donostia. Manu Dorronsoro es un oiartzuarra de 49 años que, casado y con una hija, se acerca todos los días a la capital guipuzcoana a trabajar. Es él uno de los técnicos de limpieza que, con una simple manguera, tratará de que, del día de Santo Tomás, solo quede el recuerdo de una entrañable jornada.

¿Está preparado para limpiar todo lo que Santo Tomás dejó ayer en la Parte Vieja?

¡Claro que lo estoy! ¿Cómo no lo voy a estar? Después de tantos años y sabiendo lo que hay que hacer, si te toca, te toca. Yo ya no me agobio por eso. Eso es como lo del síndrome postvacacional. Personalmente, es algo que me hace mucha gracia. Después de 36 años qué me voy a deprimir yo por volver a trabajar...

El año pasado también le tocó trabajar. ¿No le da pena?

Lo que más pena me da es encontrar gente tirada en el suelo con esas borracheras impresionantes. Normalmente gente joven. Es triste ver cómo terminan por el tema del alcohol.

¿Más chicas o chicos?

Parecido. No hay diferencia. Cuando sí se nota ese desequilibrio es los jueves. Ahí sí que se ve mucho peor a las chicas. Es algo que me llama mucho la atención, pero podría decirse que los jueves universitarios pueden con ellas.

Pero tiene que ser triste no poder comerse un trozo de txistorra.

A mí siempre me toca trabajar en Santo Tomás, a no ser que sea día festivo. Tampoco me disgusta. No me van mucho las grandes aglomeraciones de gente. Yo tiro más para el monte, y en Oiartzun lo celebramos el fin de semana anterior. Además, siempre como un poco de txistorra.

¿Diría que es el peor día de trabajo de todo el año?

Sí, porque hay mucho vidrio roto de las botellas de sidra, aceite de los puestos por todos lados y cantidad de vomitonas. Sobre todo últimamente, porque Semana Grande ahora se lleva mejor, igual porque está más dividido en distintas zonas.

¿Qué es lo más difícil de limpiar?

La vomitona y el aceite, porque son grasa y es muy peligroso. Hay que limpiarlo con desengrasante. Hay que tener ojo también con los cristales. Pero lo que me echa para atrás a mí son los residuos fecales.

¿Tienen alguna técnica especial para este día?

Tras la trikitixa de la tarde suelen ir, y ayer también fueron, unos compañeros con contenedores, para recoger vidrios. Se nota mucha diferencia al día siguiente. Por lo demás, vas haciendo cosas pequeñitas, porque no se puede trabajar con esa multitud de gente.

¿Hay algún punto más complicado que otro?

La plaza Sarriegi. Allí suele hacerse mucho botellón y hay cristales por todos lados. Lo primero que se hace es retirar los vidrios, y como pesan mucho y es difícil moverlos con el chorro de agua, se quita lo más gordo a mano, se arrincona con la manguera y luego se barre.

¿No se nota menos basura con los vasos reutilizables?

Esos recipientes se tiran igual que los otros de plástico. La gente no recicla en Santo Tomás, se le olvida.

¿Suelen molestarles mientras trabajan?

Siempre hay alguno. Los hay que cuando me ven se cortan de tirar cosas al suelo, los hay que no y los hay que lo hacen para molestarme. Pero también hay mucha gente que te agradece el trabajo. Cuando vienes de vacaciones se alegran.

¿Ha descubierto algún tesoro?

Hace poco me encontré una cartera. Pero se la entregué a los municipales. Siempre lo hago. O lo pongo encima de un banco o algo así, por si vienen a buscarlo. Porque el que ha venido, va a volver al mismo sitio a preguntar si está lo que se ha dejado. Y si encuentro alguna moneda, depende de dónde esté, ni la cojo.

¿Qué no le gusta encontrar?

Peleas, aunque siempre evito meterme. Si veo a alguien tirado llamo a la Ertzaintza, pero hay que andar con mucho cuidado. Sobre todo con la gente de más de 60 años. Porque el joven destroza, pero el mayor va a hacer daño. Y puede convertirse en denuncia, además. Todavía me acuerdo de aquel al que vi ir al coche y sacar un hacha.

¿Qué es lo más raro que se ha encontrado?

Había antes una calle que, siempre que pasaba, hay una cuchilla de afeitar de usar y tirar. Tenía que tirarlo alguien por la ventana porque allí no se podía afeitar nadie. Y, ahora, hay un portal en el que todos los días me encuentro dos botes de yogur. Seguro de una madre que le da ahí la merienda al niño.

¿Qué espera encontrarse hoy?

Me encontraré mucho trabajo. Pero me gustaría ver que no se han tirado tantas cosas al suelo, que la gente está en mejores condiciones y, por supuesto, que me dejen hacer mi trabajo.