Donostia. Se llama Rosario y el próximo mes cumplirá 95 años. Es donostiarra, criada y ambientada en los aires de la Parte Vieja, desde donde ha sido testigo de la transformación de la ciudad.
Hasta aquí todo parece normal, ya que en los hogares de la Parte Vieja viven, todavía, muchos mayores, que no ancianos, que gozan de muy buena salud. Lo que ya no resulta tan normal es encontrar otra persona de la edad de Rosario que sea capaz de seguir los hábitos que esta señora mantiene a diario: y es que sigue siendo una de las visitas fijas a los bares de la Parte Vieja a la hora del txikiteo, tanto al mediodía como antes de cenar.
Hace ocho años quedó viuda, pero desde entonces mantiene las costumbres que adquirió cuando acompañaba a su marido en las rondas de pintxos y claretes por las calles del barrio.
Ya puede llover, inundarse la Parte Vieja con marabuntas humanas en días como el de Santo Tomás que nada le impide cumplir con el rito todos los días del año. Y lo hace en un ambiente de lo más envidiable, según relatan algunos de los txikiteros con quienes se cruza a diario en las barras de Bernardo Etxea o del Beti Jai, entre otros.
El responsable, precisamente, de Bernardo Etxea todavía recuerda cuando ella y su marido visitaban su bar hace años. Él falleció, pero Rosario continúa txikiteando en solitario. Si antes los dos le visitaban siempre alegres, hoy ella sigue entrando cargada de energía al bar donde la miman en atenciones.
Rosario fue modista y desde que se jubiló mantiene una buena vista, prueba de ello es que lee la letra pequeña del periódico sin gafas: "Me hace pensar que sea la única persona que con su edad sea capaz de llevar este sano ritmo de vida", cuenta uno de los txikiteros con quien coincide a diario: "Duerme doce horas seguidas y si se le pregunta cuándo fue la última vez que fue al médico, ¡dice que no lo recuerda!".