en él guardan celosos la ruleta, la mesa de Black Jack, de Póquer Texas Hold'em y otra de descarte. Odón Elorza dice que ellos "venden ocio y emoción, pero todo depende de saber hacer un juego responsable". Estudió Turismo, pero no metió la cabeza en el Marketing hasta llegar al Casino. De sí mismo dice que, hasta comenzar a trabajar en esto, desconocía el mundillo. A día de hoy, de juegos, jugadas, apuestas, simbolismos y fetichismos, sabe un rato.

¿Cómo llegó a trabajar en el casino?

Estuve ocho años trabajando en una agencia de viajes, luego en una empresa de transporte internacional. Habían pasado como diez años desde que me diplomé y, tras sacarme un máster, decidí reciclarme, porque me di cuenta de que lo del transporte no era lo mío. Me apetecía algo más relacionado con el mundo del turismo y el ocio. Oí que necesitaban a alguien aquí y aposté.

Puro azar entonces.

Pues sí, porque hasta entonces no tenía ningún tipo de relación con el juego.

¿Ahora le gusta?

En su medida. A mí el que más me gusta es la ruleta. Porque la bolita empieza a saltar y no sabes dónde va a caer. Al final, el juego es una actividad que llevamos a cabo desde que somos pequeños hasta que somos mayores. A veces como entretenimiento, otras como reto. Y puede haber dinero o no. La persona tiene un recorrido a lo largo de su vida y necesita esa parte lúdica.

¿Cuál es el juego más peligroso?

Si no sabes dónde están los límites, todos. Pero es verdad que el póquer se está convirtiendo en un fenómeno, porque está en la tele e Internet. Es masivo: 20.000 personas pueden jugar un torneo al mismo tiempo. Tiene ese poder de sumar muchísimos más premios, de interactuar con tus amigos allá donde estén las 24 horas del día, pero no hay unos controles.

¿Es el que más dinero da?

No, ese es la loto (risas), pero la probabilidad de que te toque, según oí el otro día en la tele, es de 72 millones contra uno. En el casino, el mayor bote que te puedes llevar es el de una de las máquinas. Pero lo mejor es jugar para pasar el rato, con el dinero que te sobra.

¿Viene mucha gente?

Entre semana, entre 150 o 200 personas. Y más por la mañana que por la noche, porque diría que Donostia, últimamente, por la noche ya no es lo que era. Se están cambiando mucho los usos. El fin de semana, sin embargo, viene más gente. Y en verano, muchísimo más.

¿Por los extranjeros?

También. Las culturas son diferentes. Por ejemplo, los chinos, como los vascos, tienen mucha tradición por el juego. Luego, el francés, ha aprendido siempre que el juego tiene que ofrecerse en un lugar regulado, atendido por profesionales y, por eso, si te fijas, allí no hay máquinas en los bares y cuando vienen, suelen venir al casino. Tienen mucha cultura de tomarse aquí la copa después de estar de pintxos por la Parte Vieja.

¿Y jóvenes?

Sí que, últimamente, se ha notado un público más joven. Puede ser por el boom del póquer o porque vengan de estar de fiesta a ver si con las últimas monedillas les toca, antes de irse a casa.

¿Lo de ir de gala es un mito?

Totalmente. Ahora mismo, los únicos que vamos de traje en el casino, somos los que trabajamos en él.

¿Qué más mitos hay?

El de que la ruleta está trucada, cuando, si no están en marcha, todas las mesas están totalmente precintadas con un número. El casino es una empresa que tiene una normativa regulada por el Gobierno Vasco y ha de pasar sus auditorías. Si fuera realidad de que el casino tima, no estaríamos aquí trabajando todos los días.

¿Y la sala insonorizada con los matones?

¿Y que parezca un accidente? El cine ha hecho mucho mal. Normalmente con llamar la atención te arreglas. Yo creo que el vasco, en general, sabe comportarse.

Pero los habrá que tratarán de timar a la banca.

Es la picaresca. Puede pasar que en la ruleta, un jugador se deje una ficha y otro la coja. O que le diga al crupier que apuesta al número siete, este entienda el diecisiete y toque el número del jugador; o al revés. Para eso están las cámaras y el jefe de mesa. Pero lo de que aparezcan cinco ases, es imposible.

¿Cómo ha pasado el vasco de jugarse el caserío a ir al casino?

Es una educación. Poco a poco. Socializando el juego. Como se ha pasado de la sidrería al McDonals. Así que vete a saber si para la generación de mi hijo, nosotros pasaremos a ser museo.

Antes de concluir, no puedo evitar preguntarle por su nombre y el parentesco.

Con el alcalde soy primo, pero mi aita también se llamaba Odón y mi abuelo. Hay otro primo que a su hijo también le ha llamado así. Pero yo, para disgusto de mi padre, al mío le puse Alejandro. Y cuando reservamos, lo hacemos siempre a nombre de mi mujer, es más práctico.

Entonces, ¿apostaría por la candidatura de Donostia a capital de la cultura de 2016?

Yo creo que tenemos muchas posibilidades. Hay competencia fuerte, pero esperemos que sí.